Ante la pregunta, Ruben Rada responde casi sin pensar. “Yo soy Ruben”, dice, aclarando la duda fonética al poner el acento en la primera sílaba de su nombre, y al mismo tiempo haciéndolo desaparecer a la hora de escribirlo. Un detalle tan uruguayo y coloquial, es decir tan natural y al mismo tiempo en contra de lo habitual, que incluso en la portada de la mitad de sus discos solistas ese nombre ha terminado apareciendo mal escrito, con el bendito acento en el lugar equivocado. Algo acorde con un artista que nunca estuvo donde se suponía que tenía que estar, que siempre viajó a sus anchas, sin mapas, abriendo todo el tiempo un camino nuevo, pero que sólo él podía transitar. Un genio de la botella suelto dentro de la riquísima historia de la música urbana montevideana de la segunda mitad del siglo pasado, Rada es un cantante extraordinario y trashumante que no ha dejado estilo sin visitar, algo que a veces opaca el hecho de que también ha sabido hacer historia como compositor, solo o en compañía de autores de la talla de Eduardo Mateo o Hugo Fattoruso , sus amigos y compinches casi desde su infancia en esto de la música, hermanados por su amor por Los Beatles. “Aprendí a componer escuchando ‘Love me do’”, señala al pasar. “Sin Los Beatles yo no sería compositor. Y Mateo y el Hugo tampoco”.
Animador, crooner, personaje televisivo e incluso cantante para niños, el Ruben es un artista inabarcable, que a los 76 años se ha dado el lujo de presentar su nuevo show poniendo su nombre al lado de tres bandas míticas del rock y la música uruguaya como son El Kinto, Totem y Opa , de las que formó parte allá lejos y hace tiempo. Ese es el privilegiado repertorio que recorre en un show bautizado con toda justicia como Parte de la historia, y que estrenó un par de meses atrás en el majestuoso Teatro Solís de Montevideo, con entradas agotadas desde mucho antes del recital. “Yo nunca vendí entradas anticipadas”, se sorprende. Y enseguida bromea: “Nunca agoté nada, salvo a mi mujer, rompiéndole las bolas. Pero dos semanas antes estaba todo vendido”.
Acompañado por una banda comandada por su socio Gustavo Montemurro —co productor de sus últimos proyectos—, y de la que forman parte estelar sus hijas Lucila y Julieta en coros y su hijo Matías en guitarra, Rada reúne por primera vez en un mismo recital todas las canciones por las que hace tiempo tiene un lugar reservado en la historia grande de la música de su país. Pero, claro, esto es algo que no saldrá jamás de su boca. No por nada responde que el único secreto para ser Ruben Rada es ser “un divague total”. Sólo después agrega: “Y además un poco de vanidad, pero sólo un poco”, aclara el músico que confiesa que cuando Eduardo Mateo le dio la posibilidad de cantar ese himno que es el tema “Mejor me voy” se sintió como Ray Charles. “Cuando me junté con Mateo fue la primera vez que pensé que lo que yo hacía estaba bien”, asegura. “Ahí me emocioné muchísimo”.
UNA SOLA COSA, RADITA
Es una tarde gris del fin del invierno porteño, y Rada está sentado en la terraza de la productora 300, haciendo chistes y recordando el pasado. Es la empresa independiente responsable de traer su show a Buenos Aires, que trabaja —entre tantos otros— con Andrés Ciro, el ex Los Piojos y ahora líder de Los Persas, donde canta su hija Julieta. Rada cuenta que lo único que le falta hacer musicalmente a esta altura de su vida sería un disco de blues, pero que le tiene terror, porque es un estilo difícil. “Hay unos maestros…”, barrunta. También revela que está preparando un disco para su madre, cantado en portugués. Para eso se viene juntando con Ronaldo Bastos, el compositor de temas para Milton Nascimento, y ya tienen listas cinco canciones. “Toda mi vida usé el apellido Rada, y yo soy Silva, como mi madre, que colaboró bastante conmigo. Bah, ¡puso todo! Y yo le dediqué mi vida a mi padre, que ni pelota me dio. Cuando de chico estuve internado por tuberculosis, la que iba a verme al hospital era mi madre”.
Durante el tiempo que durará la entrevista, Rada no dejará nunca de cantar, tararear y hacer percusión sobre la mesa: entrevistarlo siempre implica escucharlo cantar. “Así fue como compuse los temas para Opa: sentado ante un grabador grande como ese anotador que estás usando, de los que eran horizontales y tenían las teclas enormes”, recuerda. “Yo estaba en Alemania, cagado de hambre, y Hugo me dijo ‘componete unas canciones, que queremos que vengas a grabar con nosotros el segundo disco’. Porque yo en Opa siempre fui eso, un cantante invitado. Así que, solo como un perro, antes de irme a dormir, cantaba todo lo que yo llamo los proyectos de la mente. Pensaba en todas esas músicas que se me vienen, como cuando anotás en una agenda lo que vas a hacer en al día siguiente. Esos son los proyectos de la mente. Lo que le mandaba a Hugo por correo, grabado en un cassette. Cuando llegué a Estados Unidos me dijo 'vení, sentate'. Estaba Ringo Thielman y también Osvaldo Fattoruso: el grupo entero. Prendieron unos mojitos, y en unos parlantes berretas me hicieron escuchar lo que hicieron con todo lo que yo había cantado solo ante el grabador, mientras tocaba arriba de una mesa, marcando un compás. Se me caían las lágrimas, fue una de las emociones más grandes que sentí en mi vida. Pero Hugo también me dijo: ‘Sólo hay una cosa, Radita: ‘Malísimo’ la canto yo’. Se había enamorado de esa canción”
--Mateo te dio “Mejor me voy” pero Hugo te sacó “Malísimo” ...
--Yo encantado. ¿Viste la locura que hizo el Hugo ahí? ¡Algo tremendo!
CUMPLEAÑOS CON PAN Y MORTADELA
Aunque está haciendo esta entrevista para promocionar el recital que repetirá en el Opera a fin de mes, Rada intenta escaparle a cualquier frase rimbombante. “¿Nuevo? No, no es un show nuevo, simplemente fui para atrás y me puse a pensar qué temas aún puedo cantar. Por eso no está ‘Las Manzanas’ , que la gente aún hoy me sigue pidiendo”, dice, refiriéndose a una canción que este año celebra su medio siglo, con la que debutó como solista y que prácticamente al estrenarla lo convirtió de la noche al día en una figura pública y masiva en Uruguay. ¿Por qué enumerar entonces en el afiche a El Kinto, Totem y Opa, cuya simple mención merecería repetir la definición de Las bandas eternas, que supo usar Spinetta? “Porque ese fue el orden en el que participé de ellas”, responde, amable pero sin inmutarse, casi encogiéndose de hombros. “Como mis tres hijos: primero vino Lucila, después Matías, y por último Julieta. Y en esa enumeración faltan Los Hot Blowers, falta La Banda, falta Ritchie Silver, falta Confidence”, sigue diciendo Rada, que podría seguir sumando nombres un rato largo y sin embargo no lograría diluir la importancia de aquellas bandas.
“Lo que reconozco es que mi mejor momento siempre fue con los grupos”, concede finalmente. “Porque ahí es cuando los demás me frenan, y yo me contengo, siguiendo al resto. Sino mis discos son desparejos, porque me voy para cualquier lado. Fijate el disco de La Banda, por ejemplo. Abre con la contundencia del ‘Rock de la calle ’, que cuando el público lo escucha puede pensar que se trata de un disco de rock de puta madre. Pero después vienen cosas como el parapapá de ‘Montevideo’, o ‘The music is my love’… cualquiera. La gente termina enojándose: ’Bo, ¿y el disco de rock? ¡Me vendiste otra!’ Mis discos son una muestra de todo lo que tuve que luchar hasta que vino una persona que le puso título a eso: world music. Recién ahí encontré mi lugar”.
Una ventaja, sin embargo, de estar entrevistando a Rada por un show en el que anuncia que va a tocar temas de El Kinto es que esta vez tiene que responder cuando se le pregunta por Eduardo Mateo. “¿Sabés por qué a veces no me gusta hablar de Mateo? Porque yo lo considero un artista pintor. Viste que los pintores se hacen famosos recién después de que se mueren, ¿no? Bueno, nadie le dio pelota a Mateo. Lo sé muy bien porque con él festejábamos los cumpleaños comiendo mortadela y pan, no teníamos un mango. Íbamos a cantar a los bares con el candombe beat y la guitarrita, cosas como gustas de las flooores... y no nos daban pelota. Nos echaban de todos lados, nos cagamos de hambre. Recién cuando se muere todo el mundo se pone a hablar de Mateo y cantar sus temas. Para mí, el único que hizo algo bueno fue Guilherme de Alencar Pinto, que escribió un libro increíble como Razones locas , su biografía”, aclara Rada, que agrega que él tiene su versión sobre Mateo. “Yo conocí al Mateo joven, al cantor. Porque Mateo cantaba muy bien, no era el de la voz gangosa de sus últimos años. Tenía una voz divina…”, dice quien fue su co-compositor de tantas canciones, que hace una pausa al recordarlo, y enseguida entona algunos versos de uno de sus temas, imitándolo, casi un gorrión: quién te viera/ pensar mientras...
LAS CANCIONES QUE VUELVEN
Grupo fundacional del rock uruguayo, pioneros en hacer beat en castellano y en fusionarlo con elementos del candombe, El Kinto fue el grupo que reunió a Rada con Mateo. “Nos encontramos un día en la esquina de Rivera y Larrañaga, por donde ahora está el Montevideo Shopping, y nos fuimos hasta su casa, donde nos la pasamos componiendo canciones todos los días. Debemos haber compuesto como cien temas, de los que se sobrevivieron sólo unos pocos, porque se nos iban olvidando. ¡No teníamos grabador ni nada donde anotar!” Lo mismo podría haber sucedido directamente con El Kinto, ya que nunca llegaron a editar oficialmente un disco. Los salvó la labor de Carlos Píriz , que conservó unos playbacks grabados de apuro para aparecer tocando en televisión, que recién vieron la luz mucho después de separado el grupo. “Lo que hizo Píriz fue algo maravilloso. Fue el que salvó esa historia, porque si fuera por nosotros quedaba todo tirado por ahí”.
—¿Por qué?
—No sé. Tal vez porque ya estábamos en otra cosa. Cuando ahora viene la gente y nos dice que fuimos los creadores de un nuevo estilo dentro de la música uruguaya, nosotros entonces no teníamos ni idea. Los Beatles tampoco pensaban en eso. Hicieron lo que hicieron porque tenían ganas de tocar, y nosotros igual. Y más en Uruguay, donde no se vendían discos. Entonces yo tocaba para que me escuchara Hugo, para que me escuchara Urbano. Salía un disco e íbamos a la casa de un músico a mostrárselo. No pensábamos en ningún momento que con esto matábamos y nos llenábamos de guita.
—Aquellas canciones que compusiste con Mateo y decís que se olvidaron, ¿alguna vez vuelven?
—Descubrí un término, deja vu, con el que puedo nombrar lo que a veces me pasa. Porque puedo estar componiendo una canción y de pronto me digo: esta es una canción conocida, le estoy afanando a alguien. Y no: son aquellas canciones que vuelven. Porque la mente va para atrás y para adelante.
—¿Cuál es la última que te vino de esas?
—Una que compuse para un disco de rock que estoy haciendo, sobre aquel encuentro con Mick Jagger en Montevideo, en el cumpleaños del Lobo Nuñez. Que arranca así: En una noche de verano insoportable... Tiene una melodía que me recuerda las épocas de El Kinto.
Todo lo que El Kinto tuvo de mito nocturno montevideano en los sesenta, Totem a comienzos de los setenta lo supo hacer realidad a la luz del día en Uruguay. “Pero eso fue gracias a El Kinto”, insiste Rada. “Porque fue El Kinto fue el creador, la cajita musical. Sólo después de esa escuela pudo Totem convertirse en el grupo más potente del país. Yo resumo así a Totem: fuerza”. Pero su fuerza, en realidad, fue la visión de Eduardo Useta, el guitarrista que según Rada fue el que se puso las pilas para armar un grupo en serio. “Es el que habló conmigo, con Chichito Cabral, que también había estado en El Kinto, con ese tremendo baterista que era Roberto Galetti, con el Lobito Lagarde. Y como Useta como guitarrista era más jazzero, estilo Wes Montgomery, necesitábamos un rockero, así que fuimos a buscar al Gordo Rey”. Sin embargo, Rada también recuerda que todavía en Uruguay cantar en castellano era considerado “mersongui”. “Además, cuando quisimos poner un cachet acorde a la clase de grupo que éramos, el más importante de Uruguay, nos preguntaron si nos creíamos extranjeros”. Si Rada abandonó El Kinto cuando aún no había despegado, dejó Totem recién después de grabar dos discos, cuando se hizo evidente que ya no iban a poder vivir de eso. “En este show quería incluir el tema de Totem que compuso el Gordo Rey, que justo era el que menos creía en el grupo. Porque lo que le pasó fue lo más triste que vi en mi vida: en el ’97 quisimos hacer un homenaje al grupo con Useta, y lo llamamos al Gordo, que estaba en Venezuela. Hacía quince años que no nos veíamos. Se murió de un infarto en el aeropuerto, de la emoción, viniendo a juntarse con nosotros. Desde ese día nunca más hablamos de volver a hacer Totem con Useta, que falleció en mayo de este año. Por eso yo quería hacer ‘La lluvia cae para todos’, el tema del Gordo, pero sabía que cuando llegase el momento no la iba a poder cantar de la emoción”.
LOS CHOCOLATINES DE HUGO
Alguna vez Caetano Veloso dijo que el rock norteamericano era la verdad, mientras que el británico era un pensamiento sobre esa verdad. Siguiendo ese razonamiento, se podría decir que Opa —el legendario grupo de los hermanos Fattoruso con Ringo Thielman— es en muchos sentidos un pensamiento sobre la música de Rada. Como escribió el periodista y músico Andrés Torrón en su libro 111 discos uruguayos: “Aquello que hizo de Opa algo más que un muy buen grupo de jazz fusión puede escucharse en las versiones que el trío hizo de sus temas”. Un recorrido que comienza en la versión que el percusionista brasileño Airto Moreira, por entonces vinculado al grupo superestrella del jazz rock Return to Forever, hizo de “Dedos” en su disco Fingers, del que participaron Opa como grupo de acompañamiento y Hugo Fattoruso como arreglador y principal compositor. El camino sigue con la inclusión de “Muy lejos te vas” y “African Bird” en Goldenwings, el debut propiamente dicho de Opa. Y el círculo se cierra en Magic Time, el formidable disco para el que Hugo le pidió a Rada que escribiese aquellas canciones mientras estaba en Alemania, antes de viajar a los Estados Unidos para finalmente sumarse al grupo y grabar con ellos.
“Lo mas curioso de ese disco es que terminamos guardándonos las canciones que en principio íbamos a hacer”, recuerda Rada, porque estaban peleados con Airto, que oficiaba de productor, ya que consideraban que los había estafado con los discos anteriores. “Asi que decidimos no darle ‘Heloísa’, otro tema llamado ‘Ana’, que terminamos grabando mucho después en el disco Las aventuras de Fattoruso & Rada, y un par de temas más, como ‘Todo mal’, de Totem. Pero al final nos dimos cuenta que fuimos unos salames, porque cómo íbamos a decidir nosotros qué era bueno y qué no”. De hecho, el disco terminó incluyendo el tema más emblemático del repertorio de Opa, y tal vez de toda la carrera de Rada, llamado “Montevideo” , ocho entusiastas minutos que divierten y emocionan a la vez, haciendo cantar y bailar, sonando —como dice Torrón— “totalmente uruguayos sin que sepamos bien por qué”. Rada se siente en la obligación de aclarar que “Montevideo” es un tema firmado con Hugo, porque muchos creen que es suya. “Yo hice la canción, sí, pero la armonía y, como decimos nosotros, los chocolatines que metió Hugo no tienen nombre”, se entusiasma Rada, que como es el tema que cierra las más de dos horas que dura Parte de la historia, lamenta que en el Solís ya no le quedó voz para acompañar a sus hijos cantándolo. “Pensé en ponerlo al comienzo, para así poderlo cantar. Pero ‘Montevideo’ tiene que cerrar, no queda otra”.
El comienzo del show está reservado para El Kinto, explica Rada, y cuenta que para abrir el que hasta ahora fue el único show que hicieron, arrancaron tocando detrás del telón, para salir cantando “Qué me importa”, un clásico del grupo. “Lo canté con la vocecita antigua, con Julieta, Lucila y Matías haciendo los coros, y no sabés lo que fue. Si te vas, te vas, no lloraré. Todo el teatro se puso de pie para aplaudir después de ese primer tema”, recuerda. “Creo que la de El Kinto es la mejor parte del show, porque la gente se emociona mucho. Es por la que todos morimos, la verdad”, confiesa Rada, que cuando se le pregunta si aquellos temas juveniles aun lo representan contesta que forman parte de su vida. “Son como parte de un tejido de un sweater, recuerdos que me emocionan”. Pero si se le vuelve a preguntar cuál es la música que prefiere de su carrera, no suelta prenda. “Me gusta toda”, asegura. E incluso agrega: “Ojalá pudiera tocar cumbia”.
—¿Pero para vos no hay un disco tuyo mejor que otro?
—Lo que pasa es que a mi me gusta la música de los otros, no la mía. Hay una frase, que no se si es de Freud o Lacan, que dice que el deseo es el deseo del otro. A mí me gustan Charlie Parker, el Hugo, Mateo o Milton. Me gustan más los otros. Eso lo vi una vez con Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, y ‘Yolanda’, un tema que en sus shows cantaban los dos juntos. ‘Esa canción tendría que haber sido mía’, lo escuché quejarse a Silvio, tremendo autor de canciones. Se moría de envidia por ‘Yolanda’. Yo me di cuenta, por ejemplo, que ‘Sólo se trata de vivir’, el tema de Litto Nebbia, tendría que haber sido mío. Lo grabé en Fan , mi disco de versiones, y por un rato largo en mi site fue la canción que tuvo más vistas”.
Ruben Rada presentará Parte de la historia el sábado 28 en el Teatro Opera, Av Corrientes 860. A las 20.30.