“El hallazgo afortunado de un buen libro puede cambiar el destino de un alma”, aseguró en cierta ocasión Marcel Proust, y bien vale –en miras de las más recientes novedades– inquirir si el afortunado hallazgo de una filmación podría tener el mismo efecto. En especial cuando el clip en cuestión es –o en honor a la exactitud, sería– el único video existente que registra al mentado autor en movimiento, bajando las escalinatas de la iglesia de la Madeleine, en París, en 1904. Solito, con característico bigote y garbo y, cual refinado dandi, luciendo coqueto sombrero bombín y elegante redingote, su look y etiqueta no dejan de ser poco convencionales para el contexto: se retira, finalmente, de la distinguida boda de Elaine Greffulhe, hija de la condesa Greffulhe. Condesa que, recordarán los memoriosos, sirvió al escritor de musa para bosquejar a su bella y altiva Oriane, duquesa de Guermantes de En busca del tiempo perdido. “Todo parece indicar que se trata de Proust. La silueta y el perfil se corresponden a los suyos, aunque es verdad que siempre es difícil identificar con seguridad a alguien en un vídeo de este tipo, especialmente si solo lo conocemos por fotografías posadas”, esgrimió el profesor francocanadiense Jean-Pierre Sirois-Trahan, de la Universidad de Laval (Québec), que se topó con los tres segundos de clip revisando films caseros, donados por familias aristocráticas parisinas al archivo del Centre National Du Cinéma Et De L’image Animée.  “Aunque es imposible aseverarlo con completa seguridad, en lo personal no tengo dudas de que se trata de él”, redobló el académico tras cerciorarse de que Proust efectivamente asistió al casamiento. Y de que, harto conocido, estaba platónicamente flechado por la condesa de Greffulhe, a quien –por caso– le pidió en reiteradas ocasiones que le regalara su retrato, excéntrica insistencia que no cayó bien a la bella dama, aunque de igual modo extendió al autor una invitación a las nupcias de su hija. Última ocasión en que se vieron, primera en el que el mundo lo viera en movimiento. De ser él, vale nuevamente sospechar.