Por Mariana Carbajal
El seguimiento a un centenar de infancias y adolescencias trans revela que sus primeras manifestaciones de la autopercepción de género, distinto al asignado al nacer, se dieron a los 5 años de edad, en promedio: un 46 por ciento empezaron a expresar esa disconformidad cuando tenían entre 1 y 4 años, y un 31 por ciento, entre los 5 y los 8. El dato es parte del informe que el lunes presenta en la Legislatura bonaerense Gabriela Mansilla, la mamá de Luana, la primera niña trans en obtener, en 2013, su DNI de acuerdo a su género autopercibido. Se trata de un extenso relevamiento, en base a entrevistas a madres, padres y otros adultos responsables de niñeces trans que se acercaron a la Asociación Civil Infancias Libres, que encabeza Gabriela, buscando acompañamiento, información y contención. Solo el 6 por ciento de las familias tuvo como primera reacción la aceptación del sentir de sus hijxs, sin vincularlo con un malestar o padecer, señala el estudio. Un 35 por ciento buscó ayuda para entender qué les estaba pasando y la mayoría intentó encontrarla en un profesional de la salud, mayormente, psicólogxs, pero la experiencia en 8 de cada 10 casos, no fue satisfactoria. Otro dato preocupante es que el 36 por ciento de las familias que realizaron el trámite de rectificación del DNI tuvieron dificultades para poder terminar el trámite, principalmente en oficinas del Registro Civil del Gran Buenos Aires.
“Indagamos sobre temas vinculados con las propias niñeces, los primeros momentos donde expresaban sus sentires, y como fueron recibidos por las distintas familias”, contó Gabriela a Página/12. El objetivo principal del informe, aclaró, es “brindar datos sobre las infancias trans, visibilizando sus experiencias y dando a conocer cuáles son los principales obstáculos que experimentan en el camino por expresar y vivir su identidad tal cual son”.
La encuesta fue realizada entre 2018 y 2019 a cien familias: de sus respuestas surge que lxs niñxs que se autoperciben dentro de una feminidad trans, tienen mayor probabilidad de expresar su disconformidad en edades más tempranas, entre 1 y 4 años (59 por ciento). Mientras que quienes se autoperciben dentro de una masculinidad trans tienen mayor probabilidad de realizarlo entre los 5 y 8 años (45 por ciento).
Al focalizar sobre cuales fueron estas manifestaciones se encontró que las prácticas más comunes están vinculadas con el uso de vestimenta del género contrario al asignado (83 por ciento) así como también un fuerte rechazo al género asignado (77 por ciento) y el uso de accesorios o cosméticos relacionados con el género autopercibido (65 por ciento). En menor medida, “pero no por ello menos importante” surgieron prácticas vinculadas con la manifestación a través de dolencias de índole orgánicas o físicas (39 por ciento), otras estrategias referidas al uso de pronombres personales (40 por ciento) o no responder al nombre elegido por sus padres (15 por ciento), señala el informe.
Entre lxs niñxs que tuvieron manifestaciones de índole física u orgánica, las más comunes están relacionadas con problemas respiratorios / broncoespasmos (24 por ciento), y el control de esfínteres, tanto enuresis (19 por ciento), como encopresis (18 por ciento). Un segundo segmento está vinculado con sentimientos: de tristeza (17 por ciento), enojo (11 enojo) y autoagresiones (9 por ciento).
“Todas estas manifestaciones se expresan por periodos, no son de índole permanente, también pueden darse de forma combinada. No necesariamente son exclusivas o excluyentes entre sí, lo que produce que no sea fácil de encontrar un único origen”, advierte el informe. Además, señala que entre las feminidades trans son más comunes las manifestaciones vinculadas con el control de esfínteres y de índole respiratoria. Mientras que en las masculinidades trans, se incrementa el enojo (19 por ciento) como un “síntoma” sin una explicación aparente.
La reacción de los distintos grupos familiares frente a las manifestaciones de sus hijxs fue otro de los aspectos en los que se indagó: El desconcierto y no saber qué hacer ni cómo reaccionar fue la respuesta más frecuente casi en la mitad de los casos (48 por ciento); en segundo lugar, intentar buscar ayuda (36 por ciento) frente a una situación donde lxs niñxs no hacen “lo esperado” por sus responsables. Luego, sensaciones de tristeza o angustia (34 por ciento) y temor (31 por ciento). Solo en el 6 por ciento de las familias la respuesta fue la aceptación.
Entre las familias cuya reacción fue buscar ayuda frente a la disconformidad de género de su hijx, la amplia mayoría recurrió a médicos y otros profesionales de la salud (casi 8 de cada 10) y en segundo lugar, se acercaron a consultar a Gabriela Mansilla (56 por ciento). “En combinación con las opciones anteriores, el uso de internet / redes sociales (59 por ciento) alcanza uno de los recursos más comunes en el recorrido para obtener ayuda para sus hijxs”, apunta el informe.
La psicología fue la principal rama de la salud a la que consultaron las familias (75 por ciento) y en segundo lugar, la pediatría (42 por ciento). “El 80 por ciento de las familias que recurrieron a profesionales de la salud declaró que estos no les ayudaron a conocer lo que era que les pasaba a sus hijxs. Esto nos hace reflexionar sobre el nivel de eficiencia de las distintas prácticas profesionales. Es necesario reparar en que no todxs lxs profesionales están instruidos o conocen como accionar cuando se trata de dimensiones vinculadas con la identidad de género trans. Si reparamos esto en las infancias, el recorrido de las distintas familias para obtener un buen asesoramiento puede resultar ineficiente y dependerá de ellas en confiar, o no, en lo que lxs profesionales de la salud les explican cuáles son las causas de los malestares de sus hijxs”, observar el informe. Además, destaca que solo el 37 por cietno de lxs adultxs se encuentra realizando un tratamiento psicológico, que lxs ayude a acompañar las experiencias de sus hijxs.
Luego de iniciada la transición de género por parte de lxs niñxs o adolescentes, las familias han declarado que el 84 por ciento de ellxs ha cesado con las manifestaciones físicas u orgánicas para expresar su disconformidad / malestar o las mismas han disminuido.
Si bien el 85 por ciento de lxs niñxs y adolescentes han modificado su nombre de pila, solo el 21 por ciento de las familias rectificó el nombre de sus hijxs en el DNI.
En relación a las instituciones educativas, la encuesta encontró que 6 de cada 10 colegios “no se encontraron preparados” para brindar una respuesta adecuada a las experiencias de lxs chiques. El 40 por ciento de las familias mencionó que las instituciones no escucharon las necesidades de sus hijxs, mientras que el 30 por ciento, dijo que sí. El relevamiento detectó en el ámbito privado “mayor reticencia” ante a las experiencias de lxs niñxs y adolescentes trans, que el sector público.