El panorama del área de Cultura quedó graficado en los últimos días con la difusión de un fragmento del documental Los ñoquis, próximo a estrenar, en el que se ve a la pareja de Pablo Avelluto sacando equipos del Centro de Producción e Investigación Audiovisual (CePIA), organismo disuelto en enero de 2016. Todavía el organismo era el Ministerio de Cultura, devaluado a Secretaría el año pasado. En los últimos cuatro años, 1600 trabajadores fueron despedidos --una decisión de la que el funcionario se jactó--, la cartera padeció una reducción y subejecución de presupuesto que impactaron considerablemente en sus actividades y una serie de programas estatales resultaron afectados e incluso disueltos. El Ballet Nacional de Danza, primero en su tipo, desapareció, y la Orquesta Sinfónica Nacional se halla al borde del colapso. La Biblioteca Nacional padeció un desguace y el cine independiente no sale de su estado crítico.
Una de las primeras medidas que Avelluto implementó al tomar las riendas del otrora Ministerio fue dejar en la calle a 494 personas. Fue el 29 de enero de 2016. Una circunstancia que se dio con condimentos macabros, como listas negras y puertas con candado. Una decisión que el funcionario calificó entonces de “espantosa, pero necesaria”. Eran los tiempos en que el Gobierno pretendía instalar la idea de que los trabajadores del Estado eran ñoquis que no tenían nada que hacer, que sobraban. No obstante, los despidos –que según él mismo indicó ascendieron a 1600-- no solamente afectaron de manera personal a los empleados de la cartera, sino que tuvieron su impacto en una serie de iniciativas estatales heredadas que garantizaban el derecho a la cultura de la población, y que resultaron perjudicadas o directamente derribadas.
En 2017 la subejecución presupuestaria comenzó a afectar fuertemente el funcionamiento de la Orquesta Sinfónica Nacional, que al día de hoy no puede salir del pozo. El vaciamiento de la cartera se fue recrudeciendo en el tiempo. En 2018, los trabajadores del organismo actualizaban un listado de programas dinamitados o perjudicados. De distintas formas fueron afectados Becar Cultura, el Fondo Argentino de Desarrollo, el área académica de la Dirección de Elencos Estables, Factoría en Danza, la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares, Libro %, la red Puntos de Cultura, Lenguas Originarias, Orquestas Infanto-Juveniles y el concurso Vamos las bandas. Una pérdida sensible fue Ronda Cultural, circuito libre y gratuito por museos y espacios culturales nacionales a bordo de minibuses y con guías especializados, que siguió operando de manera autogestiva.
El vaciamiento se tornó oficial el año pasado, al punto de poner en jaque todo el esquema institucional. El Ministerio de Cultura de la Nación fue eliminado y se lo redujo a una secretaría subsumida bajo la órbita del Ministerio de Educación. Aunque el oficialismo lo presentó discursivamente como un mero cambio de rango, esto marcó la oficialización de un retroceso en términos de asegurar el derecho a la cultura de todo el país. Además, pronto, la Secretaría sufrió un nuevo desguace, ya que el Gobierno eliminó cuatro de sus cinco subsecretarías, todas con competencias socioculturales, de difusión y generación de empleo.
“La cultura está de luto” fue la consigna de una caravana y un abrazo simbólico que los trabajadores llevaron adelante en septiembre de 2018 ante la noticia. Pertenecían a distintos organismos de la ciudad de Buenos Aires, entre ellos el Teatro Cervantes, la Biblioteca Nacional y el Museo de Bellas Artes. Entendían y comunicaban que la degradación del Ministerio era un “mensaje negativo” sobre la “importancia estratégica” del sector e implicaba una “reducción de políticas públicas y derechos culturales”. Advertían las consecuencias: una reducción presupuestaria que tendría su correlato en puestos de trabajo, becas, talleres y actividades en barrios y fábricas; reducción de fondos para mantenimiento de salas teatrales y producción cinematográfica; desaparición de programas de impacto federal; abandono edilicio de museos y patrimonio; desamparo de la cultura comunitaria; disminución de la promoción de orquestas, coros y ballet de organismos estables.
También 2018 había comenzado con una pésima noticia: la disolución del Ballet Nacional de Danza, que dirigía Iñaki Urlezaga. Era el primer ballet clásico nacional de la historia y perseguía una doble inclusión: estaba conformado por artistas de todo el país y acercaba la danza a un público amplio, también de todo el territorio nacional. Este hecho implicó el despido de 60 personas. Este año, el Fondo Nacional de las Artes (FNA) --organismo dedicado a financiar el desarrollo de artistas, gestores y organizaciones a través de becas, subsidios, préstamos y concursos-- estuvo en crisis. Su entonces presidenta, Carolina Biquard, renunció a pedido de Avelluto. Dejó el cargo diciendo que el funcionario no creía en la autarquía del Fondo, y que la Secretaría venía financiando algunos de sus programas con dinero del FNA. Esta maniobra fue interpretada por los trabajadores de ATE como una “intervención política” de la institución, con el fin de “controlar su histórica autonomía”. Otra medida que llamó la atención en 2018 fue un nuevo régimen de entradas para museos nacionales que abrió la posibilidad de cobrar por muestras especiales.
El actual es el año en que Avelluto exacerbó todavía más el cinismo de sus dichos. Hace poco, el mes pasado, dijo haber tenido “el coraje, la audacia y la voluntad política” para despedir a 1600 personas. Días más tarde, mientras miles de argentinos reclamaban que se declarara la emergencia alimentaria, denostó este pedido y lo definió como “un slogan de campaña”. “Parece que en la Argentina medio país se estuviera muriendo de hambre y eso es mentira”, agregó, minimizando las consecuencias de la crisis económica en la población.
La situación de la Sinfónica Nacional es cada vez más grave. Recientemente lo denunció en un concierto en el CCK. “Es la orquesta profesional con los salarios más bajos del país y los músicos tenemos salarios por debajo de la línea de pobreza”, aseguraron sus miembros. No sólo la Orquesta no realiza giras nacionales. Siquiera puede garantizar la realización de conciertos para este año. Muchos integrantes la dejan por otras ofertas laborales y no se realizan concursos para cubrir vacantes.
Una constante durante la gestión de Avelluto --escrachado en la última Feria del Libro-- fueron las movilizaciones del sector cinematográfico. El estado del cine independiente es crítico: subejecución del presupuesto y suspensión de créditos son las principales causas. La apertura de una única convocatoria para nuevas producciones y el hecho de que no estén funcionando el Consejo Asesor ni la Asamblea Federal --órganos de cogobierno del INCAA que chequean números y decisiones políticas-- son problemáticas recientes denunciadas por la comunidad audiovisual. Otro organismo víctima del desguace es la Biblioteca Nacional, donde hubo más de 300 despidos, jubilaciones forzadas, no renovaciones de contratos y recorte presupuestario.
Los museos tampoco se salvaron: durante la gestión macrista presentaron graves problemas edilicios y de infraestructura. Techos que se caen, paredes en mal estado, falta de sanitarios y matafuegos, instalaciones eléctricas sobrecargadas y otros problemas fueron denunciados por sus trabajadores. En junio de este año, difundieron mediante un comunicado que el Museo Nacional de Bellas Artes no está en condiciones de albergar todo su patrimonio y que algunas de sus obras de arte están en espacios no acondicionados, por ejemplo. Más tarde, en septiembre, un grupo de instituciones estuvo cerrado porque la Secretaría no pagó los sueldos de los trabajadores de la empresa tercerizada de seguridad Goya Corrientes.
La reducción y subejecución presupuestarias son otras de las denuncias que pesan sobre la cartera. El año pasado circulaba la advertencia de que en 2019 el presupuesto de Cultura sería reducido en un 18 por ciento, un número que en rigor sería mayor debido a la inflación. La subejecución afecta a los programas federales, achica el número de giras y actuaciones de elencos estables y mantiene a más de la mitad de los empleados públicos del sector con sueldos por debajo de la línea de pobreza, como lo denunciaron en mayo de este año trabajadores del área.
“Más allá de los despidos de los que presume Avelluto, muchos profesionales se fueron alejando de la Secretaría por los bajos salarios y el desánimo que produce laburar sin tareas, o porque lo que se programa no se puede concretar porque se suspende por falta de fondos, como ha pasado con festivales y conciertos. Hay más de 600 trabajadores monotributistas que no cobran el bono de 5 mil pesos (para empleados de la administración pública), y que estos últimos meses la están pasando realmente mal. El vaciamiento no es mayor porque muchas veces los trabajadores se ponen sobre sus hombros el llevar adelante las actividades o el trabajo cotidiano”, explicó a este diario Manuel Cullen, secretario general de la comisión interna de ATE.
Crónica de una resistencia
Esta semana se difundió un fragmento de Los ñoquis, un film de María Laura Cali, trabajadora de la Secretaría, próximo a estrenar. La escena muestra a la pareja del secretario de Cultura llevándose equipamiento de la sede del Centro de Producción e Investigación Audiovisual (CePIA). Fue en enero de 2016. A los pocos días, los 25 empleados del organismo fueron echados y el CePIA disuelto. Carolina Azzi, pareja de Avelluto, no era empleada ni funcionaria. Ninguno de los dos brindó explicaciones sobre las imágenes que registra el documental.
El episodio ocurrió el 5 de enero de 2016, en el marco de la ola de 494 despidos en el ex Ministerio. El registro de las cámaras de seguridad del Centro de Producción muestra a Azzi retirando costosos equipos. El fragmento se difundió la semana pasada en el programa Brotes verdes, que conduce Alejandro Bercovich. “Fuimos estigmatizados y maltratados. Que una persona sin nombramiento oficial se presentara para llevarse los equipos con un flete directamente en la puerta, sin previo aviso ni una nota firmada, poniendo a los coordinadores en una situación de incomodidad, fue una falta total de respeto”, dice Cali a Página/12. Los que Azzi retiró eran equipos “valiosísimos” de la productora de contenidos del Estado: cuatro islas completas de edición, una de sonido, micrófonos, consolas, monitores para mezcla de color, parlantes, juegos de luces y corbateros.
La mayoría de estas herramientas fueron destinadas al área de Prensa ubicada en la calle Alsina, como consta en un inventario elaborado el día del hecho, con firma de Azzi. Lo que se desconoce es dónde está el archivo del CePIA, organismo creado en 2011 durante la gestión de Jorge Coscia en la Secretaría de Cultura, con el fin de difundir y promover la producción cultural argentina. Su función principal era generar contenidos que no se producían de otra manera, por fuera de la lógica del mercado.
Cali es trabajadora de Cultura desde hace una década. Fue una de las despedidas en 2016. Posteriormente fue reincorporada, y actualmente se desempeña en la Casa del Bicentenario. “Empecé a hacer el documental hace un año. La situación de los reincorporados no fue fácil. Las condiciones de trabajo cambiaron muchísimo. Además de que los sueldos se redujeron en un 40 por ciento, hubo una reducción de presupuesto, y en muchos casos no había actividades para hacer. Surgieron otras formas de echarnos, a través del hostigamiento o haciéndonos sentir inútiles”, explica. Los ñoquis, crónica de una resistencia presente se estrenará el 1° de octubre a las 19.30 en el Centro Cultural Padre Mugica (Piedras 720).
Con testimonios de los afectados, el documental pone el foco en los despidos y en el estigma que padecieron los empleados del ex Ministerio, tildados en todo el proceso de vaciamiento de “ñoquis” que “no laburan”. Cuenta, además, con entrevistas a dirigentes sindicales, el economista Claudio Lozano, la filósofa Esther Díaz y el doctor en Sociología del Trabajo Julio César Neffa. El film fue realizado de forma independiente, sin subsidios de ningún tipo, por un equipo técnico integrado por trabajadores en funciones y otros despedidos en los últimos años. Aparece al poco tiempo de las desafortunadas declaraciones de Avelluto sobre su “coraje” para echar gente. “Es muy doloroso que te traten como ñoqui del Estado. Los medios lo fueron fogoneando. Queríamos contarle a la sociedad quiénes somos y qué hacemos”, expresa Cali.