Pequeños grandes mundos son los que los ilustradores y docentes Ivanke y Mey recorrieron y compilan en este sorprendente libro. Son los que conocieron viajando durante dos años por 32 países de América, Asia, Africa y Europa. También, al regreso de ese largo viaje, por escuelas rurales de todas las provincias argentinas, a lo largo de otro año y medio. Siempre, compartiendo con los chicos y chicas de todo el mundo lo más próximo para ellos: el dibujo.
Algo que, pronto descubrieron, no a todos les resultaba tan cercano, o al menos no de la misma manera. Pero que, sin embargo, dejó sembrado un recorrido de arte que expresa culturas, sueños, pesares y esperanzas alrededor del mundo. La vida en dibujo es lo que finalmente quedó retratado, con mucho color y fotos de sus protagonistas, en este libro publicado por Sudamericana.
¿Cómo será la vida de un chico en Japón? ¿A qué le gustará jugar a una chica en una tribu en Etiopía? ¿En qué se parecerán y en qué no chicos y chicas de lugares y culturas tan distintas? Estas preguntas dispararon un proyecto que pronto pasó de ser una idea lanzada al aire, a un financiamiento colectivo y al comienzo del viaje, en 2014. El libro, como el viaje, arranca en la selva misionera y sube por la Amazonia y Centroamérica. Cruza al Asia, descubre Camboya, Tokio, Tailandia, Nepal; sube al Himalaya, llega hasta la India, atraviesa el desierto. Sigue por las tribus de Africa, donde descubre que los mismos cuerpos pueden ser pinturas elaboradísimas; conoce escuelas de Etiopía, Kenia, Tanzania, luego Mozambique. Pega una vuelta por Europa, donde también comparte dibujos con niños y niñas refugiados sirios; no elude el tema de la discriminación.
Todo ese largo y expansivo recorrido está muy bien sintetizado en las 60 páginas de Pequeños grandes mundos, que tienen la virtud de presentar a esos chicos y chicas, sus realidades, sus costumbres, sus sonrisas, sus dibujos y con ellos sus deseos, temores y sueños, de manera muy ágil y siempre en contexto, con fotos intervenidas y relatos del viaje, explicaciones de la cultura o la geografía y anécdotas en forma de historietas. Como hicieron en el viaje, de este modo los ilustradores “les presentan” a los chicos otros como ellos, pero que viven en lugares muy lejanos; muy diferentes, muy iguales.
“Lo que más nos sorprendió fue llegar a un lugar donde tanto adultos como chicos nunca habían dibujado en su vida. Eso fue en algunas tribus del sur de Etiopía. Es algo que nunca nos habíamos preguntado si pasaba, porque hay cosas que todos damos por hecho”, se siguen sorprendiendo al recordar Ivanke y Mey. “Hay muchas realidades bien distintas. Y por ejemplo, hay chicos que no dibujan, aunque para nosotros dibujar sea algo inherente a la infancia. Así como para ellos era lo más común del mundo tal vez cazar o criar animales y estar en contacto con saberes acerca de la naturaleza que nosotros probablemente no tengamos a lo largo de toda nuestra vida”, observan.
Las anécdotas se acumulan. En un orfanato en el campo en Tanzania, prepararon una tela en una pared y a la noche proyectaron dibujitos a nenes y nenas que nunca en sus vidas habían mirado televisión ni cine. Les mostraron La Pantera Rosa. “Se morían de risa, igual que nosotros cuando éramos chicos. Con ellos no compartíamos ni el idioma, ni un montón de otras cuestiones culturales, pero sí compartíamos códigos del humor”, recuerdan.
Otras observaciones traen reflexiones sociológicas menos felices sobre las infancias en el mundo, hoy. “Nos llamó la atención cómo alrededor del mundo se escucha tan poco a los chicos. Cómo se da tanto esto de ponerlos en el rol pasivo de la escucha, del aprender. Y no dar lugar a lo que tienen para decir”, observa Mey. “También cómo en todo el mundo los varones tienen mucho más habilitado el juego y el ocio que las nenas. En las calles, en los barrios, en el campo, en el exterior, se los ve a los varones jugar, correr. Nos preguntamos tantas veces ¿dónde están las nenas? Y las nenas siempre estaban adentro ayudando a sus mamás, con más obligaciones, haciendo tareas domésticas”, completa Ivanke.
Los ilustradores cuentan que recibieron “la enorme amabilidad y generosidad de la gente alrededor del mundo”. Una cama donde pasar la noche, un plato de comida, nunca les faltó, cuentan. Tampoco escuelas, bibliotecas, espacios de infancia, dispuestas a abrir sus puertas para recibir las propuestas de talleres que llevaban. “Tenemos recuerdos de haber conversado con chicos cuyo idioma no conocíamos en absoluto. Charlamos mediante el dibujo, de otro modo nunca nos hubiésemos podido comunicar. Al menos no de manera convencional”, se ríen.
Al regreso de ese viaje, Ivanke y Mey llevaron sus talleres a las escuelas rurales argentinas, siempre relacionados con la identidad. De allí surgió toda otra cantidad de dibujos, cuentos, libros hechos por los mismos chicos, y las esculturas que llamaron Guardianes de la Cultura, que terminaron formando parte de una exposición que en Buenos Aires pudo verse en las últimas vacaciones de invierno en Fundación Andreani, en La Boca.
Compañeros de oficio, de aventuras y de vida, Ivanke y Mey se radicaron hace poco en un paraje de Traslasierra, en Córdoba. Ahora están “un poco más quietos” tras la reciente y feliz llegada de un hijo. “Eso en cuanto a viajes”, aclaran. Lo cual no les impide seguir compartiendo lo aprendido por esos lares, en escuelas, bibliotecas y espacios de cultura. El viaje ya no es físico, pero de algún modo sigue. “Nos encanta conectar a chicos y chicas de diferentes lugares a través de videos, fotos, de las historias que contamos. Por eso hicimos este libro. Para intentar achicar las distancias entre realidades lejanas”, dicen.
* Pequeños grandes mundos. La vida en dibujos, de Ivanke y Mey, se presenta el sábado 5 de octubre, a las 16.30, en la librería Soplavientos (Billinghurst 970). La entrada es libre y gratuita, para toda la familia.