Desde Río de Janeiro
Luego de dos días de reuniones que sirvieron básicamente como preparación y espacio de encuentro, se instaló formalmente ayer – y ayer mismo se cerró – la Cumbre de Acción Climática convocada en mayo del año pasado por el secretario general de las Naciones Unidas, el portugués António Guterres.
Brasil fue mencionado un sinfín de veces, todas de manera negativa. Era esperable, de la misma forma que era esperable que Jair Bolsonaro no compareciera. La explicación de Guterres para esa ausencia ha sido tan escueta como contundente: "Brasil no se interesó".
Los países fueron solicitados por el secretario general a enviar propuestas concretas para incrementar su compromiso con el combate a los cambios climáticos.
Bolsonaro se hizo el sordo. A su llegada a Nueva York prefirió ir directo para el hotel, a la espera de un llamado para ver a su ídolo, Donald Trump. El encuentro tan ansiado no consta de la agenda del mandatario norteamericano.
A propósito, otro país que fue claro en su falta de interés por la Cumbre ha sido Estados Unidos. Por eso hubo sorpresa general cuando Trump, ídolo del ultraderechista brasileño, se adentró al recinto. No habló, pero escuchó a la canciller alemana Ángela Merkel.
El ministro brasileño de Relaciones Exteriores, Ernesto Araujo, estaba en Nueva York. Su presencia era esperada en una reunión para discutir la situación de Venezuela. A última hora, cambio radical de agenda: Araujo prefirió participar de una reunión cuyo tema era la libertad religiosa, cuestión central en las preocupaciones de Trump.
La idea de oír lo que se discutía en la Cumbre de Acción Climática no debe siquiera haberle pasado por la cabeza.
Bolsonaro, al ningunear la Cumbre, dejó de oír el presidente francés Emmanuel Macron.
Coordinando la más importante reunión del día, Macron fue enfático: ‘Vamos a ser claros: estamos aquí discutiendo todo eso sin la presencia de Brasil. Vamos a hablar del Fondo Amazonia, y Brasil no está tomando en serio sus criterios’.
Luego los criterios fueron expuestos por Merkel, que sin mencionar directamente a Brasil o a la suspensión de los recursos que su país y Noruega aportan al Fondo dijo que los donantes deben pedir metodología que asegure resultados. ‘No nos toca simplemente donar dinero, queremos resultados’, argumentó de manera dura.
Macron viene movilizando líderes globales para aumentar el volumen de recursos a la protección de la Amazonia y otras florestas tropicales amenazadas. Este lunes Francia anunció la acción conjunta de donadores como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la ONG Conservation International, presidida por el actor Harrison Ford, para alcanzar 500 millones de dólares.
Francia aportará cien millones de dólares, y la Conservation International otros veinte. El Reino Unido anunció alrededor de catorce millones, y Canadá otros diez.
El gobierno de Bolsonaro dice que acepta todo mientras se defina su destino en Brasil. La tan mentada soberanía.
Su ministro del Medio Ambiente ya dijo que parte substancial debería ser destinada a indemnizar a propietarios cuyas tierras hayan sido destinadas a la reforma agraria.
A ver qué dicen Macron, Merkel y compañía. Y, más que nada, qué dice este martes Bolsonaro en el pleno de la ONU.
En Brasil y en todo el mundo, las apuestas se concentran en un vejamen de dimensiones amazónicas. Y Bolsonaro ofrece cada día razones para los apostadores.