En boca cerrada, dirigida por Jorge Azurmendi, es una obra con una estructura clásica en muchos sentidos, no solo desde su narrativa, sus actuaciones y su puesta sino también desde un argumento que desarrolla, a lo largo de dos horas, la vida de una familia de pueblo cuya cohesión se ve amenazada, entre otros factores, por la identidad gay del hijo mayor. La linea de tiempo recorre los años previos a la muerte de Evita hasta la caída del gobierno de Isabel, período en el que la consolidación del proyecto heterosexual, a la sombra de la gran pareja peronista, y la figura de un padre autoritario, eran asumidos -como lo habían sido antes y lo seguirían siendo hasta mucho después- como los rieles naturales sobre los que debía avanzar la vida familiar. Una hija que se divorcia o un padre que llora a escondidas y cuya sensibilidad es un secreto guardado por su esposa, son dos piedras más en los zapatos de esa normalidad ficticia; en esta trama el hijo gay, el único de los personajes que se va del pueblo y que a su vuelta, tras la muerte del padre, impulsa a abrir el juego, porta la voz de todo lo que su familia silencia. Una obra dinámica, conmovedora, con momentos de humor y muy buen manejo de los recursos narrativos, sobre todo a la hora de ir y venir en el tiempo del relato. Pero si algo desentona no es a nivel argumental, sino justamente a nivel de estos recursos: la inclusión de una escena sexual entre los varones en la cual aparecen desnudos bajo una iluminación especial, le imprime al encuentro un énfasis demasiado pronunciado que la desbalancea respecto de las restantes. Por otra parte, cada vez que la pareja gay tiene un acercamiento, la música que los acompaña es reconocible de las películas de Almodóvar, una campanita que desafina como extemporánea para esta pieza en la que los detalles de época han sido muy bien cuidados. En boca cerrada, que obtuvo varias nominaciones a los premios Florencio Sánchez y María Guerrero durante 2016 y cuenta con un muy buen elenco -entre ellos Rita Terranova, Roberto Romano y Cristina Dramisino-, es, más allá de cualquier crítica, una oportunidad para no perderse en el panorama teatral de este verano en la ciudad de Buenos Aires. l
Lunes a las 20, Teatro del Pueblo, Avenida Roque Sáenz Peña 943.