PáginaI12 En Brasil
Desde Brasilia
La primera víctima, en la guerra o en un régimen de excepción, es la verdad. De allí lo precario de cualquier crónica (incluso ésta) que se escriba sobre la renuncia del canciller de facto, José Serra, quien alegó estar impedido de permanecer al frente del Palacio Itamaraty por sus dolores de columna, que los padeció, pero no parecen ser un motivo suficiente para tamaña decisión.
A fines del año pasado Serra, de 74 años, fue sometido a una cirugía en la columna cervical y en 2014 había sido operado de la próstata. Hace dos semanas el todavía canciller, algo demacrado, estuvo junto al presidente Michel Temer en la recepción ofrecida al mandatario argentino, Mauricio Macri, en la única visita de Estado ocurrida en Brasilia en lo que va de este gobierno. Una evidencia del pobre legado de la diplomacia “pragmática” que prometió dejar atrás a la “ideológica” y “bolivariana” experiencia de los gobiernos del PT.
Un día después del encuentro con Macri Serra tampoco se veía muy saludable durante su conversación con el titular de la Asamblea venezolana, Julio Borges, en otra provocación dirigida hacia Nicolás Maduro, cuyo gobierno fue suspendido del “nuevo” Mercosur. Anteayer por la tarde Temer se sorprendió al saber por boca de su canciller que la renuncia era indeclinable “por problemas de salud que su excelencia conoce”. Nuevo temblor en el Planalto en vísperas del carnaval.
Ayer los análisis de la prensa esquivaron un dato rotundo: con la salida de Serra ya suman ocho los ministros que dejan el gobierno al cumplirse sólo nueve meses de la gestión. Casi uno por mes.
El primero fue Romero Jucá, obligado a partir cuando tomó estado público una grabación en la que resumía el espíritu del golpe: voltear a Dilma Rousseff para salvar a los responsables de la corrupción montada en perjuicio de Petrobras. Jucá y Serra fueron citados por los arrepentidos condenados en la causa Lava Jato, como dos de los políticos que embolsaron millones de dólares sucios.
La Policía Federal informó ayer que fue librada la orden de captura internacional con otros dos lobbistas acusados de pagar sobornos por 40 millones de dólares depositados en Bahamas y Suiza.
El ahora ex canciller recibió más de 7 millones de dólares en una cuenta suiza en 2010, año en el que fue derrotado por Rousseff en su segunda disputa presidencial, la anterior, también fallida, había sido en 2002 cuando cayó ante Luiz Inácio Lula.
A fines de 2009, esa fue la información dura surgida de cables diplomáticos obtenidos por Wikileaks, Serra se presentaba ante emisarios de la petrolera norteamericana Chevron como un candidato presidencial confiable dispuesto a anular la legislación nacionalista sancionada por Lula.
Los fracasos electorales ante Lula y Dilma no hicieron mella en su ciega ambición de poder, que lo llevó a conspirar contra el gobierno democrático en 2016 con la esperanza de ocupar un cargo central en el gabinete de Temer desde donde proyectarse hacia las elecciones de octubre de 2018. Pero la popularidad del gobierno se hunde en cada nueva encuesta, lo que tiene un efecto lapidario sobre el gobernante y sus ministros. En la última publicada este mes la aprobación de Temer era del 10 % y la de Lula superaba el 30 %, mientras Serra ni siquiera fue medido por la consultora MDA.
Detrás del biombo de las noticias sin información que dominan este Brasil anómalo se percibe que esta renuncia tal vez marque la declinación de uno de los dirigentes más importantes del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), sostén del actual régimen junto al Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB). En el diario Estado de San Pablo y el canal Globo News, se abordó el impacto político de las revelaciones de “Lava Jato” sobre Serra en clave psicoanalítica: el ex ministro se “deprimió” al saber que fue mencionado en las confesiones de los reos condenados por pagar coimas. Hasta el momento esas delaciones premiadas se conocen parcialmente porque aún están bajo el secreto de sumario que se extinguirá en las próximas semanas cuando pudieran surgir más revelaciones. ¿Serra se anticipó al derrumbe, dejando el gobierno antes de que se ventilen (si se ventilan) esas revelaciones?.
Se sabe, eso sí, que también hay decenas de referencias a Temer y los millones de dólares que habría recibido cuando era el titular del PMDB.
Una de las últimas medidas del ahora ex canciller fue respaldar la persecución política, simulada de judicial, contra Luiz Inácio Lula da Silva que fuera preso, durante algunas horas en 2016, por orden del juez Sergio Moro. El documento oficial del Palacio Itarmaray, que también justifica las pinchaduras al teléfono presidencial durante el gobierno de Dilma, fue enviado a Naciones Unidas para rebatir a Lula que abrió un proceso por violación de sus derechos políticos y civiles. Luego de esa iniciativa, por demás simbólica, Serra cerraría sus nueve meses como jefe de la política externa posdemocrática.