El FA CAFF no es un festival para tibios. No es para quienes creen en cortarse solos. Tampoco para quienes quieren el tango de postal y patina brillante. El Familia CAFF tiene el alma del barrio que lo vio nacer, esa zona de Almagro fronteriza con Abasto, con adoquines, galpones reciclados y de cosas hechas por sí mismas, porque nadie más vendrá a hacerlas. El FA CAFF sucede en el escenario, pero también en la barra, en la Feria de Libros del pasillo de entrada, en los rincones, en los discos que pasan de mano en mano, en los reencuentros y los proyectos que germinan. Aún más importante, el FA CAFF mantiene la impronta de festival hecho por músicos, pero esta edición dio espacio hacia otros actores del universo tanguero. Durante la visita de Página/12 en la fecha del sábado pasado se hizo evidente todo esto, pero también las dificultades que atraviesa el sector, que no es ajeno a la crisis económica generalizada del país gobernado por el macrismo cambiemita.

Desde lo artístico, la fecha del sábado conjugó varias de las líneas presentes en el tango contemporáneo. Alfredo Seoane, sólo al piano, abrió con un puñado de obras propias, de corte más académico, compuestas originalmente para un disco en cuarteto que presentará pronto. Limón García, en formato solista más músicos, hizo un recorrido desde clásicos hasta temas indispensables de las nuevas generaciones (¿hay alguien que versione mejor que él “Canción para Mandinga”, del Gordo Alorsa?) Limón cantó sentado, pero saltando en la silla, como si estuviera por explotar. La Vagabunda, dirigida por Cintia Trigo, puso en el escenario esa influencia candombera, pródiga en milongas y valses, y centrada en temáticas sociales. Y el cierre, literalmente a toda orquesta, con la típica La Martino, los jovencitos gobbianos que se suenan todo y tienen algunos solistas sub30 que la rompen.

Ahora dicen ‘no, que esto es político, ¡¿cuándo no fue político?!”, plantea sobre el escenario Luis Aranosky y sintetiza buena parte del espíritu del festival, que no es apto para quienes critican a los artistas que toman partido y opinan sobre la cosa pública. Por eso Trigo canta sobre la violencia policial y Martino le compone a los bosques incendiados intencionalmente, y las chicas del Movimiento Feminista de Tango tienen su tiempo ante el micrófono para contar sobre el protocolo contra la violencia de género que impulsan para el ambiente tanguero en general y las milongas en particular. Un retrato de Pugliese, ese militante por los derechos de los músicos, histórico afiliado al Partido Comunista, sonríe desde la pared como con aprobación.

Las mesas, en tanto, reflejan los bolsillos del resto país. “Es muy difícil pedirle a la gente que venga 17 fechas”, reconoce en voz baja un músico. El CAFF está lleno, pero no rebosa como en otras ocasiones y las mesas tienen menos consumisiones que en ediciones anteriores. Incluso hasta hay algunos compartiendo pintas de cerveza. Y no es que sea un festival con entrada cara. Todo lo contrario: 200 pesos las anticipadas, 300 en puerta, comidas y bebidas a precios razonables. Algo así como una entrada de cine para unas cuatro horas de música y tango intensivo. Quizás por eso Aranosky lee poemas a la falta de agua y arranca gritando “¡Che, Macri! ¡Pedazo de timbero garcolandia!” Una síntesis impecable para un género que resiste desde lo más identitario al neoliberalismo y que pertenece a un sector que sufrió especialmente el impacto de los tarifazos, que quitaron poder adquisitivo a los espectadores. Una importante bailarina, de otro de los colectivos invitados a participar del FA CAFF, contaba a este medio que hace rato debería haber aumentado las clases, tanto las grupales como las particulares. “Pero si lo hacemos nos quedamos sin alumnos”, señala. “Ya bastante difícil está la cosa y no podemos negar el acceso”, plantea. Ese permitir el acceso a la cultura también está en el corazón del FA CAFF, que propone su Feria del Libro, con algunas obras indispensables en torno a la música ciudadana.

 

La cosa está difícil, pero nadie habla de dejar de hacer, de guardarse o tirar la toalla. Sostener los espacios, seguir difundiendo, recordar que el tango de hoy tiene cosas para decir. Quizás haya ahí una posible lectura a uno de los versos más polisémicos de Mariano Pini para La Martino. En “Pan de mi locura” reza: “En vano reclamar tus tempestades / si estás en mitad de un sueño antiguo / me miran con la fe de un espejismo / las lunas de tus ojos infernales”. En el Facaff, el tango sigue hablando en presente y soñando futuro.