A Hugo Varela se lo podría asociar con la figura del juglar o el trovador errante, aquel que va de pueblo en pueblo con un bolso lleno de canciones y risas. Este humorista, actor, músico y fabricante de instrumentos extraños tiene un único fin en la vida: cambiarle el humor a la gente, que al menos por un rato pase un momento agradable. Varela recuerda que una de sus giras más exitosas fue en 2001, en plena crisis social, económica y política. La gira estaba llena de incertidumbre –“no se sabía qué iba a pasar al día siguiente”, recuerda-, pero en cada pueblo que visitó la gente lo recibía con alegría y gratitud. Después de dos años de “reflexión”, regresa al teatro Astral (Corrientes 1639) con el espectáculo Humor a pedal, que va los viernes y sábados a las 21.30, y los domingos a las 20 (hasta el 13 de octubre).

Humor a Pedal tiene que ver con un instrumento que hice, que se llama Sambófono Pédico. Es una bicicleta fija de gimnasia que adapté con un zurdo brasilero, una pandereta y un cencerro. Entonces, al pedalear va haciendo un ritmo de samba brasilero”, cuenta Varela con total naturalidad. “Bajamos del escenario en un momento, vamos por el hall y salimos a la vereda a tocar. La idea es cambiarle el humor a la gente como sea”, resalta el cordobés.

Además, en el espectáculo hay canciones, monólogos y mucho juego con el público. Y estará acompañado por una banda de lujo: la Orquesta Inestable. “Yo digo que en los teatros serios está la orquesta estable, pero esta es la Orquesta Inestable. No tienen criterio y aparecen disfrazados. Es una bandita de bronces". La "bandita" de la que habla está integrada por Miguel Angel Tallarita, Gustavo Tejada en trompeta e Iván Carrera en trompetas, Nelson Gesualdi en trombón y Marcelo Schinder en tuba.

En esta ocasión, el humorista de 73 años vuelve a un formato que le gusta: el unipersonal. “A veces me escapo un poco y hago teatro de revistas, pero siempre vuelvo al unipersonal. Siento que es un formato con el que me siento muy cómodo. Lo puedo hacer con invitados e intervenciones de otros personajes, pero siempre está mi espacio. No es que salgo con un micrófono y nada más, la complico un poco con instrumentos raros y participación con el público y la banda”.

Y contará también con la intervención de su hijo Lucas Varela, un asistente de escenario con “inquietudes diversas”. "Interviene en un montón de cosas, como cuando hacemos el número de la guitarra partida al medio. En un momento, presento a otro guitarrista que va a tocar conmigo. Pero el asistente me dice que el tipo no viene. Y le pregunto: ‘¿Usted toca guitarra?’. ‘Un poco’, me responde. Entonces, corto la guitarra al medio con un cuchillo y le doy la mitad a él”, adelanta, fiel a su humor absurdo.

Me acompañó siempre el humor, pero no me daba cuenta”, dice este artista popular que afincó en Buenos Aires para continuar con sus estudios de arquitectura. Pero el humor de a poco empezó a tomar más presencia en su vida y abandonó la carrera para abocarse a los escenarios. “La música apareció de muy chico: mi viejo tocaba la guitarra y me enseñó. Me regaló una guitarrista de niño. Y de adolescente ya tenía una guitarra eléctrica y una banda”, cuenta. Su pasión por el arte -y lo artesanal- es herencia directa de su mamá y su papá. “Mi vieja era profesora de bellas artes y yo tuve siempre vínculo con el dibujo y la pintura. Y mi viejo era enólogo pero hacía esos famosos aviones con papelitos. Lo artesanal viene por ahí, o sea que fui un desorientado desde chico”, lanza.

-Después de 40 años en la escena, ¿qué cosas lo motivan a seguir haciendo humor?

-Me hace bien lograr que la gente se ría y se divierta. Eso le da sentido a lo que hago. También estoy empezando a escribir cosas vinculadas con la creatividad. Y tal vez podría largar el humor y dedicarme a escribir. En San Luis hice un encuentro sobre la creatividad y estuvo muy bueno. Quizás podría dejar de hacer humor un año y hacer eso. En algún momento fantaseé también con armar una película humorística y absurda. Pero es un proyecto que está pendiente. La verdad es que me he dado muchos gustos con el oficio. ¡Hasta a Australia llegué con el humor!.

-¿Y es más necesario el humor en tiempos de crisis social, económica y política?

-Sí, creo que sí. La revista Humor tenía una frase que decía: "La revista que anda bien cuando todo anda mal”. Para un humorista siempre es más estimulante encontrar un grupo de gente sin humor o deprimida porque es la oportunidad de desarrollar tu laburo. Si sos humorista y te mandan al carnaval de Río de Janeiro, vas a sobrar porque ahí no necesitan humoristas. En estas épocas de crisis, el humor entra en un terreno medio místico. En 2001 salí de gira y la gente a la salida me agradecía por hacerla reír. Me sentía un pastor o un manosanta. Este es un oficio, como el del plomero. La gente necesitaba reírse. Pero me parece que este momento es más complicado que en 2001, porque la gente está más asustada y no solo por la cuestión económica. La función del humorista es cambiarle el humor a la gente en momentos de crisis.

-Y a usted nunca le interesó hacer humor político, ¿no?

-Quizás en algún momento puedo tirar alguna perlita política para que se den cuenta de que no vivo en un frasco, pero nunca trabajé con lo inmediato, con lo que pasa en el momento. No me asiento, no piso en noticias del momento. Coincido con algo que dice Luis Landriscina: "Hay tres temas que te dividen al público: la religión, el fútbol y la política". Y el objetivo del humor es aglutinar, unir.