La voz poética más reconocida de Brasil inaugura linajes y funda reinos desde Divinópolis, ciudad ajena a los centros donde se tramita la literatura canónica. Leer a Adélia Prado es un viaje por el goce puro de las palabras. La tristeza y la belleza comulgan sin estridencias en sus poemas de temática lírica y carnal, erótica y mística. ¿Hay algo más sensual y vital que sus versos? “En todo entierro lloro con un ojo solo./ Con el otro riego la porción de tierra/ donde suspiros, nostalgias y siemprevivas/ han de nacer y soportar insectos,/ ciclo tras ciclo de sol, de lluvia,/ calor de velas, frío de olvido./ Porque la vida es de hierro y nunca se acaba”, escribe Prado en uno de los poemas incluido en Poesía reunida (Griselda García Editora), una edición bilingüe con traducción del poeta y ensayista José Ioskyn.
Prado (Divinópolis, 1935) envió sus poemas mecanografiados al poeta y crítico literario Affonso Romano de Sant’Anna, que trabajaba en la revista Veja de San Pablo. Este crítico decidió mandarle esos poemas a Drummond de Andrade, en ese momento la mayor autoridad literaria local. Drummond los leyó y escribió en su columna en el Jornal do Brasil: “Adélia es lírica, bíblica, existencial, hace poesía como hace buen tiempo, está dentro de la ley, aunque no en la de los hombres sino en la de Dios”. Su primer libro Bagaje (1976), publicado a los cuarenta años, tuvo una gran repercusión por la fuerza de su lenguaje y la originalidad de sus imágenes. Desde entonces fueron apareciendo El corazón disparado (1978), Tierra de Santa Cruz (1981), El pelícano (1987), El cuchillo en el pecho (1988), Oráculos de Mayo (1999), La duración del día (2010) y Miserere (2013). También ha publicado la novela El hombre de la mano. El teatro es una de las pasiones de esta poeta que tiene 83 años; formó parte de compañías amateurs como directora y actriz.
“Sé cuando un verso es malo,/ cuando no viene desgarrado/ desde el margen ignoto del alma”, advierte en el final del poema “Heráldica” la ganadora del premio Jabuti en 1978 por El corazón disparado, libro publicado en Argentina en 1994 por la editorial Leviatán, traducido por Claudia Schvartz y Fernando Noy. “Toda obra da pistas de su autor. Si es pobre o rico, amado o rechazado, religioso o no. Pero estos aspectos, en sí mismos, no le dan calidad a la obra. Esta debe trascender el color local y biográfico del autor. De lo contrario se pierde lo universal, que es la finalidad de toda obra”, dice Prado a Página/12 por correo electrónico, en la primera entrevista que concede a un diario argentino.
--“Mi tristeza no tiene pedigrí”, afirma en el primer poema de “Bagaje”. En el verso final de otro poema confiesa que “por placer de la tristeza vivo alegre”. ¿Cómo explica esta tensión entre la alegría de vivir y la tristeza? ¿De dónde cree que viene? ¿Del sentimiento de orfandad?
--Esa tensión nos pertenece desde el nacimiento, seamos o no poetas. El hombre más feliz encontrará adversidades y lágrimas. Nacemos huérfanos y a lo largo de la vida, a veces equivocados, buscamos nuestro origen y el sentido de nuestras vidas. ¿Qué soy? ¿De dónde vengo? ¿Adónde voy? Son preguntas que fundan toda filosofía y toda religión. No hay cómo escapar de la condición humana.
--Muchos de sus poemas tienen una sensualidad religiosa, en el sentido de re-ligar. ¿Qué religa en sus poemas? ¿Acaso eso que se presenta como escindido, que sería cuerpo y espíritu o voz y mirada?
--Toda religión es sensual en su liturgia. Tengo un cuerpo. Es él quien levita, se arrodilla, canta, se regocija y llora. Cuando Jesús dice: “El Padre busca adoradores en espíritu y en la verdad”, para mi está diciendo que todo rito supone un alma. Un corte en el dedo afecta mi humor, una alegría puede hacerme olvidar de eso. La sensualidad supone cuerpo y alma. Antes del cuerpo, lo erótico es el alma.
--¿En qué momento se dio cuenta de que “la poesía es el rastro de Dios en las cosas”? ¿Qué papel tuvo la lectura de la Biblia?
--La lectura de la Biblia me dio desde siempre las experiencias poéticas de sus fábulas, salmos, tanto a través de los profetas como en los Evangelios. Sin la palabra poética la Biblia sería un libro como cualquier otro, un libro más, y desaparecería. Los libros normativos pasan, los cánones se tornan enyesados. Los poéticos resisten al tiempo exactamente porque son poéticos, son el rastro de Dios en las cosas. Del Génesis al Apocalipsis algo divino nos es ofrecido como belleza y revelación.
--¿Por qué en algunos poemas aparecen versos en latín, como por ejemplo “tota pulchra est Maria”? ¿Tiene que ver con el sonido, como si el latín alentara una especie de “comunión de lenguas”?
--Estudié un poquito de latín en la secundaria, me encantaba y me encanta. Desde chica lo escuchaba en las misas en oraciones y cantos litúrgicos maravillosos. Mi padre, un ferroviario de pocas letras, repetía con entusiasmo: ¡“Tota pulchra est, Maria”! ¿Comunión de lenguas? Ambos son hijos del latín, el portugués y el español. ¿Cómo no amar a nuestra bella lengua madre?
--“Los escritores son insoportables”, se afirma en el poema “Las palabras y los nombres”. ¿Está de acuerdo con esta afirmación?
--El escritor insoportable es como el actor insoportable: “solo existo en el escenario”. Es pedante y muy pobre como proyecto de vida. El arte es un don y viene junto con el paquete de la vida. Si alguien no está presente en las necesidades comunes y diarias de todo ser humano, no tendrá nada para expresar ni como poeta ni como actor, o cualquier otra forma de arte. Música, pintura, teatro, cine, son informaciones sobre la vida y no devaneos del ego.
--¿Cómo escribe Adélia Prado un poema? ¿Por dónde empieza?
--Por un sentimiento de alegría, al mismo tiempo epifanía y conocimiento. Aunque sea triste provoca un goce en el alma, a causa de la belleza que lo acompaña.
--¿Qué recuerdos tiene de la dictadura? ¿Cómo fue vivir y escribir poesía en esos tiempos ominosos?
--El enemigo de la poesía no es el sufrimiento, pero no amar es el infierno. Se sobrevive a una dictadura, pero sin amor morimos, aún en el más democrático de los países.
--Después de “El corazón disparado”, lo primero que se tradujo en Argentina, llega su “Poesía reunida”. ¿Por qué estamos tan cerca y a la vez tan lejos, que los libros tardan en llegar? ¿Es por la “barrera” idiomática o cree que hay algo más?
--Solo nosotros hablamos portugués en toda América Latina. La barrera entre nuestras lenguas me parece un frágil cerco de bambú. No sé la respuesta, pero estoy muy muy alegre con las traducciones que se hicieron al español y con otra hecha en Perú. ¿Quién sabe si vamos a romper este cerco?