Porque hay vidas o historias que mutiló la dictadura genocida, hay derechos que todavía buscan un canal para expresarse. El club Banfield lo entendió así. De sus socios e hinchas partió una iniciativa que es muy probable haga escuela. Les restituirán su condición de asociados a los desaparecidos que la perdieron durante el terrorismo de Estado. El próximo jueves 3, en un acto que se realizará a las 19 en la institución, once de ellos, “los 11 de memoria” –como los definió el espacio colectivo Banfield por los Derechos Humanos– recuperarán su status societario. Cuenta Sergio "Cherco" Smietniansky, abogado de la Cadep (Coordinadora Antirrepresiva por los Derechos del Pueblo) que "el planteo para reasociarlos es que no reúnen ninguno de los cuatro requisitos que establece el estatuto para ser dados de baja del padrón: la muerte (la figura del desaparecido no es asimilable en este caso a la del fallecido), la falta de pago (no existe culpa en la mora), la renuncia o expulsión".
La decisión que también tomará Estudiantes de La Plata reconoce antecedentes de homenajes a socios desaparecidos en otros clubes. Racing, San Lorenzo, Argentinos Juniors y Defensores de Belgrano –por citar los más difundidos– se hicieron camino al andar. La propuesta de devolverles su identidad como asociados tiene un costado simbólico, pero otro no menor en el plano jurídico. Los carnés que se les entregarán a los familiares de los once dirán: "Se le restituye la condición de socio por decisión de la CD, 3 de Octubre de 2019". Esa comisión directiva la preside una mujer joven: Lucía Barbuto. La única que ocupa un cargo tan alto entre las instituciones que juegan la Superliga. El dato no pasa inadvertido.
El día de la restitución en el estadio Florencio Sola está prevista una charla de la que participarán Nora Cortiñas y Taty Almeida de Madres Línea Fundadora; Lita Boitano de Familiares; Delia Giovanola de Abuelas, el periodista Ezequiel Fernández Moores y Smietniansky por los asociados que integran el espacio de Banfield por los Derechos Humanos. "Ahora sabemos que en 200 años alguien va a mirar el padrón de socios y no se encontrará con nuestros nombres, pero sí con los de estas 11 personas desaparecidas", comenta el abogado.
En cada caso investigado para llevar adelante el homenaje, los hinchas organizados se toparon con historias como la de Silvia Streger. Secuestrada el 5 de septiembre de 1977, estudiaba para traductora de inglés. Fue vista en el centro clandestino de Pozo de Quilmes junto a su pareja, Rodolfo Torres. Ahí se enteró de que una compañera de cautiverio pasaría a disposición del PEN. Bordó una trenza verde y blanca con los colores de Banfield que hizo con hilos de la ropa y le pidió que se la entregara a su cuñada Liliana Teplinsky –una presa blanqueada por la dictadura– como señal de que estaba viva.
José Pablo Ventura además de ser uno de los fundadores de la Juventud Universitaria Peronista (JUP) era fanático del Taladro. De ahí su apodo, el Tala. Estudió en el ENAM de Banfield que sufrió 31 desapariciones entre sus alumnos, siguió en el Nacional Buenos Aires e ingresó a la carrera de Derecho en la UBA. Militante de Montoneros, salió al exilio en México pero regresó en 1976. Lo asesinaron en enero del 77, sus restos desaparecieron y fueron encontrados por el EAAF en 1984. Lo habían enterrado como NN en el cementerio municipal en Santa Fe.
Otro caso entre los once que recuperarán su condición de socio es el de Raúl Ceci. Se lo ve sonriente en una fotografía detrás de sus grandes lentes. Integraba un grupo vocalista de música latinoamericana y pasó por las divisiones inferiores del club en los años 60. "Llegó a ser titular en la tercera división en varios partidos", recuerda Cherco. Sería el futbolista nº 20 que se agrega a la lista de 19 publicada en el libro Deporte, Desaparecidos y Dictadura que se editó por tercera vez este año. Se lo llevaron del bar Moconá, en Beltrán e Hipólito Yrigoyen de Remedios de Escalada. Tenía 28 años. Desde junio de 2008 esa esquina lleva su nombre.
Los desaparecidos de Banfield que recobrarán su categoría de socios, la misma que perdieron cuando los secuestraron o asesinaron en los 70, dejaron recuerdos que bien podrían integrar el acervo de un museo. El carnet nº 11.713 del joven Germán Gavio con la cuota paga de mayo del '73 es uno de ellos. Vivía frente a la cancha y tenía 16 años cuando lo mataron. El célebre sacerdote tercermundista Carlos Mugica leyó el responso en su entierro.
El acto que organizará Banfield es una demostración más de la nueva subjetividad que desarrollaron en sus clubes los socios e hinchas. Tomaron en sus manos una agenda que supera lo que rodea al hecho deportivo. Se movilizan contra las sociedades anónimas. Documentan historias donde se violaron los Derechos Humanos. Reivindican la lucha de género que llevan adelante las mujeres.
"¿Cuándo arrancó esto? ¿Por qué? ¿La razón central está en la aparición de los sitios web y de las redes sociales? ¿O en realidad hay que poner el foco en el contexto social, cultural y político que permite salirse de la órbita de la pelota? ¿O será que la idea del apoliticismo deportivo, tan potente en el sentido común futbolero, empezó a agrietarse sin que existiera una fuerza política decidida específicamente a agrietarlo?" se pregunta el sociólogo Julián Scher, autor del libro Los desaparecidos de Racing, que recoge once historias sobre esos hinchas o socios a quienes el régimen cívico-militar del 76 pretendió borrarles su identidad.
Algo se mueve por abajo y empieza a percibirse en decisiones políticas como la de Banfield. La restitución de la condición de asociados a las víctimas de la dictadura no es una mera formalidad. Sienta un precedente. Desde el próximo jueves en el club se los llamará "socio/a detenido-desaparecido, víctima del terrorismo de Estado".