A Leonor Manso y Antonio Grimau los une un pasado en común de pareja y un presente compartido desde el oficio. Desde sus inicios, ambos estudiaron con Juan Carlos Gené, y trabajaron juntos en televisión (Un cachito de vida, en 1968), teatro (El deporte de mi madre loca, de Ann Jellicoe, en 1969) y cine (La Mary, dirigida por Daniel Tinayre en 1974), pero luego sus trayectorias artísticas se bifurcaron y ya no volvieron a cruzarse, hasta hoy, 45 años después, con una obra que los reencuentra para interpretar a un matrimonio en crisis permanente.
Se trata de Danza macabra, escrita por el dramaturgo sueco August Strindberg en 1900, y que relata el vínculo tormentoso entre Alicia, una actriz frustrada, y Edgardo, un militar alcohólico, que sostienen un matrimonio de 25 años en el que la costumbre pesa más que el deseo. Y en medio de ese clima de tensión será un primo de Alicia, Kurt, interpretado por Gustavo Pardi, el que irrumpa para generar más conflicto. Con traducción y versión de Analía Fedra García, Grimau y Manso se prestan al juego teatral para lo que definen como una “batalla entre los dos sexos”.
“Fue una propuesta tan interesante que no había manera de no aceptarla. La obra es un desafío actoral fantástico, que pocas veces uno tiene oportunidad de frecuentar. Son personajes que lindan entre la locura y la normalidad. Hay quienes, como en esta relación, siguen eternamente juntos a pesar del infierno en el que viven. Por eso la visión de Strindberg es abarcativa de lo que todavía hoy sigue sucediendo”, sostiene el actor quien sugirió la incorporación de Manso al proyecto. “Poder compartir un escenario con ella era un viejo sueño que por fin se concreta con esta pieza”, señala al respecto.
Por su parte, la actriz se muestra entusiasmada con el inminente estreno. “Aunque lo que contamos es un drama tremendo, el público seguramente se va a reír de muchas cosas porque hoy algunos mecanismos que muestra Strindberg son reconocibles. La manera expresionista, extrema, en la que está escrito el texto, revela que no somos personas racionales”, reflexiona, a la vez que describe a los protagonistas como “dos falsos que actúan frente al tercer personaje que aparece”. “Son dos locos muy atractivos”, suma Grimau.
- ¿Cómo es reencontrarse arriba del escenario después de tantos años sin trabajar juntos?
Antonio Grimau: - Es muy placentero. Leonor me parece una actriz extraordinaria, de unas características poco comunes. Es maravilloso trabajar con alguien que tiene la mejor onda, que te sugiere cosas y que tiene una mirada del espectáculo sumamente interesante y muy inteligente.
Leonor Manso: - Pasaron muchos años, pero tuvimos una formación común y eso facilita el trabajo. Por eso para mí también es un placer enorme reencontrarme con él en esta obra y con estos personajes tan extremos.
- ¿Qué les atrajo del material?
L.M.: - Esta obra me parece genial, porque tiene un conocimiento de lo humano muy grande. No hay ni buenos ni malos, y todos muestran sus contradicciones, sus necesidades y sus fracasos. Strindberg define a esta pieza como “la historia de dos fracasados”. El personaje de Antonio es un capitán, que jamás pudo llegar a ser coronel, y mi personaje se supone que fue una actriz pero dejó el oficio. Ninguno de los dos tiene lo que siempre desearon y eso los une, como también lo hace la llegada de Kurt, el tercer personaje.
A.G.: - Strindberg es un gran autor que tiene una visión muy profunda acerca de determinada relación de pareja, porque hay mucho de su experiencia personal en sus obras. Y eso hace que los personajes sean muy atractivos. Yo sentí desde un primer momento que mi personaje era muy lejano a mí y tuve que bucear mucho para encontrar el carácter de este tipo que no se sabe nunca cuándo está diciendo la verdad o cuándo está mintiendo. Es muy controvertido y raya en la locura. Eso hace que como juego teatral sea muy interesante.
- Alicia en un momento dice que ella y Edgardo intentaron separarse, pero que no pudieron. ¿Por qué creen que les ocurre eso?
L.M.: - Es un vínculo de pareja reconocible, donde hay amor y odio. Ambos necesitan ese tipo de relación.
- Es de alguna manera un amor tóxico, algo que no es deseable…
L.M.: - Sí, pero yo no le pongo un título. Me parece que de distintas maneras estas relaciones son bastante comunes. Tenemos en la cabeza una idea de la pareja, pero los seres humanos no somos tan lógicos como nos dice el psicoanálisis que tenemos que ser. Y lo genial de Strindberg es que justamente pone eso en evidencia.
A.G.: - Por eso es que estos personajes son tan difíciles de acercar a uno. En un principio, asusta un poco la propuesta de componer a seres tan al límite. Conozco actores que han dicho: “Ni loco me meto con esa obra”, porque es muy revulsivo todo y muy movilizador, pero por otro lado también es atractivo. Como dice Leonor, creo que Alicia y Edgardo se necesitan desesperadamente, porque incluso geográficamente están aislados del mundo y básicamente están necesitados de esta especie de vampirismo que aplican el uno hacia el otro.
- La perspectiva de género, que adquiere cada vez mayor visibilidad gracias al movimiento de mujeres en la Argentina, invita a repensar los vínculos. ¿Creen que este nuevo paradigma puede contribuir a reformular ese tipo de relación?
L.M.: - Por supuesto, y creo que esto ya está cambiando por la evolución de la mujer a través de las generaciones. Mi personaje, por ejemplo, no trabaja, y depende totalmente de su marido, y actualmente con las mujeres ya no ocurre lo mismo. Hoy hay un principio de individualidad, de libertad y de decisión.
A.G.: - Me parece un cambio fundamental e importantísimo que nosotros los hombres tengamos que revisar conductas en relación a la mujer. Y el empoderamiento también es un paso trascendental que se está empezando a dar.
L.M.: - Ya en nuestra generación, a fines de los sesenta y en los setenta, comenzó a cambiar mucho el vínculo entre el hombre y la mujer, y la nueva generación va cada vez por más y eso está buenísimo.
A.G.: - Creo que la obra echa una mirada sobre esto. Porque evidentemente hay un tipo de relación que debería ser corregida con el tiempo, lo cual es difícil, como decía Leonor, por la falta de racionalidad que a veces nos abarca y que hace que en determinadas circunstancias se pierdan los límites. Pero hay que cambiar eso.
*Danza macabra puede verse en el Teatro Regio (Córdoba 6056), de miércoles a sábados a las 20.30 y los domingos a las 20.