¿Qué pasaría con el cuerpo de un astronauta si fuera expulsado de un transbordador espacial? ¿Las personas defecan cuando mueren? ¿Podemos darle a la abuela un funeral vikingo? ¿Qué le sucede durante la cremación a alguien que tragó pochoclos antes de estirar la pata? ¿Se pueden convertir los huesos en joyas? ¿Por qué los terrícolas cambian de color al descomponerse? Con refrescante sinceridad, copiosa data y saludables dosis de humor negro, a responder tamaños interrogantes dedica su más reciente obra la especialista en pompas funerarias Caitlin Doughty, ducha en lo presuntamente macabro, que sigue profundizando su bienhechora cruzada: detonar los tabúes que rodean a la muerte. En Will My Cat Eat My Eyeballs? Big Questions from Tiny Mortals About Death, libro que acaba de editarse en Estados Unidos y ya es sonado bestseller, parte de preguntas de chicuelos desprejuiciados: 35 dudas que esta encantadora norteamericana de buenísimo talante se encarga de evacuar.
“Los peques son muy articulados y curiosos. La idea es dar a las personas adultas el vocabulario necesario para poder hablar sobre la muerte no solo con sus hijos sino entre ellos”, ofrece a cuento de su tercer título. Sus dos libros anteriores, que se consiguen localmente, también fueron suceso: en Hasta las cenizas, Doughty aporta suculentos detalles acerca de lo que aprendió laburando en un crematorio. En De aquí a la eternidad da la vuelta al mundo revisando rituales mortuorios de diversas culturas… “Siento que tengo un acceso privilegiado, como si fuese parte de una sociedad secreta, cuando -en realidad- todos deberíamos tener estos conocimientos. La muerte se ha vuelto un tema oculto, corporativo, alejado de los dolientes. Hace 100 años, las familias se ocupaban del cadáver, del funeral, del entierro, y ahora la falta de participación es total en cualquier ritual fúnebre. Nos hacen creer que el cuerpo es peligroso, difícil de manejar, ¡pero vamos!, ¡ni se descompone de inmediato, ni libera el virus del ébola!”, se apasiona la muchacha, muy crítica de la industria de la muerte actual en Occidente: “Tal como funciona hoy día, no sirve a los deudos. Seguro, los cuerpos son enterrados o cremados, la tarea está cumplida. Pero se pierde la transparencia, la interacción con la realidad de la muerte”.
Modificar la forma en que la sociedad occidental lidia con la instancia inevitable, promover el entierro natural contra el embalsamamiento, eliminar el uso de eufemismos o incentivar el rol activo de los llorones en el proceso de entierro, son algunas de sus metas como comprometida activista. Su militancia por una aceptación genuina de la defunción, el movimiento death positive, también la ha llevado a fundar ofthegooddeath.com/The Order of the Good Death, donde reúne a profesionales de la industria mortuoria, académicos y artistas para explorar distintos modos de preparar a una cultura fóbica para su fin ineludible. Al respecto discurre en Death in the Afternoon, podcast que realiza junto a colegas, disponibles sus temporadas vía iTunes, Spotify, GooglePlay. Oh, por cierto: también tuvo su casa funeraria, pero la ha cerrado hasta prontísimo: está en refacciones amén de optimizar su enfoque sustentable.
Por lo demás, en su canal de YouTube, Ask a Mortician , lo mismo se deja maquillar por un especialista en exequias, prueba un ataúd eco-friendly o hace un breve repaso sobre la muerte en la historia del arte. Material RIP tiene de sobra, fértil como abono para tierra de camposanto, y nadie lo desentierra como ella, que describe con pelos y señales cualquier asunto vinculado al tabú más tabú de los tabúes. Alcanza con ver cómo despeja cierta equis la doña para hacerse una idea del tono desprejuiciado que adopta, sin que tópico alguno le signifique un intríngulis. A saber, en Will My Cat Eat My Eyeballs?…
“Puede que les sorprenda (o no) cuán frecuentemente me preguntan si los deudos pueden conservar la calavera del muerto querido. Pues, se toparán con tres obstáculos mayores antes de que el cráneo de papá sirva de bol para caramelitos en la mesa de café del living: papeleo, control legal y esqueletización”, anota. Y sigue: “De ninguna manera funcionará ir a su funeraria amiga y decir: ‘¡Hola! Ese es el cadáver de mi madre ¿Podrían sacarle la cabeza, vaciar el cráneo? Sería genial ¡Gracias!’. Ninguna funeraria está preparada para manejar ese pedido, ni legalmente ni prácticamente. Como profesional, no tengo idea de qué equipo requiere una decapitación adecuada. La posterior limpieza probablemente implicaría escarabajos derméstidos, esas criaturas increíbles que se usan en museos y laboratorios para que coman delicadamente la carne muerta del esqueleto sin hacer mella en los huesos”.