Discutir sobre un nuevo gobierno nacional de la cultura implica también discutir en qué tipo de sociedad los argentinos queremos vivir. Pero esa discusión no inhabilita para nada considerar la importancia de volver a contar con un Ministerio Nacional de Cultura y que podamos aprobar una Ley Federal de Cultura para que el Ministerio cuente con una ley orgánica cuya autoridad de aplicación sea el propio Ministerio de Cultura. Una ley que garantice un gobierno federal de la cultura, un sistema democrático, participativo, inclusivo. Una ley que establezca un presupuesto general para la cultura. Discutir el país que queremos implica en primer lugar darle a la cultura el lugar que se merece en su vida institucional y productiva.
Sabemos que la cultura no es sólo las Bellas Artes, la Artes Escénicas, la Literatura o las Industrias Culturales. Aunque también es todo eso y mucho más. La cultura genera trabajo genuino. La cultura ha aportado al Producto Bruto Nacional en la plenitud de su desarrollo más que la pesca o que la minería.
El debate cultural permite hablar de los contratos sociales, del sentido de la propiedad de la tierra, del cuidado del medio ambiente o de la soberanía nacional y la integración latinoamericana. Se trata de reconocer los derechos culturales y la importancia del rol del Estado para que todo ciudadano tenga acceso a la cultura. Estos temas siempre estuvieron instalados en los grandes debates sobre la cultura. Pero debemos ir por todas las cosas que nos garanticen volver a las grandes conquistas históricas y a su vez ejercer un nuevo Gobierno de la Cultura con una Ley Federal de Cultura que le de calidad institucional al futuro Ministerio.
Cómo vamos a distribuir y producir los bienes culturales en el país. Cómo vamos producir democráticamente las industrias culturales. Cómo vamos a gobernar centralizadamente y des-centralizadamente todas las instituciones culturales es un gran tema. Cuáles son las instituciones que nos faltan y cuáles serán sus legislaciones en el caso de la Ley Nacional del Libro o de la Ley Nacional de Danza por ejemplo. Que hay que hacer con el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) o con el Instituto Nacional del Teatro (INT) o con el Fondo Nacional de las Artes para que tengan presupuestos y gobiernos con autonomías relativas y centralizaciones que no sean corporativas.
Pero a la vez hay que considerar que hay nuevos paradigmas en las lógicas de producción cultural, en la forma en que participan los públicos en el consumo cultural y en las nuevas reconfiguraciones del propio núcleo social de la cultura. No podemos pensar en formas tardías de gobierno asociadas al siglo XX. Estamos ante una nueva era muy vinculada a las nuevas tecnologías En este sentido el Grupo Barolo ha reconocido ejes fundamentales organizadores de nuevas políticas culturales que están asociados a la democratización de la convergencia digital ante el masificado uso y disfrute de la cultura por la vía digital. El Estado debe garantizar el acceso a la conectividad. La cultura implica diversidad, pluralidad de voces, el mercado uniforma todo por intereses comerciales. Debemos respetar a los trabajadores de la cultura, a sus tiempos de especialización en nuevas tecnologías y a las transiciones profesionales frente a los nuevos soportes digitales. También debemos considerar la soberanía digital y el comercio electrónico en los derechos de autor y en las nuevas redes de comunicación. Además debemos considerar las múltiples identidades basadas en cuestiones sociales, sexuales, lingüísticas, étnico-culturales o de cualquier tipo.
Por eso se trata de pensar en un Ministerio de Cultura con políticas federales y presupuesto, en una ley que regule la vida orgánica del Ministerio, en el rol determinante de las nuevas tecnologías considerando que cada provincia debe tener un observatorio de políticas culturales asociado a las nuevas tecnologías. Debemos aceptar que la creación de imágenes, metáforas, bienes culturales, o la artesanía popular, no están en contradicción con las nuevas tecnologías, que la centralidad de un Ministerio no confronta con las autonomías provinciales ni con las autonomías de las instituciones nacionales. Se trata de reconocer que la gran crisis que generó el neoliberalismo en la cultura nos da la gran oportunidad para inaugurar una nueva etapa para los gobiernos de la cultura en el país de forma participativa, integral y moderna.
* Director Artístico del Centro Cultural de la Cooperación.