“Los sánguches de jamón crudo son buenos”, recomienda Pedro Rosemblat en un bar de Villa Urquiza, un rato antes de que lo salude un tipo que asegura tener el libro de El Pibe Trosko. “De eso estamos hablando”, le responde el ex tuitstar. Aquel personaje nacido en el anonimato de Twitter fue el trampolín para que saltara a los medios masivos, pero Rosemblat asegura haber llegado hasta acá porque en su época de estudiante de Derecho en la UBA nunca le cayó “una punta para laburar en ningún estudio, ninguna fiscalía, ningún juzgado”.
A partir del Pibe Trosko llegó la posibilidad de trabajar en medios. Y hoy desde El Destape y Futurock, pero también desde su cuenta de Instagram, Rosemblat tiene en el humor la excusa perfecta para hablar de (y hacer) política, divertirse y hacer reír con lo que tenga a mano. Ese salto, sin embargo, tuvo sus pasos previos: había trabajado en un negocio de ropa, en una agencia de comunicación y como forista pago en grupos y páginas de Facebook: “Laburaba en instalación de temas en foros y redes sociales, para empresas. ¡La precuela de los trolls!”, bromea.
En paralelo, desarrollaba el personaje que explotó en Twitter hasta que la búsqueda del impacto empezó a ganarle la pulseada al contenido político, y eso no le gustó. “Te volvés un panelista: sabés lo que va a generar polémica... y dejó de divertirme, básicamente”, explica. “Por un lado era un personaje anónimo pero por otro le decía a todo el mundo que era yo. Me fue convirtiendo en algo medio choto, y decidí abandonarlo”, resume.
Picante, político, militante, llegó a los medios y se diversificó artísticamente: la radio le dio masividad, la televisión conocimiento del personaje y el teatro una adrenalina que descubrió sobre la marcha. Empezó a trabajar con sus amigxs Nicolás y Soledad, con quienes hasta discute si va a ciertos programas de televisión donde claramente jugaría de visitante. Fue el Cadete de El destape, el programa de Roberto Navarro en C5N. “El Cadete soy yo, pero de buen humor: tenía cinco minutos por emisión en un programa de cable los miércoles a las once de la noche, y lo aproveché a full. Hacía un montón de cosas que hoy las veo y me dan vergüenza, pero había que hacerlo.”
Al teatro llegó tras la oferta para que hiciera un espectáculo. Y se dio cuenta de que no se iba a bajar más. “Soy principalmente caradura en esto, es una de las primeras condiciones que me llevaron al escenario”, señala Rosemblat. Ahora está haciendo girar Proyecto Bisman junto a Martín Rechimuzzi , que también aprovecha las redes sociales para explotar sus personajes. “Es casi el único momento de la semana en que paso una hora y media sin mirar el celular, jaja. Y la gente que está en las butacas también. Y eso es una dinámica rara en este momento. Estar atento al otro es algo raro, y en el teatro pasa”, destaca.
La política es un eje central en su vida. Apenas terminó la secundaria empezó a dedicarle más tiempo, y hasta armó una ONG para organizar debates entre pibxs. “Ahí me volví nerd de la política”, dice Pedro. Y desde esa militancia siguió abriendo espacios: conduce Total indiferencia por Futurock, y fue parte de la creación de esa radio online, aunque aclara que Julia Mengolini y Federico Vázquez se la jugaron más porque son los que pusieron casi toda la guita. “La primera transmisión, en febrero de 2016, fue el día que entró una patota a Tiempo Argentino. Un contexto muy choto”, recuerda. Para Rosemblat, “hacía falta un medio joven, feminista, opositor, no careta, y Futurock es eso”.
Hacés actividades con Ofelia Fernández y organizás recitales con Ca7triel. ¿Hay una generación que ocupa distintos lugares con una misma línea ideológica?
--Están cambiando mucho las representaciones políticas y nosotros somos un poco conejitos de indias de esto que está sucediendo. Se cae de maduro que Ofelia tiene que ser candidata. A algunos les gustará más y a otros menos, pero es representativa de un fenómeno político, social y cultural que hay en la ciudad que es el feminismo. Con la música pasa algo similar: ya no se adora el virtuosismo sino que hay una cosa más identitaria, de cercanía. Hay músicos que no cantan particularmente bien, pero son pibes que hace dos años estaban en la plaza haciendo freestyle, pibes de esta generación. Ca7triel , Marilina Bertoldi , Paco Amoroso y otros tantos son artistas populares. Es difícil verlo hoy porque son más youtubers que otra cosa, pero interpretan un sentir colectivo y lo representan a través de su música.
Es una generación más cómoda en las redes sociales que frente a los medios tradicionales de comunicación, con las consecuencias que eso trae tanto en la promoción como en la política. “No tiene que ver con la pereza de la lectura sino con una cuestión de ansiedad, de la necesidad de la satisfacción instantánea. Ya los cinco segundos de publicidad antes de que arranque el video en YouTube te atormentan”, tira Rosemblat, que modificó el uso que hace de las redes sociales. “Antes subía fotos de mi gato o una selfie. Hoy me cuesta pensarme sin trabajo porque las redes me permiten un canal directo con un montón de gente”, se entusiasma. Es más, sostiene que hoy hasta Fidel Castro “necesitaría un par de influencers que lo banquen”, y estalla.
Esos cambios, asegura, transformaron también las formas de hacer política en la ciudad. Lo que antes era una estructura orgánica y rígida, con el ingreso a través de un partido, hoy es más random. “Es una relación más liviana, porque todo lo es si lo comparamos con los ‘70”, analiza Rosemblat. Y cuenta que con unos compañeros sostenían una Unidad Básica en el barrio, pero que en 2015 la cerraron y abrieron Simona Espacio Cultural . “Entrás y no hay un cuadro de Jauretche. Lo leímos todos, pero que no lo haya invita más a que un pibe que no lo leyó no se sienta extranjero en ese lugar”, apuesta.
Pedro habla de la situación actual y la búsqueda de una felicidad siempre esquiva. Para él, la salida tiene que ser colectiva. “No sé si estoy para liberar la patria, pero para ganarle a Larreta puede ser”, arriesga. Y amplía: “Después de que te sumás a un espacio donde organizás un flashmob, se pueden armar cosas más grandes”, redondea cebado.
“Hice pocos chistes, ¿no?”, pregunta Rosemblat antes de irse. “Bueno, vienen caminando dos paisanos…”, amaga y se ríe antes de despedirse.