1960 (Cage tenía 48 años): Cage hablaba continuamente sobre la Nada. Y le pregunté: “¿Y si... si cuando te mueras, quemas todas las cintas y todas las partituras y dejas a la historia de la música solo una línea: ‘Hubo un hombre llamado John Cage’?”.
Cage respondió: “Sería demasiado drástico”.
1982: Cage estaba con Klaus Schöening en el Westkunst (Colonia). Había mejorado mucho de la artritis después del tratamiento de acupresión y de la dieta que le recomendó la señorita Yamamoto en Nueva York.
Cage dijo (tenía 70 años):
“Tendré buena salud cuando me muera”.
Estrenó una obra en la que muchos artistas famosos muertos aparecen y hablan (James Joyce, MacLuhan, etcétera)... Era muy macabra, pero al mismo tiempo novedosa. Pensé que su manantial de ideas nunca se secaba. Mientras tengas ese manantial, estarás en la primavera de la vida.
1992: Visité a Cage para entregarle un cheque de no mucho dinero en concepto de los royalties o regalías de su obra. Se rio cuando vio que había escrito “loyalty” (“lealtad”) en lugar de royalty. Mientras estuve con él no pararon de sonar los teléfonos. Todas eran buenas llamadas... pero la combinación de mucho bueno puede ser malo. Le pregunté por qué no empleaba a una secretaria o se compraba una contestadora automática.
Me dijo: “No”.
Como para Joseph Beuys, contestar a todos aquellos teléfonos se había convertido casi en una religión.
Antes de ir a Corea (para celebrar mis 60 años), le dije a Margarete Roeder: “No lo lleves a tantos conciertos de cumpleaños... Van a acabar con él”.
Roeder me respondió: “Por supuesto, pero John se enfada cuando le digo que no vaya”.
Después de su muerte, Roeder dijo: “John murió con luna llena. Los monjes zen mueren con luna llena”.
Y yo dije: “Pero los monjes zen saben por anticipado cuando van a morir”.
¿Dejó testamento?
Voy a escribir el mío aquí de modo que luego no me pueda retractar.
1. Escogeré cómo quiero morir. La eutanasia es legal en Holanda y posiblemente también en México. Moriré en Holanda, porque es más limpio y compraron mi primera tv Buddha.
2. Cuando no pueda comunicar mi voluntad, alguien me deberá subir al primer avión rumbo a Ámsterdam.
3. Todavía no he decidido qué música escucharé cuando esté en el umbral de la muerte. Dudo. Puede ser Palestina o Josquin Des Prés o la Música de invierno de John Cage tocada por David Tudor, la Sonata de Primavera de Beethoven, o el segundo movimiento del Cisne de Saint-Saëns tocado por Charlotte Moorman... ¡Solo me puedo morir una vez, pero tengo tantas posibilidades!
4. En cuanto al dinero: el 10% de mi dinero, si hay alguno, debe ir a Amnistía Internacional, el 50% a Shigeko Kubota y el 40% se destinará a la formación de un modesto museo de videoarte y artes informáticas. Deberá abrirse en 2010 (puede que esté vivo o puede que no), se cerrará en 2032 (tendré 100 años entonces). Incluso Duchamp necesitó cien años para transmitir sus ideas. Puede que yo necesite más. El museo solo durará veintidós años (2010-2032 d.C.). Este número de años, 22, es simétrico con la galería en la que expuse por primera vez, que se llamaba Galería 22 (en el 22 Kaiserstrasse, en Dusseldorf, Alemania). En el año 2032 a la gente le gustará mi estética descuidada y tosca. Mucho antes de ese año, la gente comprenderá la belleza de la música real de John Cage. Hay una frase que esperaba haberle explicado a John, pero no tuve la oportunidad de hacerlo. Una vez dije (incluso por televisión) que escuchar la música de John Cage “era parecido a masticar arena”. Para mí aquello era un gran elogio, pero a la gente le pareció que era una frase despectiva. Pues volvería a decirla así:
El John Cage Bueno es el John Cage Malo.
El John Cage Malo es el John Cage Real.
El John Cage Real es el John Cage Bueno.
El John Cage Bueno no es un Buen John Cage. Da capo.
La gente suele decir que Cage fue un buen filósofo-músico que influyó en mucha gente buena pero que no fue un buen compositor. En mi opinión, esto es completamente falso. A mí lo que me atrajo fue su música, no su teoría. Asistí a sus clases por primera vez en Darmstadt, Alemania, en 1958, pero no me impresionaron mucho. Me pareció uno de esos norteamericanos superficiales de la vanguardia zen, de los que tanto abundaban y aún hoy siguen abundando. Lo que me convirtió en un ferviente seguidor de Cage fue su concierto con David Tudor... particularmente Variación n° 1 y n° 2 y la “aburrida” música de Feldman, en la que tocaron solo tres notas durante más de cinco minutos. Al día siguiente vino su Music of Changes [Música de cambios], que era realmente “aburrida”. Yo utilicé la expresión “Music of Unchange” [Música de no cambios] en mi reseña en el Ongaku Geijutsu de Tokio ese año. Por entonces, Cage tocaba también otros dos tipos de música. Una era una música “buena”, agradable, que muchos disfrutaban oyendo (como Sonata e Interludios o Variación n° 1 y n° 2, en las interpretaciones de Tudor). La música del segundo tipo era descuidada y desaliñada como un jardín en invierno (también hecha con Tudor, uno de los grandes genios de la historia de la música). En este segundo caso se transforma en un demonio y lanza los sonidos a la gente, como quien lanza arena al jardín... sin consideración decorativa alguna ni facilidad (para acortar el paso del tiempo) ni perfección. Este lado verdaderamente inescrutable de Cage es el que yo admiro. Muchos de sus discípulos y amigos más jóvenes se hicieron otra vez exigentes y estetas... después de haber pasado por el bautismo de Cage. Yo también. Pero solo Cage tuvo el valor y la confianza de escupir mierda...
Recuerdo el concierto de música y ajedrez en el Electric Circus hacia 1968. Él y su contrincante jugaban al ajedrez. El tablero estaba conectado y manipulado por Tudor. Ciertamente nadie podía hacer “buena” música durante tres horas sin haber pasado tres años componiéndola y envasándola. Pero aquí todo era improvisación. El resultado era algo que estaba más allá de lo bueno o lo malo, de lo bello o de lo horrendo, de lo parcialmente bueno o parcialmente malo. El resultado fue un tapete de sonidos de cuatro horas, que uno puede aceptar o no. Era como el universo. Fuller dijo: “Yo acepto el universo”. Y yo dije: “Yo acepto a Cage”. Porque era o naturaleza o universo. Su gran cantidad desarmaba nuestra pequeña escala de medida denominada “calidad”. Como se sabe, utilizamos la palabra “calidad” en dos sentidos diferentes:
1. Mejor..., o peor: un adjetivo comparativo.
2. Diferente... Por ejemplo: el queso munster puede ser mejor o peor que el queso camembert, pero ciertamente A es diferente de B.
En la música de Cage, esta distinción se hacía irrelevante. Era como masticar arena... Ningún artista antes ni después ha logrado alejarse hasta tal punto del decorativismo o el arribismo o de la competitividad. Cage componía mientras hablaba con los amigos, porque no le preocupaba la “calidad”.
En 1962 le dije a Alison Knowles: “Mi vida empezó una tarde de agosto de 1958 en Darmstadt... 1957 fue el año 1 a.C. (antes de Cage). 1947 fue 10 a.C. Platón vivió en 2500 a.C., no 500 a.C. ¿Qué significa A.D.?”
Ella me dijo: “A.D.” significa “después de la muerte”, o sea, “después de la muerte de Cristo”. La historia del mundo empezó con la muerte voluntaria de tres hombres.
Sócrates, Bo-i de China y Jesús.
En cualquier caso, para mí 1993 es el año 1 d.C. (después de Cage).
John Cage le dijo a George Brecht: “Me dicen que estás viviendo en Colonia”. Y Brecht respondió: “No, vivo en Sülz”. Lo cual equivale a decir: “No vivo en Nueva York, vivo en la calle 103”. Georg Brecht me dijo: “Creo que John Cage es secretamente ambicioso”, como si fuera un gran descubrimiento.
Cuando le preguntaron su opinión sobre Karlheinz Stockhausen, Cage respondió: “El mundo es lo bastante grande para dos compositores”.
Le pregunté a John: “¿Desde cuándo crees que eres un genio..., desde qué año?”.
Y él me dijo sonriendo: “Es muy agradable charlar contigo”.
Cuando en la televisión italiana le preguntaron: “¿Qué ciudad de Italia le gusta más?”, John respondió: “Prefiero Venecia porque en ella ya se han abolido los automóviles”. Era 1958, mucho antes de que se empezara a hablar del ecologismo. (Información facilitada por Klaus Metzger.)
* Escrito en 1992 por Nam June Paik (Corea, 1932—EEUU, 2006) y publicado en Du cheval à Christo et autres écrits, Bruselas, Lebeer Hossmann, 1993. Traducción de Pilar Vázquez. Texto incluido en el libro Fluxus Escrito, publicado recientemente por la editorial Caja Negra, con traducción y prólogo de Mariano Mayer.