La Comisión de Defensa de la Casona de Lucio V. Mansilla, junto a vecinos del barrio de Belgrano y organizaciones sociales, realizará este sábado un abrazo simbólico a la residencia ubicada en Pasaje Golfarini al 2300, para reclamar que se preserve su arquitectura original y para que se destine a uso público y actividades culturales. En enero pasado, el gobierno nacional entregó el predio, que es monumento histórico nacional, a la Agencia de Administración de Bienes del Estado (AABE), la agencia inmobiliaria estatal, y habilitó, una vez más, negocios inmobiliarios con bienes públicos. La titular de la ONG, Alicia Pangella, sostuvo que "quieren demoler partes originales y privatizar el espacio, porque ellos ven el terreno como negocio y no el valor histórico del lugar".
La convocatoria es a las 15, para reclamar protección y contar la historia de la casona que muchos vecinos desconocen y que se alza en el casco fundacional de Belgrano, sobre la calle Golfarini, entre Olazábal y Blanco Encalada. Allí está emplazada la residencia de 2600 metros cuadrados que mandó a construir en 1870 el militar, escritor y dandy Lucio V. Mansilla, al que otro gran escritor y ensayista, David Viñas, definió como "nuestro Mark Twain".
Años después, en 1892, Mansilla, duelista aficionado a las mujeres, al juego y los viajes, tapado por las deudas, debió desprenderse de la casona de estilo neorenacentista italiano, con más de 20 habitaciones, vitraux y caballeriza. Luego de sucesivos usos por particulares, la mansión fue sede de la Escuela Normal Nº 10, desde 1914 hasta 1982, cuando se trasladó a un nuevo edificio.
De esa escuela salió el grupo de exalumnos que hace 20 años pelea por recuperar para el barrio ese espacio histórico. Pangella fue alumna, preceptora y docente, ahora jubilada, del Normal. "Somos un grupo que nunca nos fuimos de la escuela, que armamos la Comisión para que la casona sea de la comunidad. Después de años de abandono, desde la Comisión logramos que el gobierno nacional pusiera en funcionamiento la casa: la luz, el agua y que se contrate vigilancia".
Si bien reconoce que la residencia tiene problemas y hay que restaurarla, afirmó que el "gobierno insiste con que está en ruinas y no es cierto, es para justificar que se avance con los negocios inmobiliarios. Este año (Mauricio) Macri decidió que ni la casona ni el Palacio Otamendi (en San Fernando) le servían y se los entregó a la AABE".
La Decisión Administrativa 24/2019, publicada en el Boletín Oficial el 18 de enero de este año, afirma con relación a ambas edificaciones que "resulta conveniente poner a disposición de terceros, a través de procesos de disposición y/o enajenación, los inmuebles considerados inadecuados para las necesidades de gestión del Estado nacional... promoviendo la cooperación con el sector privado".
Según explicó Pangella, cuando asumió el macrismo la gestión nacional les habían prometido inversiones para restaurar la casa, y hasta llegaron a proponer instalar ahí el Museo Nacional de Arte Oriental, que no tiene sede propia. "Se hizo una semana un taller, trajeron un arquitecto británico y se habló de aportes de la embajada japonesa y del Ministerio de Cultura".
Y aunque los defensores de la casona no estaban tan de acuerdo con la idea del museo oriental, tampoco se iban a oponer si recuperaba el lugar. Aunque hubieran preferido el proyecto que tenía el gobierno kirchnerista de convertirlo en base del Instituto Dorrego (desarticulado por Cambiemos) porque terminaba conformando en el barrio un polo histórico junto con el Museo Sarmiento y el Larreta. Un destino más afín para la casa de quien fuera, entre tantas otras cosas, el sobrino de Juan Manuel de Rosas, impulsor de la presidencia de Sarmiento y el tercero en discordia en la fundación de las letras nacionales. La obra Una excursión a los indios ranqueles disputa el podio entre el Facundo y el Martín Fierro.
De acuerdo a la presidenta de la ONG, la versión que circula con fuerza es que se entregará el lugar en comodato entre cincuenta y setenta años a un privado para montar un petit hotel. Y, por otro lado, según contó, "ganar espacio demoliendo parte del inmueble para que en la propiedad que se encuentra en la esquina de la cuadra (en Blanco Encalada y Tres de Febrero), que pertenece a Macri, se pueda levantar un edificio".
"Pidieron permiso a la Comisión Nacional de Monumentos para ampliar el espacio y les habilitaron la demolición de los laterales, que son dos alas originales. En el hall les permiten bajar el techo y demoler paredes, o sea, se pierde la casa. Quedaría la fachada, el patio y las magnolias, pero por dentro podrían modificar prácticamente todo", explicó Pangella, quien señaló que la ABBE sostiene que "si hay muchas limitaciones no se van a conseguir inversores".
Un breve repaso de los vericuetos legales: la casa fue catalogada por el gobierno porteño con nivel de protección estructural en 1998 y en 2000 fue declarada monumento histórico nacional; en 2001, la Comisión de Defensa de la casona pidió al gobierno porteño que expropie el edificio y lo convierta en un centro cultural. En 2013 la Corte Suprema de Justicia resolvió que la mansión sea expropiada por el Estado nacional, y dispuso que debía ser restaurada y preservada. Remarcó su indudable valor cultural y, recordó que las disposiciones del artículo 41 de la Constitución Nacional impone a las autoridades el deber de preservar el patrimonio natural y cultural de la Nación.
"Queremos que se respete el espíritu de la ley de Monumento y el fallo de la Corte que apunta al uso público y al desarrollo de un espacio cultural, que es lo que pedimos desde hace veinte años. La casa la dejaron caer pero aun así la estructura está firme y todos los arquitectos que consultamos dicen lo mismo: 'todo se recupera'", explicó, y advirtió que "lo que no aceptamos es que se demuelan partes originales ni que se privatice el espacio".