La expectativa que genera Lorrie Moore –de visita por primera vez en Argentina para presentarse en varias actividades del 11° Festival Internacional de Literatura en Buenos Aires (Filba)- es de una intensidad anómala. No es frecuente que una escritora suscite tanto interés. La autora de ¿Quién se hará cargo del hospital de ranas? conoce la lucha de las mujeres argentinas por la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo. En esa emblemática novela que recupera proustianamente el tiempo perdido entre dos amigas, una de las adolescentes (Sils) aborta. “Les deseo suerte a los hombres y mujeres que están dando esta batalla tan importante. En Estados Unidos, con Donald Trump, experimentamos un retroceso increíble a esos tiempos en que el aborto era ilegal y ahora tenemos muchas dificultades”, reveló Moore durante su primer encuentro con los periodistas argentinos en la librería Eterna Cadencia.
La lectura de género no es forzada en la obra de la escritora estadounidense. Berie y Sils –inolvidables para muchas lectoras y lectores del mundo- salvan a las ranas que recibían balas de aire comprimido, como si en esa reparación ellas pudieran compensar lo que la sociedad de entonces –fines de los años 60, principios de la década del 70- dañaba con su violencia, brutalidad e incomprensión. Ellas no salen, como los hombres, a matar con rifles. “A veces pienso que la adolescencia femenina es la fuerza de vida más poderosa que la naturaleza tiene para ofrecer”, escribió Moore en “Titanic”, uno de los ensayos que integran A ver qué se puede hacer, una antología de reseñas y crónicas también editada por Eterna Cadencia con traducción de Cecilia Pavón. “No se había escrito mucho sobre mujeres adolescentes; una etapa que la gente solía ver con vergüenza, pero ese momento de la vida es importante porque las amistades son muy poderosas. Yo quería retratarlo porque muchas veces la adolescencia es despreciada. Yo encontré en la adolescencia un elemento poderoso para narrar. Pero no es un tema central en mi obra”, aclaró la escritora estadounidense que nunca se sienta a escribir con “la mente en blanco” porque siempre tiene un plan. “Nunca escribo el libro que quería escribir”, confesó la autora de las colecciones de relatos Autoayuda (1985), Como la vida (1990) y Gracias por la compañía (2015).
Moore (Glens Falls, Nueva York, 1957) no aparenta los 62 años que tiene. Hay una ironía levemente juvenil cuando habla y una gracia elegante y cálida que quizá sea la fórmula para mantener a raya el paso del tiempo en su rostro. “Casi todas mis novelas están escritas en primera persona; la mayoría de mis cuentos en tercera. Pero cuando empecé a escribir relatos los hacía en primera persona porque me costaba la tercera; no sabía a quién le estaba hablando. Después me di cuenta de que la historia tiene su propia voz y empecé a usar la tercera”, comentó la autora de las novelas Anagramas –que Eterna Cadencia reeditará en 2020- y Al pie de la escalera. Dueña de una fluidez y plasticidad sonora formidable en su prosa, basta recordar el final de ¿Quién se hará cargo del hospital de ranas? –novela atravesada por referencias musicales y canciones de Neil Young, The Who y Chet Powers- con la estremecedora rapsodia de Schubert para intuir que la música no es una nota al pie en su narrativa. “Nunca escucho música cuando escribo porque sería muy disruptivo. Pero todos los personajes de mis cuentos o novelas cantan o tocan un instrumento. Mi papá, que tiene 95 años, todavía toca canciones en el geriátrico y hace conciertos para los demás. La música está en mi entorno, estoy rodeada de gente muy musical”, reconoció la escritora que es miembro de la American Academy or Arts and Letters.
El amor es una especie de columna vertebral de la narrativa de la escritora estadounidense. Berie, la mujer madura que recuerda la adolescencia junto a Sils en ¿Quién se hará cargo del hospital de ranas?, construye una narración sobre ese pasado en el preciso instante en que descubre que no ama a su esposo. “El amor te rompe el corazón, como dicen las madres de muchas de mis alumnas, pero ¿qué otra alternativa tenemos? La vida termina, el amor termina, pero yo soy una defensora del amor, aunque implique múltiples y sucesivas rupturas –planteó Moore-. En mi época no había tanta experimentación en las relaciones de pareja, pero ahora hay un montón de posibilidades y de variantes y una puede ser 32 mujeres al mismo tiempo”.
El humor no solo emerge en su narrativa; el carácter incisivo y zumbón lo despliega también cuando escribe ensayos y reseñas: “La literatura, cuando ocurre, es la correspondencia entre dos agorafóbicos. Es solitaria y esperada, brillante y pura y temida, un casamiento de pájaros, una conversación entre ciegos”. “El humor no cura pero expresa la supervivencia. La capacidad de reírnos de lo que nos pasa, que debe surgir de adentro hacia afuera porque no tiene que ver con la burla, es lo que demuestra nuestra resiliencia, que pudimos sobreponernos”, reflexionó la escritora que anticipó que está terminando de escribir una novela. El escritor Richard Ford, que participó del Filba el año pasado, le dijo a la escritora: “En Argentina leen tus libros”. Moore le respondió: “No me lo creo”. Otra amiga le contó lo mismo y la escritora tampoco le creyó. “Le pregunté a mi editor: ¿crees que será verdad que allá soy una autora popular? ‘No creo’, me respondió él. Tengo que admitir que es cierto y me alegra y me sorprende al mismo tiempo. No me esperaba esto”.
*Sábado a las 17, en el Malba (Figueroa Alcorta 3415), Lorrie Moore lee a Lorrie Moore. Presenta Inés Garland.