Al término del debut con Francia en la Copa del Mundo Masculina de Rugby que se desarrolla en Japón, Mario Ledesma, el entrenador de la selección argentina, Los Pumas, criticó a Angus Gardner, al árbitro del encuentro. Ledesma declaró: "Es una lástima que un referí tan bueno no haya visto el penal de (Louis) Picamoles, que le marcó el línea. Estaba dos metros adelantado. Nos referearon (sic) como a un país chico del rugby”. Según Ledesma, la jugada, de no haber mediado el flagrante error arbitral, podría haber cambiado el resultado del encuentro, que favoreció a Francia por 23 a 21.
La crítica de Ledesma fue reprobada por la comunidad de rugby nacional por contrariar el "ethos" de ese deporte. Una nota publicada en el matutino La Nación ejemplificó dicha reprobación al calificar el proceder de Ledesma como "nocivo y peligroso" dado que contraría "los preceptos que le enseñaron cuando comenzó a jugar". El texto estaba acompañado con un póster de un club de Tucumán que ilustra esos preceptos: "El árbitro es humano. Puede equivocarse. Pero los hombres de rugby, dentro y fuera de la cancha, elegimos que siempre tenga razón. Lo tengamos presente". A pesar de que varios participaron de una reyerta con sus rivales franceses al final del encuentro, la nota diferenciaba a Ledesma de sus jugadores porque éstos "no reaccionaron ante lo que pudieron entender como una injusticia".
Tras las repercusiones de sus declaraciones, a los pocos días del encuentro, Ledesma se disculpó públicamente. En una conferencia de prensa que él mismo convocó manifestó: "Dije cosas que no quería decir, pido disculpas si herí los valores del rugby". Y agregó: "De chiquitos aprendimos que los referís siempre tienen razón". Sin embargo, como reza el póster del club de Tucumán, los árbitros no son infalibles. "Elegir" que siempre tengan razón implica un mandato de aceptación paciente –o incluso de resignación– frente a errores que, parafraseando la nota de La Nación, pueden entenderse como actos injustos. Cabe preguntarse entonces: ¿cuál es la respuesta más adecuada frente a los errores arbitrales?
Las ideas de Aristóteles ofrecen un camino provechoso para afrontar la cuestión. Como plantea en su Ética a Nicómaco, las personas adquieren virtudes a través de su ejercicio; por ello, "los hombres tienen que hacerse justos practicando la justicia… puesto que si practican la justicia… son ya justos”. Esto sugiere que la aceptación paciente no es una respuesta adecuada frente a la injusticia ya que aprueba o consiente la injusticia, al menos de manera implícita y pasiva. Es más, utilizando la lógica de Aristóteles, se podría plantear que la aceptación paciente de la injusticia hace a las personas injustas, si bien sólo sea indirectamente o por omisión. Incluso de no ser así, la aceptación paciente de la injusticia alejaría a las personas de la justicia. Y esto es indeseable porque, como decía el maestro de Estagira, las personas justas practican lo justo y quieren lo justo.
Siguiendo con las ideas de Aristóteles, los errores arbitrales serían enfrentados adecuadamente a través de la mansedumbre, el término medio entre la irascibilidad y la impasibilidad. Así, las personas que la practican “se encolerizan por las cosas debidas y con quien es debido, y además cómo, cuándo y por el tiempo debido”. Estas personas templadas se mantienen serenas, no se dejan llevar por la pasión y se enojan sólo “como la razón lo ordena y por esos motivos y durante ese tiempo”. Si bien no hay una guía o fórmula para el actuar con templanza, Aristóteles remarca que “una cosa es clara, que la disposición intermedia es laudable, de acuerdo con la cual nos irritamos con quienes debemos, por los motivos debidos, como debemos, etc.”.
El enojo de Ledesma, que conllevaba indignación ante la injusticia del error arbitral padecido por su equipo, indica precisamente apego por la justicia y ejercicio de la mansedumbre. Su enojo fue moderado, tanto en intensidad como en duración, y expresado con respeto por el árbitro que lo causó. Es decir, Ledesma se irritó con quien debía, por el motivo debido y de la manera debida (o, al menos, de una manera razonada y defendible). Por otro lado, su enojo comedido es también justificable ya que demuestra claramente que la injusticia no es algo que las personas puedan desear para ellas mismas y ante lo cual se debe responder con tolerancia impávida. Se podrá argumentar que la crítica de Ledesma al árbitro es improcedente porque desconcentra a los jugadores y a los objetivos del equipo. Aunque potencialmente cierto, ese argumento, netamente instrumental, no anula la validez de la crítica y la noción de que el apego por la justicia exige la denuncia de la injusticia.
Más que exigir que siempre se dé la razón al árbitro –una postura que acepta pacientemente la injusticia–, el "ethos" del rugby debería exigir que siempre se lo respete. Apuntar un error y enojarse por el mismo, como demostró Ledesma, no es incompatible con el respeto por el árbitro y por el amor a la justicia. Es una pena que Ledesma se haya retractado por haber manifestado respetuosamente su indignación ante la injusticia padecida por su equipo. Después de todo, como terminaba la nota de La Nación, "muchos chicos –además de los grandes– lo están mirando". Ojalá quienes lo están observando puedan reflexionar críticamente, suspendiendo obediencias y disciplinas recibidas, la parte del "ethos" del rugby que hizo que Ledesma pidiera disculpas.
* Doctor en filosofía e historia del deporte. Docente en la Universidad del Estado de Nueva York (Brockport).