Por una de esas rarezas del destino, el cineasta uruguayo Federico Veiroj y el actor Daniel Hendler nunca habían trabajado juntos. Veiroj es uno de los más destacados directores del país rioplatense que formó parte de la “generación dorada” del cine del país vecino junto a cineastas como Pablo Stoll y el recordado Juan Pablo Rebella. Hendler, en tanto, cruzó el charco hace varios años, se instaló definitivamente en Buenos Aires en 2005 y construyó una sólida carrera artística en la televisión y el cine argentinos. Por lo tanto, que ambos amigos de hace más de treinta años coincidieran en una película era casi una deuda pendiente.
Finalmente, ese encuentro profesional se concretó: Así habló el cambista es el nuevo film del director de La vida útil, y en este film Hendler logra una de sus más grandes actuaciones. El largometraje empezó bien derecho: integró la programación del Festival de Toronto, también compitió nada menos que con The Irishman, la nueva de Martin Scorsese, en el Festival de Nueva York, y ahora se exhibirá en San Sebastián. La película, además, fue elegida para representar a Uruguay en la pelea por una precandidatura a Mejor Película Internacional de los Premios Oscar de la Academia de Hollywood.
“Hemos codirigido algún corto hace mucho. De hecho, en su primera fotonovela que hizo en la Facultad de Cine yo actuaba. Él hizo la continuidad en mi ópera prima como director, Norberto apenas tarde. Hemos sido colaboradores entre sí desde cualquier rubro, pero yo nunca había trabajado para un largometraje de él. Frente a sus ganas como director y las mías como actor, este proyecto era inmejorable”, comenta Hendler en la entrevista con PáginaI12.
Basada en la novela de Juan Enrique Gruber, publicada en 1979, cuando tanto la Argentina como Uruguay vivían bajo dictaduras, Así habló el cambista es una historia situada mayoritariamente en la Montevideo de 1975. Allí vive Humberto Brause (Hendler), un hombre que asciende en la empresa de cambio de divisas de su suegro (Luis Machín). La hija del dueño, Gudrun (Dolores Fonzi) es la esposa celosa de Brause. Pero este hombre, que se autodefine como “el origen de todos los males”, también hace el trabajo sucio: lava plata de políticos y de gente vinculada al poder.
-¿Es la película más distinta de Veiroj?
-Sí, aunque seguramente en cuanto a tamaño, la película se vea más grande de lo que es. Igual, es la más grande que él hizo. Y también más épica. Más allá de que tiene un arco particular, que nada en aguas oscuras con un humor extrañado, también tiene una épica que Cote (así llaman sus amigos a Veiroj) había mostrado en secuencias aisladas de sus películas, pero acá es todo como una gran ópera.
-¿Leíste la novela de Gruber?
-Sí, la leí. Durante el rodaje la fui terminando. Lo que pasa con los guiones cuando adaptan una novela es que, a veces, los personajes empiezan a cobrar su propia dimensión y no siempre es nutritivo lo que aporta una novela para un actor, porque hay cosas del personaje de la novela que después fueron para otro lado.
-Era un guión sin fisuras.
-Sí, era un guión muy trabajado y además con un montaje final muy parecido a lo que estaba escrito, cosa que no es tan corriente. En el montaje se escribe una nueva película. Acá hubo cambios, pero se mantuvo mucho de lo escrito.
-Si bien está muy anclada en Uruguay, la película aborda temas que son muy universales como, por ejemplo, la ambición desmedida. ¿Crees que por eso fue seleccionada en tantos festivales?
-No, creo que fue seleccionada porque tiene un peso cinematográfico evidente, al menos para mí. Me parece que está muy bien filmada. Más allá de mi colaboración, creo que el elenco es sólido, me gustan mucho los trabajos de mis compañeros y es una película interesante más allá de que haya temas universales. Y ése no sé si es el punto más fuerte, porque muchas veces los festivales prefieren que nosotros hagamos las películas que están destinadas para nosotros; para mostrar nuestra realidad desde una óptica más latinoamericanista. En ese sentido, la película es una rareza sudamericana. No creo que es lo que están esperando que hagamos. O sea que es al revés y valoro justamente que esté en los festivales, porque no es lo que se nos pide.
-¿Qué significa que Así habló el cambista haya sido elegida por Uruguay para competir por una precandidatura a los Oscar de la Academia de Hollywood?
-Me parece que justamente en esta época puede darle una visibilidad y eso sirve. Después, es una lotería. Es muy difícil que se profundice ese camino hacia el Oscar, pero ya el hecho de estar preseleccionada le da una visibilidad que sirve, que es bienvenida.
-Si bien está ambientada en los '50 y en los '70, ¿crees que, en parte, es una película muy actual por los temas que trata?
-Sí, pero hay algo que es de otra escala. En todo caso, pone de relieve las diferencias. Hoy estamos acostumbrados a ver películas que nos plantean una realidad aumentada, que la violencia es mucho más violenta que la que nos rodea, que las conspiraciones internacionales son mucho más conspiranoicas. Todo está aumentado. Y yo creo que esta película es un poco al revés, porque va a una época y va a la escala de esa época, donde estos tipos son timadores, son mediocres oportunistas que tratan de manejar su poder. Pero me parece que la amenaza actual es a otra escala y no es con estos pobres tipos que buscan hacer la suya sino con grandes entramados de poderes financieros internacionales que, más que injerencias en nuestros países, tienen un dominio absoluto. O, al menos, operan directamente. Acá cuenta al revés. Es mucho más de escala humana, donde el tipo cuenta las valijas y se pregunta “dónde meto las valijas”. Y el problema no pasa tanto por eso sino por otra escala de estafas.
-¿Tu personaje es ante todo un oportunista?
-Sí, es un oportunista y en una voz en off dice: “Todavía no era lo suficientemente astuto para pasar desapercibido”. Nosotros asistimos a cómo él va aprendiendo el oficio de la oportunidad financiera. Entonces, en ese punto es interesante porque nos ubica en un punto de vista cercano al personaje y a sus deseos como protagonista de la película, y nos enfrentamos al horror de sus valores. De ahí se desprende el humor particular que tiene la película, porque él es como nuestro héroe y es el peor héroe que podemos tener.
-En ese sentido, es un personaje que despierta sentimientos ambivalentes porque por momentos se lo puede querer y por momentos se lo puede llegar a odiar.
-Sí, ese borde era el más difícil, porque cuando una película se vuelca claramente a odiar o amar a tu personaje tenés el camino más claro, más allanado respecto de cómo hay que odiarlo y cómo hay que amarlo. Cuando jugamos en este borde es más delicado y, a la vez, también interesante porque hay que defender al personaje y, al mismo tiempo, ser crudos y mostrar sus peores miserias.
-¿Fue el personaje más complejo de componer por los matices que tiene?
-Puede ser. Hubo otros que me resultaron muy difíciles, aunque no tanto por la composición. De hecho, uno que hice hace poco en El otro hermano fue una composición más solapada, ensombrecida, pero para mí fue muy difícil. Esta también, que es mucho más externa porque hay elementos de transformación física con los que jugué. Pero eso, a veces, facilita un poco la tarea porque uno se pone en ese disfraz y es desde ahí que empieza a encontrar una suerte de efecto dominó, una serie de repercusiones que tienen esas cuestiones físicas en la forma de ser, de estar. Más complejo es cuando uno trata de ocultar la composición e ir a la esencia de un personaje sin elementos, sin lianas de las que agarrarse, jugando con la estructura psicológica sin tanta repercusión en lo físico. Pero Federico, como me conoce y conoce también limitaciones y cosas mías, fue súper exigente conmigo y eso sí que fue difícil.
-¿Por qué se decidió que utilizaras dentadura postiza? Cambia tu tono de voz y encima en una película en la que tenés a cargo la narración en off. ¿Fue incómodo?
-(Se ríe) Incómodo, sí. De hecho, después vi al que hacía de Freddie Mercury, que también le habían puesto dentadura postiza y ahora que transité eso me doy cuenta de que los movimientos que a veces hacía con la boca eran inevitables, porque es un elemento totalmente extraño que uno no tiene naturalizado. Eso genera un efecto físico dominó que es interesante porque te va modificando todo. El motivo tuvo que ver primero con que Federico quería un personaje con una particularidad física casi que lo dotara de cierto aire impune. Por otro lado, como me conoce bastante, también quería verme distanciarme, alejar el actor del personaje. Además, nos gusta mucho Il dentone, una película que, de alguna manera, él homenajea con estos dientes.
-¿Tiene un plus filmar en Montevideo?
-Probablemente. Las veces que más estuve en Montevideo fueron cuando filmé mis películas. Desde que empecé a vivir en Buenos Aires, las veces que filmo allá, al estar dos o tres meses, me ayuda a reconectar con la gente y los tiempos de allá. Eso está bueno. Montevideo también tiene de bueno que se puede filmar una película de época en algunos lugares que no fueron muy intervenidos por la época actual.
-¿Cómo notás la evolución del cine uruguayo desde 25 watts hasta la actualidad? ¿Marcó un punto de inflexión?
-Sí, primero porque no estaba ese surco abierto. En la época en que hicimos 25 watts no habían viajado películas a festivales ni tampoco había todavía muchos ojos puestos en nuestra cinematografía. 25 watts fue una oportunidad muy inesperada para nosotros. Y, al mismo tiempo, uno puede entender que eso haya sucedido. Hoy, los festivales están mucho más gobernados por algunos patrones de mercado. Y como mencionábamos al principio, no sé si una película tan chiquita que no muestre la realidad como se pretende ver desde afuera, llegue a donde llegó 25 watts. Fue una rareza. Viéndolo hoy, no sé si es tan fácil para una película hecha en esas condiciones llegar a donde llegó 25 watts.
-Hace unos días, Diego Peretti sorprendió diciendo que se sintió actor muchos años después de haber empezado a trabajar en el rubro. ¿Cuál fue la bisagra en tu carrera artística?
-No sé si llamar bisagra, pero hubo varios momentos importantes que fueron oportunidades únicas. También siento que tuve bastante suerte. Quizá la que más recuerdo fue cuando uno de mis grandes maestros, uno de los actores que yo más admiro, Roberto Jones, me llamó para hacer el personaje que yo soñaba hacer en una obra de teatro en Montevideo. Fue cuando yo tenía 19 años y estuve al lado de él trabajando. Pero recién puse “Actor” en el pasaporte hace muy poquitos años, mucho tiempo después de vivir de la actuación. Yo estudiaba Arquitectura y empecé a retrasar los últimos años de Facultad, a dilatar ese último tramo, hasta que no pude ir más a la Facultad y quedó ahí trunco. Pero me llevó incluso más años asumir que yo ya era actor y, en todo caso, director y guionista. Hoy pongo “Actor” con entusiasmo, aunque me costó.
-¿Uno de los hitos de tu carrera fue el Oso de Plata en el Festival de Berlín por tu composición en El abrazo partido?
-Sí, a nivel de reconocimiento de mirada de afuera, fue un momento fuerte y la verdad es que lo disfruté mucho. El tema es que también hay una parte en mí probablemente algo fóbica, sobre todo en ese momento, que me hizo patear un poco el tablero. Me daba miedo subirme a algún tipo de oportunidad, producto de aquel premio. Pero lo re disfruté y, además, me dio buenas oportunidades.
-¿Tenés algún proyecto como director después de Norberto, apenas tarde y El candidato?
-Hice algunas series web que valoro mucho, en especial una que se llama La división. También valoro otras que dice como Los demonios y Guía 19172. Ahora estuve dirigiendo algo de teatro y estoy escribiendo de a poco. Pero como vivo más de la actuación, lo que hago es esperar que me tomen los proyectos a mí. No los pongo en una agenda prediseñada sino que voy esperando que esos proyectos me vayan arrastrando y empujando. Y en un momento paro y trato de dejarme un año para dedicarme a eso. Pero hasta que eso no sucede, voy haciendo notas y cuando puedo voy escribiendo algo.
La mirada sobre la realidad
Hipocresía y doble discurso
En los últimos tiempos, Daniel Hendler expresó sus opiniones a favor del movimiento feminista, del derecho al aborto y del uso del lenguaje inclusivo. "Es difícil resumir mi mirada, pero veo con buenos ojos todo movimiento que luche por algún tipo de igualdad", asegura el actor. "Eso no quiere decir que uno crea que haya una forma correcta o más quirúrgica de hacerlo. Cualquier cambio y mover estructuras siempre tiene costos. Así que yo veo en las nuevas generaciones que hay cambios saludables. Después, habrá de todo: cosas exageradas y cosas todavía invisibilizadas, pero también creo que se pueden empezar a percibir cambios que son saludables".
-Visto a la distancia, El candidato tiene mucho de cómo se construyen los prototipos de la derecha, como cáscaras vacías, sobre todo con lo recorrido en estos años en la Argentina.
-Sí, lo que después pasó fue que la realidad, por un lado, legitimó a la película y, al mismo tiempo, la dejó chica en cuanto a sus pretensiones delirantes (risas).
-¿Qué es lo que más te duele de este momento político del país?
-Las hipocresías y los dobles discursos, eso que tanto cuesta desenmascarar, esos dobles discursos tan blindados.