De contar la historia de los gobiernos progresistas en América latina, de enumerar sus triunfos y fracasos, así como de relatar su crisis y su choque ideológico con una oleada neoliberal que intenta volver a foja cero el mapa del establishment político de la región. De todo eso se ocupa el documental Latinoamérica, territorio en disputa, dirigido por el dúo que integran Esteban Cuevas y Nicolás Trotta. Por ese camino reconstruyen la cronología de la política latinoamericana a lo largo de las primeras dos décadas del siglo XXI.
Producida por el Grupo Octubre con apoyo de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo, entre otras entidades públicas y privadas, Latinoamérica, territorio en disputa ilustra el arduo escenario de la América latina contemporánea. Se vale para ello de los valiosos testimonios de sus protagonistas directos: los presidentes y ex mandatarios que hicieron posible aquel proceso de integración regional. Entre ellos, el boliviano Evo Morales, los brasileños Luiz Inácio Lula Da Silva y Dilma Rousseff, el uruguayo José Mujica, el ecuatoriano Rafael Correa y el paraguayo Fernando Lugo.
Para Víctor Santa María, director general del Grupo Octubre, “Latinoamérica, territorio en disputa es una apuesta a desarrollar una mirada crítica de los procesos políticos recientes en la región, para poner en valor sus logros y establecer los desafíos de cara al futuro”. “Sobre todo a partir de la enorme expectativa que genera la posibilidad de que a partir de octubre pueda comenzar un nuevo proceso popular en nuestro continente”, concluyó.
El documental será presentado hoy a las 19 en el ND Ateneo, Paraguay 918. El estreno comercial tendrá lugar mañana y la película podrá verse todos los días a las 19.30 en el Cine Gaumont y los domingos a las 22 en Malba. También se realizarán proyecciones en la Sala Caras y Caretas (Sarmiento 2037) y en el teatro La Máscara (Piedras 736).
“Latinoamérica, territorio en disputa tiene todos los elementos narrativos del modelo clásico del relato cinematográfico”, afirma Cuevas. “Empezamos por señalar los núcleos que establecían los conflictos dentro del continente e identificar personajes, que no son solo los principales líderes políticos de la región sino también los pueblos que sostienen esos procesos”, continúa el codirector. “En la película hay una doble línea que le hace un espacio a los rostros de Latinoamérica, un continente mestizo y multicultural, porque son ellos los que representan a esos proyectos políticos. Retratamos cómo esos pueblos y dirigentes enfrentan los obstáculos que intenta poner esta oleada conservadora que aspira a volver a tomar el poder en la región”, redondea.
–El expresidente uruguayo Mujica dice que “la historia real es difícil de compaginar con aquello que nos parece”. ¿Qué rol esperan que tenga la película en el intento de acortar la distancia entre la “historia real” y “aquello que nos parece”, el relato que cada uno construye en el día a día?
Nicolás Trotta: –El objetivo es el de ser una herramienta pedagógica y de debate respecto de este proceso, con una mirada crítica. Intentamos que no sea una película que adhiera sin un análisis profundo de los avances y los limitantes que impidieron profundizar ciertas transformaciones. Marco Aurelio García, asesor de Lula y de Dilma, dice que no haber tenido capacidad de acelerar las transformaciones forma parte del proceso que vivió América latina. En ese sentido, intentamos colaborar en generar una consciencia vinculada a ese cambio y a la vez identificar aquellas transformaciones que no se logró impulsar en el campo popular para garantizar una fuerte democratización del poder y no solo una disputa en términos del desarrollo.
Esteban Cuevas: –El documental está pensado para que lo entienda todo el mundo, por eso decidimos no dar nada por sentado. En la introducción hay números precisos que, más allá de la contextualización, hablan por sí solos de los logros de estos gobiernos progresistas y para presentarlos utilizamos el recurso de las infografías. Es una información necesaria para establecer un punto de partida y entender que a esa acción la siguió una reacción.
–Pero si los gobiernos progresistas fueron tan transformadores y positivos, ¿cómo se explican sus derrotas electorales e institucionales?
N.T.: –Eso se vincula con esa incapacidad de democratizar el poder, profundizar la movilización social y la generación de consciencia colectiva. Incluso estos procesos muchas veces se transformaron en expresiones reivindicativas de lo realizado, en lugar de marcar nuevas utopías hacia adelante. Eso explica en parte la derrota argentina en 2015. Pero, por otro lado, también hubieron quiebres institucionales que no se previeron, como el que ocurrió en Paraguay con el juicio político express a Lugo.
–¿Se puede pensar el caso paraguayo como la prueba piloto de lo que ahora definimos como lawfare y que después se implementó en otros países?
N.T.: –Es lo que pasó con la destitución de Dilma o la proscripción de Lula en una democracia más institucionalmente consolidada como la de Brasil. Ahí donde radica una discusión más profunda: América latina es un territorio de disputa de las principales potencias del mundo y el impacto que tuvieron esos hechos se confirma hoy en la sumisión de la agenda brasileña a la de EE.UU. Brasil perdió el protagonismo que tenía en el mapa internacional a partir del Brics o de su liderazgo democrático en América del Sur, al punto de que ni siquiera lidera como debería el intento por resolver la crisis política, económica y humanitaria en Venezuela. Ese es un ejemplo de incapacidad de los gobiernos progresistas para instrumentar políticas que pudieran resistir esos embates. Que no siempre surgen desde nuestros países, pero que se nutren de actores locales para condicionar el desarrollo continental.
–Marco Enríquez-Ominami, tres veces candidato a presidente en Chile, dice que “la economía se devoró a la política”. ¿En la actualidad la eficacia de la política debería medirse por su capacidad para poner a la economía al servicio de intereses sociales por sobre los económicos propiamente dichos?
N.T.: –Ocurre que los países centrales pretenden que adquiramos una agenda que no es la de ellos a la hora de pensar como debe ser el Estado. EE.UU. o los países europeos tienen marcos regulatorios, y Estados más presentes y eficientes que los latinoamericanos en términos del capitalismo. Y sugieren que como países periféricos hagamos lo que nos dicen pero no lo que hicieron para alcanzar los niveles que lograron en materia de desarrollo y concertación entre las fuerzas del capital, las productivas, el sector del trabajo y el propio Estado. Sin entrar en teorías conspirativas, creo que eso se relaciona con el rol que los países centrales le asignan a América latina.
–Una discusión que viene desde la época de las colonias.
N.T.: –Y que sigue presente. Eso incluye que no tengamos una voz uniforme, que no profundicemos los marcos de integración económica y política, que seamos solo exportadores de materia prima y sigamos importando empleo y tecnología. Es una discusión que hay que dar con inteligencia, sin culpar a los demás sino mirando nuestro propio territorio. Pero, como plantea Lula, no se pueden resolver tres siglos de colonización mental en diez años. No solo en nuestra sociedad sino también en nuestras instituciones democráticas, que apenas tienen 100 años. También creo que el resultado de las PASO, que seguramente se repetirá en octubre, va a tener un impacto regional, porque lo que pase en la Argentina va a influir en Brasil. Y si se mira hacia México con López Obrador, con una victoria de Daniel Martínez en Uruguay y la continuidad de Evo Morales en Bolivia se puede abrir una etapa nueva, donde el mapa de la región vuelva a tener una mirada progresista y popular.
–Pero si esa proyección se cumple, lejos de volverse progresista el mapa se convertirá en un escenario de conflicto, con una región dividida. Porque los gobiernos de Brasil, Colombia, Ecuador o Chile son de corte neoliberal.
N.T.: –Pero con un equilibrio mayor entre las fuerzas. Y si se piensa en la actualidad, con el desprestigio que está generando Jair Bolsonaro, se va a empezar a reconfigurar la mirada de la principal economía de nuestra región.
–En la película se dice que “el poder económico se defiende a sí mismo”. ¿Eso equivale a dar por sentado que el poder político y el poder económico no necesariamente confluyen en la figura de quien gobierna?
E.C.: –Claramente, no. Hay veces en los que lo hace, como en el caso de este gobierno, que parece estar atendido por sus propios dueños. Pero otras veces la disputa va por otro lado. Eso es algo que nos decía Lula, que ellos llegaron al gobierno manejando apenas el 20% del poder real. Entonces las medidas que se toman siempre están limitadas por la coalición de gobierno por la cual llegaron. Sobre todo en Brasil, donde el sistema de partidos políticos está atomizado, el congreso está dividido en 1.500 partes y al armar coaliciones quedás limitado a la hora de tomar decisiones transformadoras.
–La película comienza con un texto de José Martí que entre otras cosas dice: “El pueblo que quiera ser libre, sea libre en negocios”. Un concepto socialista muy cercano al axioma capitalista según el cual la libertad es en primer lugar libertad de negocios. ¿Los extremos políticos se tocan en la economía?
N.T.: –Ese es un texto de fines del siglo XIX que no dice solo eso. También se refiere a un camino que debe ser el que transite América latina. Porque para enfrentar la desigualdad, la pobreza o el atraso y lograr protagonismo en el contexto internacional América latina tiene que desarrollarse. Y el desarrollo se da a partir de la generación de riqueza, un asunto sobre el que se debe dar un intenso debate, no solo acerca del rol del Estado sino de cómo distribuir los beneficios. Ese texto, que no solo dice eso que planteás, hace referencia a la discusión entre los países y sus intereses. En ese sentido, sabemos que los países de América latina comparten historia, objetivos y miradas sobre el futuro. Es ahí donde hay que lograr una sinergia que trascienda lo económico y lo comercial, para desde ahí unificar la estrategia y alcanzar el protagonismo internacional que la región debería tener.
–En un momento, Lugo dice que “uno de nuestros errores grandes ha sido la corrupción”, porque se convirtió en la bandera que después se utilizó contra los progresismos. ¿Qué características tendría que tener el proceso de autocrítica para asumir y superar los errores cometidos en ese sentido?
N.T.: –Los hechos de corrupción son intrínsecos a toda sociedad, aunque esto no implica justificar cualquier comportamiento de esas características. Pero no se puede dejar de observar que en este caso también han sufrido un fuerte esquema de manipulación de la información. Creo que a todas las sociedades latinoamericanas nos cuesta distinguir, a partir de la intermediación de los medios de comunicación y también de los órganos judiciales, porque a partir de ahí se empiezan a generar escenarios donde se edifica una sospecha que después es difícil desarticular.
–¿Pero la autocrítica no debería ir más allá de enumerar operaciones mediáticas o judiciales, que en todo caso corren por cuenta de terceros?
N.T.: –Estamos de acuerdo. Por eso la autocrítica forma parte del documental y por eso estamos hablando de esto ahora. De ninguna manera nos hacemos los distraídos con ese tema.
E.C.: –De ahí nace la decisión de hacer dialogar algunos testimonios que incluso discuten entre sí, algo que ocurre en varias partes de la película. Porque la idea es abrir una discusión lo más amplia posible. Por eso además de proyectar el documental en salas comerciales vamos a recorrer todo el territorio, para que la gente pueda participar del debate que proponemos.
Para anotar en la agenda
CINE GAUMONT (Rivadavia 1635); del 19/9 al 25/9, todos los días a las 19:30.
MALBA (Figueroa Alcorta 3415); los domingos a las 22.
SALA CARAS Y CARETAS (UMET, Sarmiento 2037); a partir del 18/09, sábados a las 15:45; desde el 25/9, miércoles a las 19:30.
TEATRO LA MASCARA (Piedras 736); viernes a las 17:30; sábado a las 20:30.
CENTRO CULTURAL DE LA COOPERACIÓN (Corrientes 1543); los martes de octubre a las 19.