El domingo por la noche, tras conocerse su noviazgo con un empresario del sector inmobiliario, el periodista Luis Novaresio dijo en un nota con el ciclo “Implacables” (Canal 9) que la Argentina es “un país homofóbico”. A las pocas horas, la diputada electa en la provincia de Santa Fe por el frente “Unite por la Familia y la Vida”, Amalia Granata, estaba sentada una vez más en el living de “Debo decir”, el programa que Novaresio, rosarino, conduce en América.
La foto granatesca (la foto y los pronunciamientos de la legisladora que asumirá su cargo en diciembre junto a otros cuatro dirigentes evangelistas y católicos) integra un álbum de imágenes repetidas de quienes no deberían estar y no deberían decir. Pero están y dicen. Casi todos las semanas.
La noche del domingo con Novaresio hace renacer en este tipo de invitados la esperanza de un país que imbrique sumo conservadurismo moral con totalitarismo neoliberal. En ese plan, no se privan ni son privados de cometer apologías del delito varias. Delinquen, no opinan.
“Familia” y “vida” son los dinamizadores pornográficos de un proyecto que muchos asistentes a ese espacio proponen a viva voz (voz tan viva como el festival de muertes que organizan). A saber, el diputado nacional y precandidato a Gobernador de Salta Alfredo Olmedo, virtual “socio vitalicio” del show (derogar la ley de matrimonio igualitario es su mantra); el candidato a Presidente de la Nación por el Frente NOS, Juan José Gómez Centurión (“La dictadura no fue un plan genocida” supo decir allí en 2017) y antes la cantante María Martha Serra Lima (inolvidable su “impresión” lesbodiante confesa si se trataba de ver a dos chicas besándose por la calle). En cada caso, hubo contrapuntos televisivos con otros invitados. Make up, un corte, una quebrada y un brindis final.
Someter a escrutinio y consideración derechos humanos tan elementales, subvaluar su potencia y reponer su “discutibilidad” son la base del master plan depretadorio que vive del tráfico ilegal de estas “verdades”. Granata, Gómez Centurión, Olmedo y aliades responden voluntaria o indirectamente al movimiento internacional “Con mis hijos no te metas”, que en la Argentina, so pretexto de impedir la legalización del aborto, desembarca en las instituciones para vehicular otras políticas criminales. En ese arco, aparece la reposición de la unión civil para gays y lesbianas como única instancia legal, la anulación de la ley de educación sexual integral y hasta la defensa de médicos debidamente sentenciados por incumplir con el Código Civil de 1821 y no practicarle abortos legales a mujeres violadas.
Sin embargo, más allá de los matices, hay en todos ellos una coincidencia para nada casual: el deseo de obturar la experiencia de las niñeces trans; en sus discursos, hay unanimidad en la moción de detener la expresión acaso más insurrecional y deslumbrante del presente.
Claro que este elenco también aparece en otros ciclos y sólo mantiene exclusividad con sus sangrientos ideologemas. La pregunta, ahora, es si cabe que Novaresio, que denuncia una sociedad homofóbica que probablemente lo haya mantenido en este silencio obligado, ahora los encierre en un placard para contribuir así con una Argentina cada día menos homofóbica. Ojalá.