Desde Río de Janeiro
Acorde a la Constitución brasileña, no hay censura en Brasil, y la libertad de expresión está asegurada.
Acorde a Jair Bolsonaro, el ultraderechista que preside este país náufrago, no existe censura: existen "filtros".
Acorde a la realidad, la censura volvió, y volvió con fuerza. Enemigo radical de la cultura, las artes y de la inteligencia en general, el gobierno de Bolsonaro volvió a censurar drásticamente. Empezando por el cine.
‘Chico: un artista brasileño’, documental del premiado director Miguel Faria sobre Chico Buarque, fue invitado a participar de un festival de cine brasileño que se realizará en Montevideo. La embajada de Brasil en Uruguay, una de las patrocinadoras del evento, determinó que la película fuese eliminada de la programación.
Con eso, el gobierno de Bolsonaro hace su estreno en una nueva modalidad: la censura más allá de las fronteras. Si existen "Médicos sin frontera", la creatividad de Bolsonaro lanzó ‘censores sin frontera’.
El enojo del gobierno con Chico Buarque es ilimitado. Cuando él fue galardonado con el premio Camões, que equivale en nuestro idioma al Cervantes, por todo lo que escribió a lo largo de la vida, Bolsonaro explotó en cólera. Quiso saber quién había nombrado a los brasileños que integraron el jurado. No para felicitarlos, desde luego: para exigir la decapitación del entonces secretario de Cultura, responsable por la selección.
‘Marighella’, primera película dirigida por el actor Wagner Moura – uno de los más brillantes de su generación en toda América Latina – viene siendo recibida con fuerte impacto en festivales de varios países. En el de Berlín, uno de los más importantes del mundo, la historia del mítico guerrillero brasileño fue recibida por fuertes aplausos. En el gobierno, por fuertes muestras de furia.
La fecha de estreno sería el 20 de noviembre. Sería: trabas puestas por el ente regulador, la ANCINE (Agencia Nacional de Cinema), suspendieron el estreno, y ya no se sabe cuándo ocurrirá.
Otras once películas, entre documentales y obras de ficción, serán exhibidas en festivales importantes alrededor del mundo. La misma ANCINE había aprobado cubrir los gastos de traslado de los directores y productores. La tajada más generosa: poco más de mil cien dólares por película. Otras, alrededor de mil. O sea, poquísimo.
Pese a la insignificancia de los valores destinados, en los últimos días la ANCINE anunció que los recursos anteriormente aprobados fueron anulados. Argumento: falta de dinero. El total no llegaba a trece mil dólares.
No por coincidencia, tres de las películas tratan de temas homo-afectivos, otra aborda la cuestión de la juventud negra. Una de ellas, ‘Greta’, tiene como protagonista a Marco Nanini, uno de los mayores actores brasileños. No importa: hay que preservar ‘los valores de la familia’ defendidos por la familia presidencial, que nadie sabe cuáles son.
Bolsonaro ya había anunciado que no se harían películas ‘pornográficas’ con recursos públicos. Fue intensamente aplaudido por los fundamentalistas que lo siguen. El criterio sobre qué es o no pornografía depende exclusivamente de lo que diga el señor presidente. O lo que determinen sus alucinados hijos.
Para hacer más turbia aún la situación del cine brasileño – que pasa por un periodo de fuerte reconocimiento internacional – la ANCINE está prácticamente acéfala.
Bolsonaro amenazó con liquidarla. Se calmó un poquito (si es que alguna vez se calma…) frente al argumento de que el sector emplea a miles de trabajadores y mueve millones de dólares. No la liquidó pero la congeló: cortó 43% del presupuesto del fondo responsable por financiar la producción audiovisual brasileña, y lo que restó no se sabe cuándo aparecerá, ni cuáles serán los criterios para su destinación.
Con eso, están paralizadas prácticamente todas las nuevas producciones programadas para rodaje o finalización. La industria del cine, como consecuencia, amenaza colapsar.
El ministro de Educación, que comete errores de concordancia cuando habla y de ortografía cuando escribe, no practica censura de forma abierta: optó por suspender en algunos casos y cancelar en muchísimos otros la concesión de becas de investigación académica. Puso especial mirada en las becas destinadas a investigaciones en arte, cultura y las llamadas ciencias humanas. Y suspendió, claro, la compra de libros.
Sí, sí, no hay censura, hay ‘filtros’. Vaya cinismo…