Desde Roma
El papa Francisco, en ocasión de celebrarse el domingo en la Iglesia la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, hizo un nuevo llamado a los católicos y a la comunidad internacional a favor de la solidaridad con “los últimos”, pidiéndoles que reaccionen ante las injusticias y construyan un mundo “más justo”. Esta celebración, dijo el Papa durante la misa en la Plaza de San Pedro, quiere “reafirmar la necesidad de que ninguno quede excluido de la sociedad, ya sea un ciudadano residente desde hace mucho tiempo o un recién llegado”.
El tema de esta Jornada Mundial 2019 es “No se trata sólo de migrantes”, el título que Francisco eligió para su mensaje difundido el 29 de mayo, pocos días después de conocerse los resultados de las elecciones parlamentarias europeas en las que algunos partidos de derecha y anti migrantes, incluida La Liga del ex ministro italiano Matteo Salvini, consiguieron muchos votos. Y casi como una advertencia ante esa realidad, el pontífice insistió: “No se trata sólo de migrantes, se trata de nuestra humanidad (...) “No se trata sólo de migrantes, se trata de no excluir a nadie”(...) “No se trata sólo de migrantes, se trata de poner a los últimos en primer lugar” (...) “No se trata sólo de migrantes, también se trata de nuestros miedos”.
“Las sociedades económicamente más avanzadas desarrollan la tendencia a un marcado individualismo que, combinado con la mentalidad utilitarista y multiplicado por la red mediática, produce la ‘globalización de la indiferencia’ –escribió Francisco en el mensaje–. En este escenario, las personas migrantes, refugiadas, desplazadas y las víctimas de la trata, se han convertido en un emblema de la exclusión porque, además de soportar dificultades por su misma condición, con frecuencia son objeto de juicios negativos, puesto que se las considera responsables de los males sociales”.
Y este domingo, ante los miles de peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, subrayó que es necesario “reflexionar sobre las injusticias que generan la exclusión, en particular los privilegios de pocos, que para ser conservados perjudican a muchos”.
“El mundo actual es cada día más elitista y cruel con los excluidos -agregó, criticando sobre todo a los países poderosos-. Esta es una verdad que provoca dolor. Los países en vías de desarrollo son cada día despojados de sus mejores recursos naturales y humanos en beneficio de pocos mercados privilegiados. Las guerras tocan solo a pocas regiones del mundo. Pero las armas para hacerlas son producidas y vendidas por otras regiones que no se quieren hacer cargo de los refugiados provocados por tales conflictos.”
Francisco concluyó la celebración de este domingo llamando a los católicos y al mundo a reaccionar, a no quedarse callados e inmóviles. “La cultura del bienestar nos lleva a la indiferencia hacia los otros, nos lleva a la globalización de la indiferencia (…) No podemos permanecer insensibles, con el corazón anestesiado ante la miseria de tantos inocentes, no podemos dejar de reaccionar”, dijo, llamando a todas las sociedades a “construir un mundo más justo donde todos tengan acceso a los bienes de la tierra, donde todos puedan realizarse como personas y como familias, donde sean garantizados los derechos fundamentales y la dignidad”.
Al concluir la misa, el papa Francisco - muy sonriente, a diferencia del principio de la celebración que se lo había visto muy serio y casi acongojado -, saludó a los cardenales, obispos y sacerdotes que participaron y luego inauguró una escultura en bronce y arcilla, hecha por el escultor canadiense Timothy Schmalz, y colocada cerca de las columnas vaticanas. La obra, titulada “Angeles inadvertidos” representa un grupo de migrantes de distintas culturas y distintos períodos históricos, de pie, sobre una barca, y de entre ellos surgen las alas de un ángel. “He querido poner esta obra de arte aquí, en la Plaza de San Pedro – explicó el Papa-, a fin de que ella recuerde a todos el desafío evangélico de la recepción” de los migrantes.
En la plaza de San Pedro, ante un sol radiante, se vieron grupos de numerosos países latinoamericanos, incluida la Argentina. Pero también grupos de muchas etnias diferentes, entre ellas algunas coyitas e indígenas del Amazonas en sus trajes tradicionales. Un coro multiétnico, que cantaba a su vez en distintos idiomas y canciones religiosas originarias de distintos países, vestían camisetas de cinco colores, cada uno de los cuales representaba un continente.
El papa Francisco, al concluir la celebración, subió al Papamóvil y dio varias vueltas por la Plaza de San Pedro saludando a los miles de migrantes presentes que aplaudían y gritaban su nombre.
Cuánta actualidad tiene el mensaje del papa Francisco se ve cada día en Italia y en otros países de Europa, a donde los migrantes que escapan de guerras, persecuciones, pobreza, cambios climáticos que producen sequías y otros problemas, siguen llegando. Pocas horas antes de que Francisco comenzara esta celebración, una barca con 56 migrantes se hundió en aguas del Mediterráneo frente a Libia y todavía no se sabe cuántos fueron los desaparecidos.
Poco después 80 migrantes llegaban a las costas italianas, en particular a la isla de Lampedusa, la más cercana a Libia. Los migrantes llegaron a distintos puntos de la isla en tres barcazas, seguramente provistas por los traficantes de seres humanos que los hacen descender de barcos grandes poco antes de entrar en las aguas territoriales italianas. Y dado que las reglas han cambiado en Italia desde que se fue el ex ministro Salvini que prohibía la llegada de migrantes, los recién llegados fueron acogidos y enviados a centros de recepción.