El deterioro en la distribución del ingreso se profundiza al ritmo de la destrucción de puestos de trabajo, incremento en la informalidad, ajuste en las jubilaciones, aumento de la pobreza y caída del poder adquisitivo del salario. El Coeficiente de Gini, indicador que mide la desigualdad social considerando a 0 como igualdad perfecta y 1 como el valor más regresivo, alcanzó los 0,434 puntos durante el segundo trimestre del año, mientras que doce meses atrás ascendía a 0,422. La cifra informada por el Indec representa el peor registro en trece años para el período abril-junio. En 2006 el indicador marcaba 0,438 puntos, pero en aquel caso la tendencia era de mejoría desde los picos alcanzados tras el estallido de 2001. El reporte del Indec ofrece una aproximación al proceso de concentración de ingresos que resulta de la combinación entre recesión, inflación y austeridad.
Las estadísticas oficiales muestran que durante el segundo trimestre de 2019, el 10 por ciento de la población con mayores ingresos familiares obtuvo 20 veces más que el segmento menos favorecido en términos económicos. A lo largo del mismo período de 2018, la brecha de ingresos entre los dos extremos de la pirámide alcanzaba a 18 veces. De acuerdo al Indec, el 10 por ciento más rico de la población se apropia del 32,8 por ciento de los ingresos totales. La porción que se llevan los más acaudalados es mayor que la correspondiente al 60 por ciento de menores ingresos. La suma de porcentaje del ingreso total que se quedan los deciles 1 a 6 alcanza al 28 por ciento del total.
“En la primera mitad del año, la inflación siguió muy elevada, lo cual impidió que las familias recuperen aunque sea algo del poder adquisitivo perdido a lo largo de todo 2018. A pesar de las medidas oficiales para contener el impacto de la recesión, como el aumento del 47 por ciento de la Asignación Universal por Hijo en marzo, los más afectados fueron los trabajadores más humildes, cuyos salarios subieron menos que los del resto. Los ingresos de los trabajadores más pudientes como los profesionales perdieron, aunque el impacto fue menor”, explicó el sociólogo Daniel Schteingart. El especialista en desarrollo económico señaló que “hay una doble regresividad. Los ingresos de los más pobres suben por debajo de los más acomodados y al mismo tiempo los segmentos más vulnerables experimentan aumentos de precios más intensos por la fuerte suba de los alimentos por encima de la canasta total”.
Los datos incluidos en el reporte muestran que, en el segundo trimestre del año, el 50 por ciento de los hogares tenía un ingreso promedio inferior a los 28.591 pesos. Así, la mitad de los hogares se apropiaron del 23,2 por ciento de los ingresos totales. Las cifras revelan que el ingreso promedio de los hogares con mayores ingresos escala a los 116 mil pesos, aunque los datos subestiman los ingresos de los sectores más acaudalados, donde existe una tendencia a la subdeclaración. Las cifras oficiales muestran que entre el 10 por ciento de los hogares más pobres el nivel de ingresos promedio fue de 7489 pesos en el segundo trimestre mientras que entre el 20 por ciento de los hogares más vulnerables alcanzaron a 13.459 pesos.
La economista María Julia Eliosoff destacó, por su parte, que “las mujeres tienen mayor participación en los deciles de más bajos ingresos. Las mujeres representan el 66 por ciento de toda la población en el 10 por ciento de menores ingresos mientras que alcanzan apenas al 36 por ciento del decil de mayores recursos. Esto último se explica por la existencia de techos de cristal". Asimismo, Eliosoff apuntó que los ingresos de las mujeres del decil de menores ingresos provienen de fuentes no laborales, situación que expone la creciente vulnerabilidad de esos sectores. “En este punto se debe destacar el impacto de la caída del poder adquisitivo de AUH, el salario social complementario y el ingreso de Hacemos Futuro que se vuelve clave en hogares monomarentales”, enfatizó la economista.
“En el segundo trimestre de 2019 se verificó un empeoramiento leve de la distribución del ingreso. Este resultado se explica por una mayor segregación del mundo del trabajo, donde se siguen profundizando los diferentes resortes que tienen los trabajadores con empleos de convenio y los propietarios de los medios de producción, respecto del universo de trabajadores informales”, señaló el economista y docente de la Universidad de Avellaneda, Sergio Chouza. A pesar de las tímidas medidas paliativas deplegadas por el gobierno para intentar contener el impacto social del derrumbe económico observado en agosto “la expectativa para el tercer trimestre es que la dinámica de deterioro se profundice, ya que impactará de lleno el proceso devaluatorio”, consideró Chouza.