¿Qué consecuencias podría sufrir una sociedad donde la tecnología avanzó a tal punto de permitirles a los hombres gestar y parir al igual que las mujeres? A partir de este interrogante podría pensarse Estrógenos,  segunda novela de Leticia Martín, donde el género de ciencia-ficción sirve como base de una trama que se abre como un abanico al tiempo que confluyen elementos propios de una comedia de absurdo y donde la tragedia se asoma entre la ironía y el humor. “Ante la duda miro el prospecto del test. Un slogan sobre el packaging insiste en que “sólo un minuto alcanza”. De todos modos, espero unos segundos más. Quiero estar completamente seguro. Observo la tira reactiva como quien mira el interior de un féretro. En el departamento no vuela una mosca. Leo en el dorso de la caja la palabra ‘absorbente’ y la sigla ‘T.E.M’: Test de Embarazo Masculino. Me pregunto por qué la aclaración. Por qué segmentar los test según género cuando la modificación hormonal de la orina, en estos casos, es idéntica en hombres y mujeres”, se pregunta Martín poco antes de comprobar que sí, efectivamente: está embarazado. Y no es el primero ni mucho menos será el último; de hecho Cecilia, su pareja, fue gestada tras varias pruebas de fecundación masculina a la que se sometió su padre en la etapa embrionaria de esas investigaciones. “Esa popularidad no fue muy buena para Cecilia, que tuvo que soportar cámaras y exposiciones de todo tipo. Sobre todo a partir de que Hugo, su padre, abogado especialista en derecho civil y penal, impulsó varias demandas que le valieron la tenencia de Cecilia, luego de tramitar el divorcio digital y volverse muy solicitado en los foros del Nit. Hugo consiguió que su esposa pague las cuotas por alimentos y educación de su hija y presentó el primer proyecto de ley que postuló la igualdad de género en el ámbito hogareño. Ese trasfondo de la historia personal enturbiaba nuestras charlas y alejaba a Cecilia del deseo de ser madre”. Pero hay otros motivos muchos más complejos de los que, aparentemente, puede percibir Martín y en esto estriba gran parte de la singular atracción que produce  Estrógenos: su planteo ideológico de fondo. El mundo ya no es habitable o al menos no como lo fuera hasta el agónico siglo XXI. En la era simbólica de la virtualidad y la descomunicación instantánea, innumerables inundaciones y otras catástrofes naturales cambiaron la geografía del planeta, Europa y América ya no son más lo que eran, los continentes se redujeron notablemente como al final de un nuevo cataclismo. “Euramérica cambió mucho después de las guerras web”. En este contexto gran parte de las mujeres han decidido no tener hijos. Ahora bien, lejos de convertirse esto último en una declaración frontal, Leticia Martín logra abordar esta problemática desde distintos planos; por un lado invierte el orden cultural que se impone en una sociedad que no se ha despojado del todo de ciertas concepciones patriarcales y, por el otro, con un tono irónico y muchas veces corrosivo cuestiona los discursos dominantes del deber ser, el reloj biológico y hasta el supuesto instinto materno, al tiempo que focaliza en un narrador masculino que, a poco de quedar embarazado, es abandonado por su pareja. El humor junto a ciertas características propias del absurdo es el modo inteligente con que Leticia Martín resuelve invertir los roles sin caer en el lugar común del señalamiento. De pronto Martín se deprime terriblemente al quedarse solo, las compañeras de trabajo lo acosan con miradas fugitivas, su rendimiento laboral disminuye y un hombre embarazado puede no ser muy redituable para una empresa: mejor despedirlo. “Hubiera querido preguntarle al viejo en qué lugar piensa que van a empleara un hombre embarazado, o que acaba de parir; pero prefiero preservar mi dignidad”. Lo más interesante y complejo que hay de fondo en el plano ideológico de Estrógenos se resuelve recién hacía el final pero cuyo comienzo puede revelarse ahora: distintas manifestaciones a lo largo de la ciudad parecen estar gestando algo así como una guerra civil  entre los hombres que reclaman derechos de paternidad y aquellos que están completamente en desacuerdo con que los hombres legalicen, entre otras cuestiones, la posibilidad de gestar y parir. Un decreto de Estado pondrá en riesgo la integridad de Martín y su futuro hijo; de pronto todo se reduce a una sola cosa: defender la vida. Vivir para contarlo.