La producción petrolera se desplomó en el año 2016 a un ritmo de casi el cuatro por ciento. Esta fuerte caída rompe un ciclo de cuatro años en los que se había frenado el descenso de la extracción de crudo, a partir de la renacionalización de YPF y un cambio en la política sectorial que le dio carácter de “bien estratégico y de interés social” a los hidrocarburos. Pero a partir del cambio de gobierno de diciembre de 2015, todo cambió: la nueva política petrolera puso el eje en la equiparación de los precios locales con los internacionales y en la flexibilización de los convenios laborales para reducir los costos de producción. La consecuencia inmediata fue la pérdida de producción en las tres principales provincias productoras (Neuquén, Chubut y Santa Cruz, tres por ciento en la primera, 5 por ciento en las otras dos) y la generación de conflictos por despidos y suspensiones. El más reciente fue el bloqueo del acceso al yacimiento Rincón de los Sauces (cuenca neuquina), esta semana, por parte de empleados de empresas contratistas de YPF, a las que se les discontinuó el trabajo y no cobraban hace cuatro meses.
Según los datos recabados por Oetec (observatorio de la Energía, Tecnología e Inversiones para el Desarrollo), “la caída del precio interno del petróleo trajo aparejado un desplome exorbitante en la producción petrolera, sumado a despidos, suspensiones y flexibilización laboral, así como una alta capacidad ociosa principalmente en las provincias patagónicas”. Vale recordar que la “apertura del mercado” fue presentada a comienzos de 2016 por el Ministerio de Energía, como la panacea para bajar los costos de refinación de los combustibles. Sin embargo, los precios en surtidor tuvieron un ajuste del 40 por ciento en el año “y se prevé que los aumentos continúen a lo largo de 2017 de forma trimestral a tasas del 8 por ciento acumulativas”, recuerda el artículo de Juan F. Fernández publicado por Oetec.
La producción de petróleo había llegado a descender hasta el 6 por ciento en 2011, cuando aún YPF seguía bajo gestión privada. Entre 2012 y 2013 empezó una lenta reversión de sus políticas, que se tradujeron en el relanzamiento de las tareas de perforación de pozos. Ya en 2015 logró detenerse la caída de la producción de crudo y, pese a la crisis internacional, YPF logró atraer interesados para acompañarla en el desarrollo de Vaca Muerta, lo que debería redundar en una firme expansión de la producción.
Pero la gestión de Juan José Aranguren empezó con un signo totalmente opuesto. Desarmó el sistema de subsidios y retenciones que desacoplaba el precio interno del crudo de su cotización internacional, lo cual en las condiciones vigentes del mercado mundial significó una brusca caída de los valores y el intento, por parte de algunas petroleras, de suspender la producción sin pago de haberes hasta que el valor internacional se recuperara. Sólo por la resistencia sindical (parcial, porque hubo conductas más conciliadoras, como la de Guillermo Pereyra, de Neuquén), esa pretensión empresaria no pudo imponerse masivamente. De todos modos, la retracción de varias petroleras resultó en una caída de la producción para el conjunto del país del 3,9 por ciento. Y el gobierno nacional espera poder completar el proceso de eliminación de subsidios y modificación de normas laborales durante este año, lo cual hace prever nuevos conflictos.