¿Cómo podía imaginar el escritor y guionista irlandés Ronan Bennett que su historia sobre un par de dealers de los barrios bajos londinenses iba a conquistar a un ferviente admirador en las filas del rap al otro lado del Atlántico? Pero así fue, el rapero canadiense Drake se hizo fan de la serie británica Top Boy al verla en las repeticiones de Youtube hace algo más de tres años. Cancelada por Channel 4 luego de su segunda temporada en 2013, la serie despertó un encendido culto debido a ese retrato duro pero ajustado de la marginalidad y la violencia en el suburbio londinense de Hackney, camuflado en la ficticia barriada ‘Summerhouse’. Drake quedó fascinado por ese mundo tan cercano a su propia infancia, al slang que evocaba el sonido de las calles de su Toronto natal, aun a kilómetros de distancia. Al saber que la serie había sido suspendida, contactó a su creador y le propuso reflotarla, volverla a la vida a como diera lugar. Y eso fue lo que consiguió.
En una larga nota escrita para The Guardian a fines de agosto pasado, Bennett deja entrever que aún no puede creer cómo se dieron las cosas. Recuerda que una mañana recibió el llamado de su agente anunciando que un cantante quería reunirse con él para conversar sobre Top Boy. “La verdad es que al principio no le presté mucha atención. En este mundillo muchos expresan interés o fanatismo por una serie o una historia, pero no pasa de ahí. Cuando él insistió en encontrarnos personalmente, les dije a mis hijos que tenía una reunión con un cantante llamado Drake. ‘¡¿Qué?! ¿Conoces a Drake?’, me preguntaron sorprendidos. Enseguida lo googleé y me di cuenta que esa reunión era verdaderamente importante”. Drake resultó la llave perfecta para revivir a aquella ficción que tanto lo había conmovido. Desde hacía un tiempo posteaba capturas de sus personajes en Instagram, recreaba el dialecto callejero con cierta ironía y se mostraba ferviente admirador de esa fábula de crimen y redención. Ese mismo entusiasmo que lo impulsó a perseguir a Bennett hasta que aceptara reunirse con él, fue el que lo llevó a las oficinas de Netflix para conseguir una vía posible para su resurrección.
De las calles de Londres al culto incondicional
“Top Boy nació hace una década cuando descubrí a un chico traficando drogas frente al supermercado del barrio. Contacté a mi amigo Gerry Jackson, una figura respetada en la comunidad, y él me puso en contacto con varios jóvenes que comenzaron a contarme sus historias. Cuanto más escuchaba, más me interesaba en las vidas que llevaban. Hablamos de las drogas, de la policía, de la cárcel y de la mecánica del tráfico. Pero también hablamos sobre sus hogares y sus familias, sobre la escuela y la universidad, sobre deportes y zapatillas, sobre música y televisión. Todos eran de familias pobres y desfavorecidas. Y la mayoría eran negros”. El barrio que describe Bennett es un municipio del noreste de Londres: Hackney. Sus calles combinan el tráfico de drogas y el crimen con el proceso de gentrificación que comenzó hace algunos años. Territorio de contradicciones, de permanentes tensiones entre los residentes y los recién llegados, ese escenario se convirtió en ‘Summerhouse’, el barrio ficticio que la serie delineó como un espacio de fronteras flexibles, marcado por los corredores del mercado comunal, la plaza frente a la escuela, los monoblocks derruidos. Y allí Bennet situó su historia y a sus personajes, antihéroes de ese Oeste moderno en permanente crisis.
El autor y creador de la serie dio forma al guion y decidió presentarlo a la BBC. “No les terminaba de gustar la historia y sobre todo se resistían al lenguaje. En los tiempos previos a Fleabag –la creación de Phoebe Waller-Bridge que cambió las reglas del juego en la ficción británica-, ciertas palabras eran inaceptables. Estaba claro que estaba buscando en el lugar equivocado”. Finalmente se aventuró a la cadena Channel 4, donde Liza Marshall, una de sus ejecutivas, dio luz verde al proyecto y el mundo de Summerhouse cobró forma. Estrenada en las noches de 2011, Top Boy se convirtió en un inesperado éxito, consiguió críticas entusiastas y despertó el interés de una comunidad que nunca se había visto en pantalla de esa forma. “La respuesta británica a The Wire ”, la llamó The Independent, y el sitio Vice le dedicó una extensa nota a la historia oral detrás de la serie, a los cientos de testimonios que la originaron, a esos relatos en primera persona sobre los que se modelaron los personajes y se definieron esas cotidianas epopeyas.
Esa primera Top Boy entrelazaba varias historias. Una de ellas era la de Dushane y Sully, dos dealers y compinches de las calles de Summerhouse, que lidiaban con quienes les proveían las drogas y quienes se las robaban. En esa puja por su autonomía, se perfilaban sus personalidades: Dushane, más cercano a los códigos del viejo hampa, apegado al barrio y a la familia, aplomado y cerebral; Sully, más joven y ambicioso, fronterizo en su lealtad, de humor cambiante y explosivo. Junto a ellos se formaba la tropa de soldados, los niños que pululaban por las esquinas del mercado, que tomaban pedidos y pasaban entregas, que deambulaban por la plaza como espías camuflados. En el barrio también habitaban Ra’Nell y su madre Lisa, él intentando escapar a esa vida de orfandad y peligro, ella internada por adicciones y sumergida en toda serie de culpas; Gem y su perro; los vietnamitas que traficaban marihuana y armaban terrazas de cultivo en departamentos hacinados; el bueno de Leo que se había redimido de su adicción con la ayuda de la comunidad; y la embarazadísima Heather, que esperaba un golpe de suerte para criar a su hijo en los departamentos prometidos por la gentrificación.
“Top Boy era mucho más que una historia de crimen”, recuerda Bennett. “Colocaba a Dushane y a Sully en el seno de una comunidad. Los lazos familiares eran el corazón de toda la historia”. Y las comparaciones con The Wire no se hicieron esperar. La mirada de Bennett evocaba la sequedad del retrato de Baltimone que ofrecía la mítica ficción creada por David Simon : el fragor de las calles, la intempestiva violencia, el asomo de la tragedia a cada paso. Mientras la policía era la puerta de entrada para la historia de The Wire, Bennett había decidido dejarla en el fuera de campo, como una amenaza latente, como una presencia subterránea. Ahí estaban los “feds” –agentes federales- preguntando en las callecitas laterales del barrio, persiguiendo a los adictos, golpeando a los chicos que se retrasan en la escapada. Sin embargo, lo que atrajo al público fueron los pequeños dramas que asomaban detrás de cada rostro, las absurdas causas de cada explosión de violencia, el singular derrotero de cada terrible decisión. “A los jóvenes les encantó. Vieron sus vidas en la pantalla y respondieron con entusiasmo. En respuesta a la gran cantidad de seguidores en Twitter, alguien señaló: ‘¿Se dan cuenta que todo esto fue creado por un irlandés de mediana edad?’ Y sí, ese era yo”.
El hombre detrás de la cortina
Más allá de lo que transmite su apariencia de oficinista de cuello blanco y austera sonrisa, Ronan Bennett conoce de primera mano el mundo que retrata, y su mirada política sobre la realidad no es algo que haya surgido únicamente de esos años en Hackney. Nacido al norte de Belfast, ya a sus 18 años fue un participante activo de las famosas protestas por la independencia de Irlanda del Norte. En 1974, en el marco de una serie de ataques del IRA, recibió una dudosa condena por asesinar a un miembro de la gendarmería del Reino Unido, y estuvo un año en prisión hasta su liberación. Emigrado a Inglaterra, estudió en el King’s Collage, comenzó a militar en el Partido Laborista, y en 1991 escribió su primera novela, La segunda prisión. En 1993, participó como guionista de la serie Screenplay, bajo las órdenes de Michael Winterbottom, y allí se inició su camino en la televisión que tuvo en Top Boy su proyecto más personal. Los tiempos de esa convulsa Irlanda de su adolescencia reaparecen en el nervio que adquiere la ficción desde su concepción. “Cuando provienes de una comunidad que está asediada permanentemente, y luego vives en un barrio que experimenta la misma situación, no es difícil establecer empatía. Nunca tuve la idea consciente de traer al presente mi memoria del conflicto de Irlanda del Norte, pero es parte de quien soy, como persona y como escritor”.
El éxito de la primera temporada de Top Boy le abrió a Bennett las puertas para una continuación en 2013. Pero las cosas cambiaron en ese proceso. Su esposa enfermó de cáncer, su casa se convirtió en un desfile de médicos y ambulancias, sus hijos pequeños lo necesitaban, su ánimo se hizo sombrío y el tono de su mirada se fue haciendo más oscuro y opresivo. “De alguna manera, trasladé lo que me pasaba a los guiones. Hay muchas escenas de hospitales, hay una oscuridad que se cierne sobre toda la temporada. La muerte parece estar a la espera. A diferencia de la primera, que era dura pero albergaba cierta esperanza, la segunda temporada mostraba la absurda muerte de un niño. Y Dushane corría por su vida en un final desolador”. Ese retrato que sintonizaba con el momento personal de su creador también capturó el estado de ánimo de una sociedad. Junto al tema de la droga, la gentrificación y el crimen, la segunda temporada ofrecía el preámbulo a un cambio de época, a una pobreza más extendida, a la incidencia de las bandas de una Europa del Este desmembrada, a los ecos de un mundo signado por el miedo y la desigualdad.
El rescate de Netflix
Pese a esa aura de oscuridad, la segunda temporada recibió críticas exultantes y cimentó el culto que Bennet había inaugurado dos años antes. Pero, casi sin explicaciones, Channel 4 decidió cancelar la serie. Todo era incógnita y desilusión hasta que seis años después llegó el sorpresivo llamado de Drake. Fue más que un padrino, fue el hada madrina que consiguió el visto bueno en las entrevistas con la gente de Netflix y el financiamiento para su continuación. “En la reunión con Netflix, Drake se mostró tan apasionado sobre las virtudes del show que los convenció, les dijo que no había nada en la televisión como Top Boy, que mostraba un mundo que era completamente ignorado”, recuerda Bennett. Y pese a los rumores que aseguraban que la nueva Top Boy sería una remake all’americana, Drake se reservó solo el rol de productor ejecutivo y defendió frente a los inversores una única consigna: que la nueva historia se mantuviera fiel a la original, al mundo de Summerhouse, con sus rostros y sus tragedias.
Finalmente el viernes 13 de septiembre desembarcó en Netflix la nueva temporada de Top Boy, con el mismo halo, la misma estética, y con nuevas historias para contar. El epicentro sigue siendo esa Londres marginal y pecaminosa, asediada no solo por los fantasmas de la pobreza y la marginalidad sino por una nueva realidad definida por las tensiones de la era post Brexit. “Todo el mundo está pagando más por todo. Autos, comida, café. Es el Brexit”, explica uno de los dealers de la banda de turcos que ahora controla la provisión de droga en la zona. Precios altos, nuevos inmigrantes, viejas disputas. Todo sigue más o menos igual en Summerhouse pero algunas cosas han cambiado. Dushane se encuentra refugiado en Jamaica y Sully espera su salida de la cárcel. Al cruzar la barrera de los 25 años, el reinado de ambos en las calles se ve amenazado por una nueva juventud que arrecia con menos escrúpulos y más determinación. Los personajes retienen esa ambigüedad que los había definido: la violencia en la disputa de la calle, la lealtad y protección en el entorno familiar.
Top Boy combina esas caras familiares con una nueva generación de intérpretes. Como en las dos temporadas anteriores, en las que los protagonistas estaban encarnados por músicos como Ashley ‘Asher D’ Walters y Kane ‘Kano’ Robinson, junto a actores no profesionales y algunos descubrimientos –como Michaela Coel y Letitia Wright- que luego hicieron carrera, esta nueva entrega cuenta con los cantantes de rap David ‘Dave’ Omoregie –apadrinado por Drake- y Little Simz, con el excelente Micheal Ward –que representa toda una promesa- y también con muchos intérpretes no profesionales que brindan ese tono de efectivo realismo que ha definido a la serie desde su origen. Los tiempos han cambiado y Top Boy ha entendido que en estos años desde su despegue nuevos temas como la inmigración, la aguda crisis económica y la tensión por la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea son acuciantes. Casi como una paradoja, los hechos políticos de la Inglaterra actual parecen contribuir a comprender el tono nihilista que ha sido una marca distintiva del estilo de su creador. Como señala Bennett en una reciente entrevista con el mismo The Guardian, “las cosas solo pueden empeorar bajo el liderazgo de Boris Johnson. No se podría haber elegido dirigentes con menos empatía y comprensión del entorno social del que provienen nuestros personajes, que los que hoy gobiernan. No tengo ninguna esperanza de que comprendan lo que sucede en este mundo, porque son insensibles a él”.