“Como siempre, sucederá una fiesta”. El optimismo de la cantora, guitarrista y bailarina venezolana Amanda Querales fluye como la primavera. Pasa que está por volver a presentarse en Buenos Aires (este viernes a las 21, en Hasta Trilce) y tiene las mejores perspectivas sobre un show bañado por una gruesa catarata de merengues, joropos y danzas zulianas. Por las formas que están tomando sus músicas en los nuevos tiempos --o sea-- ancladas en las canciones de su primer disco solista. Y a la vez en las reminiscencias de un pasado en perpetuo movimiento. “El disco que grabé es testigo de la existencia del mejor invento humano: la amistad entre nuestros pueblos a través de una música que, en mi caso, abre caminos para la creación y la improvisación con eje en la impronta caribeña”, resume la autora de la bella “Como flor de Araguaney”, acerca del trabajo registrado en noviembre pasado en lasala de Maza al 100.
A la Joan Baez, Querales debutó con un disco en vivo, aunque, a diferencia de aquella heroína de los jóvenes sesenta, llega a él tras una larga experiencia. No solo es producto humano de Ismael Querales y Zorena Valdivieso, pareja fundadora de una agrupación histórica y clave de la MPV (“Un solo pueblo”), sino también dueña de un trayecto que no le fue en saga al de sus padres. Fundamentalmente a través de experiencias colectivas que ha integrado, e integra. “El son del Quilombo” es una. “Fue una oportunidad única, sí. Pedro Marín, el creador de la agrupación, se propuso hacer música afrovenezolana para bailar. Ahí compartí con músicos excepcionales y acumulé enseñanzas irrepetibles que hoy día me hacen sentir más plena al cantar”, evoca.
La otra, la que integra, es “Un solo pueblo”. “Esta es la familia de sangre, de cariño y por afinidad. También es la escuela donde se aprende a ver, a escuchar, a oler, a sentir y vibrar el arte popular como una expresión de identidad en constante movimiento y, por tanto, de libertad. La potencia de su sonoridad y el torrente de dignidad que exhala su música me convencieron desde muy pequeña de seguir creando teniendo como puerto seguro la raíz caribeña. Siempre está ahí mi gente de Un Solo Pueblo, son el cocuy que alumbra”, realza en tiempo presente. “En el grupo bailo y canto, porque a esta altura de mi vida creo que es indivisible hacer las dos cosas… el cuerpo se convierte en el canal rítmico más sensitivo para poder jugar con la voz y desinhibirse”, resume al final, y el rewind la devuelve al principio: sucederá fiesta.