“¡Sigue tu camino y deja que la gente murmure”!, parafrasea Karl Marx (1818-1883) una parte de La divina comedia de Dante Alighieri para concluir el prólogo a la primera edición alemana del primer tomo de El capital, publicado en 1867, hace 150 años. Los sociólogos Horacio González y Eduardo Grüner se reunieron en la librería Caburé para reflexionar sobre el itinerario que ha recorrido esta obra cumbre del filósofo alemán, que llegó a los lectores del mundo en tres tomos. Los dos restantes salieron en 1885 y 1894, y fueron editados por Friedrich Engels a partir de los manuscritos que había dejado Marx. “Hay una riqueza inigualable que va de las citas bien conocidas de (William) Shakespeare, que sostiene en el primer capítulo, hasta los capítulos posteriores, donde las citas son de oficiales gubernamentales en los que cree estadísticamente”, comentó González.
“Cómo leer El capital es el gran dilema del lector contemporáneo. Recordemos la frase de Fidel Castro: ‘Leí 30 páginas nada más’. ¿Qué quería decir que leyó 30 páginas para una Revolución que se proclamaba heredera de Marx? Se lo puede interpretar de muchas maneras: que era difícil, que la lectura era una lectura indirecta, imaginaria; que uno lee escuchando a otros que leyeron”, especuló González, y recordó que (Louis) Althusser utilizó el método de la ‘lectura sintomática’ para leer la obra. “Marx cree que el contacto de la clase obrera con la lectura de El capital es un contacto viable que abre conciencias. Fidel Castro, por lo visto, no necesitaba ese contacto”, comparó el autor de las novelas Besar a la muerta y Tomar las armas. “En el capítulo 1 está encerrada la dificultad, la teoría de la mercancía, es decir el método. El método de exposición es distinto al método de investigación. El método de investigación seguiría una historia lineal, desde lo más simple a lo más complejo. La mercancía es la consagración misma de cómo el capitalismo adquiere una forma religiosa”. El sociólogo y escritor decidió leer la carta que Marx le escribió al entonces presidente de Estados Unidos, Abraham Lincoln, en noviembre de 1864. “Es un error sacarse de encima el nudo que nos provoca la historicidad porque revela algo muy fuerte: nada nos impide hacer pronósticos y vaticinios, y nada nos impide ser los cándidos en la historia –planteó el ex director de la Biblioteca Nacional—. Me parece interesante que Marx haya puesto tantas esperanzas en el movimiento anti esclavista norteamericano en relación a la clase obrera europea, a la que festeja haber aceptado las penurias que pasa por el modo en que los esclavistas del sur habían hecho cesar el envío de algodón a Europa, que motorizaba las fábricas textiles inglesas”.
Grüner no está seguro sobre qué clase de libro es El capital. “Estoy convencido de que no es un libro de economía y esto puede tener que ver con que no entiendo nada de economía”, dijo el sociólogo, ensayista y crítico cultural. “Es interesante esta discusión, porque se ha pretendido hacer de Marx un reduccionista economicista o algo por el estilo, cuando basta con leer el subtítulo de El capital, que dice claramente: ‘Crítica de la Economía Política’. No es un libro más de economía política; es una crítica de la teoría económica que abre un universo muy difícil de calificar”. El autor de Un género culpable y Haití, la oscuridad y las luces, entre otros títulos, recuperó una frase que decía Oscar Masotta. “No hay que preguntarse si el psicoanálisis es una ciencia, sino que habría que preguntarse qué es una ciencia después del psicoanálisis. Creo que esto puede aplicarse al materialismo histórico que inventó Marx”, comparó Grüner. “En el primer gran primer capítulo de El capital, y en el apartado del llamado fetichismo de la mercancía, se levanta una filosofía que está en suspenso hasta que advenga su desaparición, que es su realización. Ese es el secreto de la famosa tesis 11 sobre Feuerbach: la filosofía sólo se va realizar de manera paradójica en el momento en que no sea más necesaria porque se trata de una filosofía que es inseparable de su praxis”.
Marx descubrió, a través de la cuestión de la mercancía, la más sistemática teoría sobre la ideología. “Toda la teoría crítica del siglo XX, del llamado marxismo occidental, como lo bautizó Merleau-Ponty, sale de ese primer capítulo de El capital, de esa teoría de la ideología donde el pivote son la confusión entre la parte y el todo, la causa y el efecto o entre el resultado y el proceso de producción. Ese núcleo de la teoría crítica de la ideología es, finalmente, una figura retórica, que en términos técnicos se llama sinécdoque: la parte por el todo”, afirmó Grüner, y aclaró que Althusser “le robó” a Lacan el concepto de “lectura sintomática”. “En algunos de sus seminarios, Lacan dice que Marx descubrió la teoría psicoanalítica del síntoma. Ese objeto ausente es un temazo en la filosofía occidental moderna”.
La relectura de Marx “abre inmensas preguntas” en la actualidad sobre qué significa la alienación hoy. “¿Hay una teoría de la historia en Marx? ¿Hay una filosofía de la historia? Posiblemente sí, pero de una manera que desmiente todas las acusaciones posteriores que se le han hecho de tener una concepción lineal y teleológica”, precisó Grüner y agregó que la textualidad de El capital es “un campo de batalla inagotable para los debates”.