PáginaI12 En Francia
Desde París
Bloqueada a la izquierda por la imposibilidad de un acuerdo entre los candidatos de las dos izquierdas francesas, el socialista Benoît Hamon y el líder de la Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon; cerrada a la derecha con la cuestionada candidatura de François Fillon y reforzada hacia la ultraderecha por el arraigo electoral de su jefa, Marine Le Pen, la política francesa se movió por el centro. El centrista François Bayrou, líder del partido MoDem y tres veces candidato a la presidencia, renunció esta vez a presentarse a las elecciones de abril y mayo próximo y, en el mismo movimiento, ofreció una alianza al cometa de la política francesa, el social liberal Emmanuel Macron, ex ministro de Finanzas del presidente François Hollande y líder del movimiento En Marcha lanzado en abril de 2016. El paso atrás de quien siempre ha sido “el tercer hombre” de la política nacional supone un espaldarazo para las posibilidades de Emmanuel Macron, hoy prácticamente empatado en las intenciones de voto con François Fillon. Ambos se disputan el segundo puesto que abre las urnas de la segunda vuelta y en la cual se enfrentarían con la candidata de la extrema derecha, Marine Le Pen, incuestionable monarca de las encuestas de opinión y beneficiaria permanente del carácter volátil de la campaña electoral.
François Bayrou explicó su oferta de alianza porque en ningún caso podía respaldar a François Fillon a raíz del escándalo sobre el puesto de trabajo ficticio con el que se benefició su esposa Penelope como asistente parlamentaria en la Asamblea Nacional. “A la derecha, el descubrimiento de estos casos revela la existencia de privilegios y derivas, pero, aún más chocante, la aceptación tácita y casi unánime de esos abusos”, dijo Bayrou. La alianza planteada con Macron está supeditada a cuatro condiciones inmediatamente aceptadas por Macron. La más importarte es que líder del movimiento En Marcha elabore una ley para la “moralización de la vida pública”. El planteamiento surge en uno de los peores momentos de la moralidad política: los dos posibles candidatos finales, Marine Le Pen y François Fillon, están bajo la lupa de la justicia por corrupción. Curiosamente, ambos están siendo investigados por lo mismo: el recurso a falsos puestos de trabajo, uno en el Parlamento Europeo, Marine Le Pen, y el otro en la Asamblea Nacional, Fillon. El peso político de François Bayrou ha ido evolucionando con el correr de las elecciones:en 2007 obtuvo 18% de los votos, en 2012 9% y ahora las encuestan lo sitúan alrededor del 6%. Su decisión ha sido tanto más sorprendente cuanto que, en el pasado, François Bayrou hizo declaraciones muy duras contra Macron, a quien acusó de estar respaldado por “los grandes intereses financieros”, de presentarse “sin proyecto” y de ser un nuevo intento del “hipercapitalismo para apoderarse de Francia”. Este movimiento en el centro de la escena política puede cambiar de forma rotunda el rumbo de las elecciones. Si una porción consistente del electorado del hombre del MoDem transfiere sus votos hacia Macron ello equivaldría a sepultar a las otras dos ofertas: la de la derecha, y la de la izquierda. De todas las propuestas que están en debate, la más incierta es hoy la de las izquierdas. Ninguna encuesta vaticina la presencia de los socialistas o de Mélenchon en la segunda vuelta. Ambas ofertas están distanciadas sea por la candidatura de Fillon, sea por la de Macron. A menos que el PS y Mélenchon lleguen a un pacto y uno de los dos renuncie a favor del otro, la presidencial francesa se jugará entre la extrema derecha, la derecha católica liberal de Fillon o el social liberalismo de Macron.
El acuerdo entre ambos dirigentes da crédito a la narrativa del ex ministro de François Hollande, sin programa visible pero comprometido con una retórica de cambio de costumbres y de la ficticia superación de las marcas entre la izquierda y la derecha. Macron dijo que la decisión del centrista era “un gesto valiente e inédito y un cambio decisivo en la campaña presidencial como en la vida política”. Lo cierto es que François Bayrou, más allá de sus argumentos oficiales para apoyar y pactar con Macron, aceptó la evidencia: su figura ya no atrae a tantos electores como antes. Emmanuel Macron surgió de la nada en marzo y abril de 2016 con su narrativa “ni de izquierda, ni de derecha” y consiguió ocupar tanto las tierras del centro como tramos del centro derecha y otras parcelas del centro izquierda. La dinámica está de su lado y no ya en las urnas de Bayrou. Si Macron gana la presidencia, Bayrou también resucita su presente político. La lógica de la conveniencia se impuso: el 5% de votos de Bayrou es una condición inevitable para que Macron supere la primera vuelta. Mismos valores, misma retórica, mismos electores.
La alianza planteada por Bayrou se articula en torno a “valores e ideas” y, por consiguiente, carece de condiciones inaceptables. El movimiento en el centro distorsiona un poco más una campaña ya incierta, pero, antes que nada, pone en peligro la candidatura del derechista François Fillon y obliga a las izquierdas francesas a replantearse sus estrategias mientras Marine Le Pen, con 27% de las intenciones de voto, continua inamovible su ruta hacia la presidencia.