La farsa se hace cada día más evidente. La manipulación le permitió al totalitarismo escabullirse en una debilitada democracia. El dirigente político más popular del Brasil cumple una injusta condena impuesta por un juez corrupto del que todos los días se conoce una nueva escena de manipulación. Lula está preso, su gente sufre al ritmo que el país se derrumba.
El impacto de la entrevista publicada el domingo pasado en PáginaI12 fue colosal, acorde a la dimensión de Lula. Se convirtió en tendencia en las redes argentinas y brasileñas. Los mensajes de agradecimiento al diario llegaron en varios idiomas. Muchos encontraron esperanza en cada definición del ex presidente. La emisión especial en Canal 9 fue retransmitida en varios canales del Brasil y en la redes del Partido de los Trabajadores y de sus principales referencias.
Su condena judicial tuvo por objetivo excluirlo de la carrera electoral. Hoy lo mantienen cautivo en Curitiba para silenciarlo. Sus apariciones son reguladas por la justicia, esporádicas, por goteo. Percibe a su pueblo anestesiado, por eso desea su libertad. Necesita volver a las calles para hablarle a la sociedad y lograr despertar su conciencia. Lula sabe que no puede desaprovechar cada oportunidad. Mide sus palabras. Maximiza su análisis. Genera títulos en cada definición. El tiempo obligado de injusta y solitaria reclusión no le impone odio, por el contrario, su serenidad es más evidente que en el pasado.
El magnetismo del tornero se acrecienta, el mito se consolida. A comienzos de 2018 solía repetir que muerto se convertiría en un mártir, preso en un héroe y libre en Presidente. Imagina vivir 120 años, percibe que recuperará la libertad, nosotros sentimos al entrevistarlo que volverá a ser Presidente. No hay otra forma de concluir una vida de película. Un film en el que después de tropiezos, injusticias y traiciones, terminan ganando los buenos. El menor de siete hermanos, criado casi en soledad por su madre en un hogar pobre. Emigro a la gran ciudad, San Pablo. Fue lustrabotas y vendedor ambulante en su niñez. En la adolescencia se inició como trabajador metalúrgico. El asesinato de su hermano mayor en manos de los militares lo rebeló y se inició en la lucha sindical. Resistió la dictadura, convocaba a movilizaciones y huelgas cuando muchos callaban. Fundó el Partido de los Trabajadores. Símbolo de la recuperación de la democracia, fue derrotado en tres elecciones presidenciales hasta triunfar en el 2002. Cada tropiezo lo fortaleció, y esta oportunidad no será la excepción. Presidente dialoguista y reformista modeló un nuevo Brasil. Pensaba que era para siempre. Estaba equivocado. Nos sorprendió al afirmar que de haber sabido hace 50 años todas las injusticias que se cometieron en su país se hubiese transformado en un revolucionario. Por no conocer se convirtió en un político demócrata.
Arribamos al bloque de cemento que lo encierra. Luego de una educada y minuciosa inspección logramos ingresar a la sala donde se realizaría la entrevista. Llegó a la sala con la integridad que carecen quienes lo pusieron ahí. Está enamorado y va a casarse. Y lo contagia con su abrazo y con la palabra. Lee, escucha, estudia y nos agradece a todos, a todas. Conversar con Lula es poder estar en otro tiempo y espacio, es tener a unos pasos la inmensidad de la historia. Estar con Lula es sentir la fuerza de un pueblo y es convencernos, una vez más, que el amor vence al odio.
Dispara contra la políticas de ajuste. No distingue fronteras. Lula defiende a los latinoamericanos frente al neoliberalismo de los grises presidentes que hoy nos gobiernan. Algunos ya se van, otros presentan un profundo desgaste y creciente nivel de rechazo. El continente busca un nuevo camino.
Lula espera que una arbitraria justicia disponga las medidas necesarias para subsanar la ilegalidad impuesta por el hoy Ministro de Justicia y Seguridad Pública, Sérgio Moro. Un continente rebelde y mestizo espera por su libertad. El grito de #LulaLivre se multiplica y retumba con más fuerza y contundencia. Una nueva oportunidad emerge. El futuro está abierto y en disputa. Al despedirnos afirma que nos desea volver a encontrarnos una vez que recupera la libertad. “Así será presidente”, respondimos en forma simultánea.