En 1979 Kate Bush salió por primera vez de gira con su legendario “Tour of Life”. En un mismo show reunió música, danza, magia, lecturas, performance y demostró al mundo que era una estrella y prodigio musical. Nadie se imaginó en ese entonces (ni en los años subsiguientes) que tendrían que pasar 35 años hasta que volviera a dar un concierto. Pero por fin en 2014 Kate Bush volvió a los escenarios. El público nunca se cansó de esperar su regreso porque esa primera gira produjo un efecto indeleble en la cultura pop. Hoy en día es imposible pensar cualquier recital de las infinitas divas que nos entrega continuamente la industria sin el antecedente del “Tour of Life”. Sin ir más lejos, fue Kate Bush la que ideó el micrófono inalámbrico que permite bailar y cantar al mismo tiempo. ¿Hubiéramos tenido, sin este invento, un “Blond Ambition”, por ejemplo? Se barajaron varias hipótesis para la demora: temor a volar, una obsesiva necesidad de controlar cada aspecto del show y la necesidad de dedicarse a experimentar y componer música en el estudio. Excusas raras para una chica peculiar.
Sin que nadie lo esperara, en marzo de 2014 Bush anunció que haría una residencia de 22 conciertos en el teatro Hammersmith Apollo de Londres, el mismo lugar donde terminó el “Tour of Life” (convirtiendo así la experiencia en una cinta de moebius que empieza y termina en el mismo lugar otra vez), una modalidad que solucionó parte de sus fobias: no tendría que desplazarse y, al ocupar siempre un mismo espacio, tendría mayor control sobre el devenir del espectáculo. Envuelta por el halo de misterio que caracteriza toda su obra, la residencia adquirió inmediatamente un estatuto mítico al reservar la experiencia exclusivamente para quienes la presenciaron: estaba estrictamente prohibido fotografiar y/o filmar los shows (hasta el día de hoy no hay un solo registro visual en todo internet). Sin embargo, el kit de fotos entregadas a la prensa permite ver un despliegue teatral que incluye animaciones 3D, marionetas, danza e ilusionismo, como si el tiempo no hubiera pasado y probando que aquello que presentó como novedoso hace más de tres décadas todavía sigue siendo vanguardista y único, aún encantador y extraño al mismo tiempo.
A fines de 2016 salió a la venta Before the Dawn, el álbum en vivo del concierto que permite recuperar la parte sonora de la experiencia, acompañado por un video-clip de la canción “And Dream of Sheep”. Curiosamente, Bush dejó afuera la mayoría de sus grandes éxitos y concentró el setlist en las suites “The Ninth Wave” (del álbum Hounds of Love de 1985) y “A Sky of Honey” (de Aerial de 2005), otra elección inusual que va en contra de las expectativas (¿cuántos habrán ido esperando escuchar “Wuthering Heights” o “Babooshka”?). Acompañada por una banda que incluyó a su hijo y al tecladista Kevin McAlea (quien ya había participado en el “Tour of Life”), Kate Bush suena tan mágica y hechizante como siempre, dibujando con su voz las maravillosas historias con las que nos cobija desde hace casi 40 años. Tal como ella misma se lo propuso desde un principio, el álbum funciona de forma autónoma, como un caleidoscopio a través del cual podemos transitar su particular universo, donde el tiempo no pasa y siempre está a punto de amanecer.