El municipio de Hurlingham dio el primer paso en lo que podría significar un avance sanitario de mayor escala en el uso medicinal del cannabis en el país. El Concejo Deliberante local aprobó una ordenanza que faculta al gobierno comunal al cultivo público y comunitario de plantas cuyos derivados podrán ser destinados tanto para la investigación como para el tratamiento de personas que necesiten aceite o derivados, y de manera gratuita.
La ordenanza fue impulsada por Annanda Cultiva, una ONG local integrada por un padres y madres de un centenar chicos con enfermedades complejas y tratamientos con aceite de cannabis. La elaboración del texto hasta su presentación llevó más de un año y finalmente se aprobó la semana pasada.
“Fue un trabajo de mucho tiempo, ahora falta la reglamentación”, destacó Casandra Collazo, presidenta de esa ONG y cuyo hijo padece neurofibromatosis tipo 1, una enfermedad que hace que el sistema nervioso dispare tumores. Tenía un tumor en el lóbulo frontal y otro en el hemisferio izquierdo, además de epilepsia refractaria. “Al año de tomar cannabis le hicimos una resonancia y una tomografía, y salió ‘cerebro normal acorde a la edad’”, relató a Página/12.
Martín Rodríguez, presidente del Concejo Deliberante local y quien tomó el pedido de la ONG, explicó a este diario que la ordenanza aprobada por unanimidad habilita al gobierno municipal a desarrollar “un cultivo comunitario con fines investigación y establece que los derivados de ese cultivo permitan incorporarse al sistema público, y se den para el tratamiento de enfermedades”. “Estamos habilitando a plantar y producir”, subrayó.
En este sentido se impulsó, también, la creación del Laboratorio Municipal de Especialidades Medicinales en el cual la sustancia podrá ser elaborada. Para ello crea un Consejo Consultivo del Cannabis Medicinal integrado por familiares de usuarios, profesionales de la temática, funcionarios, organizaciones sociales, universidades y el Instituto de Tecnología Agropecuaria (INTA), que garantizarán la transparencia y los derechos sanitarios de la población.
Hay otros dos distritos que tienen una legislación similar, General Lamadrid y San Vicente. La diferencia es que en ambos se autoriza la producción solo para uso científico, no para tratamientos. En este sentido, la de Hurlingham es “de avanzada”, destacó Rodríguez.
Una vez que este dispositivo esté en marcha, el aceite de cannabis podrá ser distribuido gratuitamente en centros sanitarios dependientes de la comuna, siempre y cuando cada caso cumpla los requisitos que aún se deben establecer.
El primer paso sería que el gobierno municipal suscriba convenios con el INTA y el Conicet, a fin de obtener la autorización para el cultivo comunitario. Luego, sí, se podrá “desarrollar la producción pública de cannabis en todas sus variedades y su eventual industrialización en cantidades”, tal como dice la ordenanza.
Actualmente, la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología (ANMAT) sólo autoriza la importación del aceite de cannabis para los tratamientos de epilepsia refractaria. La ley 27.350 crea las condiciones para que el Estado se ocupe de investigar, plantar, producir, comercializar el cannabis. Los laboratorios públicos podrían elaborar, el INTA supervisar y el Conicet controlar. Pero la política represiva del gobierno de Mauricio Macri hizo que todo durmiera el sueño de los justos.
Una de las modalidades de acceso al aceite de cannabis es el autocultivo, que está bajo una zona gris en materia legal. Otra más común es su compra a través de portales web de comercialización de bienes y servicios, el problema es que no se tiene garantías de qué cepas ni qué combinación tienen, quién y cómo lo produjo, y con qué otros componentes.
La ANMAT autoriza a cuentagotas la importación de aceite y, por ello, los precios son exorbitantes. “Si se compra en el exterior, un gotero que te dura un mes vale 30 mil pesos. En cambio, en Hurlingham el acceso será público y gratuito desde el laboratorio municipal”, destacó Casandra Collazo, presidenta de Annanda Cultiva.
Cuando el hijo de Cassandra tenía 5 años, le dieron solo dos más de vida. Ahora tiene 8. Tomaba siete fármacos. Después del primer año de tratarse con aceite de cannabis, “empezó a hablar, a conectar palabras”, contó la mujer. “Él antes era agresivo y se autoagredía. Vivía babeándose –describió-. Hoy en día sigue con el cannabis y yo descubrí a mi hijo, el que estaba atrás de todos los fármacos.”