Cuando los dólares del Fondo Monetario Internacional todavía fluían al ritmo de la campaña electoral, la economía mostraba tímidas señales de vida. El Indec informó que durante julio la actividad registró una leve mejora de 0,6 por ciento frente al nivel alcanzado un año atrás. Con ese guarismo el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) alcanzó su tercera marca consecutiva positiva después de sumergirse doce meses en terreno negativo. El derrumbe económico que siguió a las elecciones primarias anticipa, sin embargo, un nuevo desplome en los indicadores a lo largo de los próximos meses. El escueto aumento observado dos meses atrás tuvo como única explicación el crecimiento del sector agropecuario que, a su vez, refleja la mejora climática después de la sequía experimentada un año atrás.

Los anabólicos ofrecidos por el financiamiento provisto por el FMI no alcanzaron para compensar el impacto recesivo del programa de ajuste fiscal y ahogo monetario durante los primeros siete meses del año. Entre enero y julio la economía acumula una caída del 2,1 por ciento. Sin los avatares meteorológicos que maquillan las estadísticas, la economía hubiera marcado una contracción superior al 3 por ciento interanual. A pesar del optimismo de velorio de los reportes del organismo multilateral que apenas dos meses atrás proyectaban una caída de tan solo 1,3 por ciento para 2019, las cifras del Indec marcan un piso para el desplome del año.

Como dejó en evidencia la crisis de agosto, la aparente estabilización del dólar durante julio no estuvo basada en mejoras en el funcionamiento de fondo de la economía argentina, sino en el beneplácito del FMI para anestesiar la cotización de la divisa estadounidense en el muy corto plazo. La corrida cambiaria, las elevadas tasas de interés, la aceleración inflacionaria impacta de frente sobre cualquier atisbo de reactivación de la demanda agregada.

Desde el ITE de la Fundación Germán Abdala advierten desde mediados de año que el escenario empeora ya que los sectores de más pobre desempeño siguen siendo aquellos con mayor peso en la actividad y los que más empleo utilizan, como la industria y el comercio. La industria cayó en julio 2 por ciento anual y acumula quince meses seguidos en rojo mientras que el comercio retrocedió 1,3 por ciento anual.

La construcción, por su parte, marcó una caída de 2,2 por ciento en julio (la onceava consecutiva) en un contexto de parálisis en la inversión privada y ajuste de la obra pública que repercuten de manera directa sobre la producción de los insumos difundidos. El nivel de actividad de la intermediación financiera cayó 13,9 por ciento, la caída más significativa aunque la incidencia sobre la actividad es menos relevante. El rubro Electricidad, gas y agua tuvo una caída del 2,1 por ciento mientras que Pesca registró una baja de 5,1 por ciento. En terreno positivo, además del agro, se ubicó Hoteles y restaurantes con un alza de 1,9 por ciento. También mostró un aumento el ítem referido a la minería que aumentó 2,7 por ciento.

“La actual recesión se perfila como la más prolongada desde el 2001, ya que lleva seis trimestres consecutivos en baja”, advierte el último informe del ITE al indicar que “la discusión sobre si el gobierno logrará llegar a octubre con algunos datos positivos quedó atrás y hoy en día sólo queda esperar que la caída de la economía sea la menor posible”.