Nuestros veranos 6 puntos
Les estivants, Francia/Italia, 2018.
Dirección: Valeria Bruni Tedeschi.
Guion: Caroline Deruas-Garrel, Noémie Lvovsky, Agnés de Sacy y Valeria Bruni Tedeschi.
Duración: 128 minutos.
Intérpretes: Valeria Bruni Tedeschi, Riccardo Scamarcio, Noémie Lvovsky, Valeria Golino, Pierre Arditi, Laurent Stocker, Yolande Moreau, Bruno Raffaelli
“Ningún giro ordinario del destino, como la enfermedad, la bancarrota o el fracaso profesional repercute tan cruelmente en el inconsciente como el divorcio”: esas son las palabras que eligió la italiana Valeria Bruni Tedeschi (en adelante VBT) para abrir Nuestros veranos, su última película. La frase no es suya, sino del dramaturgo alemán Botho Strauss, ni es novedosa para el cine. Ya la utilizó 19 años atrás y con el mismo fin Liv Ullmann en Infiel, uno de sus cuatro largos de ficción como directora, sobre un guion de Ingmar Bergman.
A diferencia del film más bien intimista de la noruega, que aborda los efectos que el divorcio provoca en los personajes directamente afectados por él (una pareja, su hija y el tercero en discordia), el de VBT es una tragicomedia coral que tiende a la desmesura. Dentro de esa estructura que inscribe al desborde emocional como principal recurso dramático, la instancia del divorcio de la protagonista es apenas el eje narrativo en torno al cual giran los conflictos personales que cargan los personajes que la rodean.
Como buena parte de su filmografía como directora, Nuestros veranos funciona como espejo de la vida personal de VBT, a quien no le preocupa nada que el asunto se vuelva evidente. Tan poco le importa que comparte el oficio de cineasta con Anna, la protagonista que ella misma interpreta, quien además es abandonada por un marido que elige irse con una modelo. Lo mismo que hizo en 2012 su ex, el actor Louis Garrel, para comenzar una relación con la top model Laetitia Casta. Y hasta su propia hija Oumy, a quien adoptaron con Garrel, interpreta el papel de Celia, la hija adoptiva de Anna. Si a muchos directores se los critica por hacer teatro filmado en lugar de cine, de VBT podría decirse que lo suyo es el psicoanálisis filmado de froma ligera.
La directora lleva el asunto al extremo, haciendo que Anna se encuentre en plena escritura de un guión que gira en torno a la muerte de su propio hermano, ganándose los reproches de toda la parentela (incluido el fantasma del difunto) por convertir la intimidad familiar en un espectáculo público. Una película en la que ella se interpretará a sí misma y su marido hará de su marido, solo que este decidió irse con la otra en la primera escena, justo antes de que Anna se reúna con unos productores buscando financiar el rodaje.
Retrato filoso e irónico de la burguesía de la Europa latina, VBT imagina un universo que tiene algo de cortesano. Eso incluye intrigas palaciegas, deseos cruzados, romances no siempre posibles o visibles y la división entre servidores y servidos, que a pesar de sus diferencias comparten un estado de permanente insatisfacción. Lo mejor de Nuestros veranos ocurre cuando la directora utiliza el desborde de sus personajes para revelar y reírse del carácter decadente de su clase (y de sí misma por extensión). Lo peor: cuando por ese mismo camino se vuelve condescendiente con propios y ajenos.