Roberto Musso empieza a cantar y ya no puede parar, ni para respirar. Impresiona en los discos y en el escenario del Luna Park cuánto tiene para cantar, para decir, como voz principal de El Cuarteto de Nos, en esas canciones con personajes multidimensionales, cuyas letras en primera persona proponen narradores mutantes: a veces temibles, feroces, frágiles o desesperados, nunca lineales, siempre divertidos e inspiradísimos. Una sola boca que son muchas bocas, o “esa primera persona nefasta”, como él mismo define.

Con 35 años de carrera, la banda uruguaya vive una segunda juventud desde 2006, cuando el álbum Raro les diera proyección internacional, modificara su sonido y edificara las bases para un repertorio nuevo y de alto vuelo. Seis discos después, su última producción, Jueves, de este año, tuvo hace poco una imponente presentación en el Luna Park y, tras una escala en Montevideo, continuará durante octubre por Mar del Plata, Tandil, La Plata, Córdoba y Tucumán. Y mientras la escena musical le sonríe y le brinda reconocimiento regional –recibió una nueva nominación para los Grammy Latinos, por la canción "Punta Cana", “junto al amigo Calamaro”, destaca Musso–, El Cuarteto de Nos consigue elevar la vara de sus canciones… otra vez.

Así como logró que piezas con letras atiborradísimas, cruces rítmicos extraños y juegos de palabras extremos -como "Ya no sé qué hacer conmigo", "Roberto" o "Yendo a la casa de Damián"- se convirtieran en clásicos del rock rioplatense del milenio en curso, en Jueves convidan sorpresas que suben la apuesta. La más evidente es la canción "Contrapunto para humano y computadora", un impactante duelo de payadores entre Musso y una PC vetusta, que parece repartir guiños tanto a Isaac Asimov como a Black Mirror o Blade Runner, y que intercambia acusaciones existenciales y mordaces entre el homo sapiens y la máquina, sus virtudes y sus límites.

-El título del disco, Jueves, podría sugerir una transición: ¿se acerca el fin de semana para El Cuarteto de Nos?

-En realidad, cuando armaba las canciones del disco, las pensaba como singles independientes, sin hilo conductor, así que buscaba un título que las englobara paro que no te dirigiera claramente para ningún lado puntual. Buscaba un adjetivo o una frase sin peso específico. En una reunión empezamos a pensar en los días de la semana: si le poníamos sábado o viernes, aludiría a una cosa fiestera; el domingo también tenía su carga; el lunes es el trabajo… En cambio, el jueves queda ahí, tal vez es un poco más positivo que negativo.

-¿Cómo es la historia detrás de "Contrapunto para humano y computadora"? En vivo es una performance casi teatral.

-Esa canción fue un largo proceso. Demoro mucho más tiempo en redondear una idea que en escribir la canción o la música. Tenía ganas de hacer en el escenario una riña de gallos freestylera, pero no invitando a un rapero, porque me parecía que era un clisé. Me preguntaba contra quién hacerlo. ¿Contra otra persona, contra un robot? Ahí decantó hacerlo contra una computadora, una de los ‘90, medio vieja. Y la idea de la computadora me dio el guión, el concepto, me llevó a definir sobre qué escribir, a que nos desnude como humanos, con nuestras falencias, y a que yo le cuestionara su falta de sentimientos. Y para sacarla del lugar común del duelo de freestyle, me resultó interesante el género de la payada, con la ingeniería métrica de la décima. Así que me metí en problemas yo mismo. El estreno fue en el Luna Park, nunca la habíamos hecho en vivo. Reprodujimos el hecho artístico del video, el video está integrado en la canción. Yo tenía el demo en casa, antes de presentarlo a la autocrítica de la banda, y me preguntaba si era más que nada un experimento, porque es larga, sin estribillo. Me preguntaba si estaba buena o si estaba para el neuropsiquiátrico.

-En el cierre de la canción le dice “¡andá!” a una máquina. ¿Es una forma humana de dar una discusión por terminada?

-Quería un final con contrapunto de insultos, como en las riñas raperas, y tenía muy claro cómo me insultaría la máquina a mí, “cavernícola, egocéntrico, racista”, y quería que la última fuera “inhumano”, pero no tenía claro con qué insultos responderle yo a una máquina. Pensé en esas palabras raras, “exégeta, entelequia”. Pero el “¡andá!” final me pareció una manera muy humana de cerrarlo. Algunas personas no rioplatenses tal vez no entiendan qué quiere decir “¡andá”, pero bueno… En el escenario, las partes en las que la computadora me contesta son un descanso para mí. Pero escuché que el público era hincha de los dos, festejaba mis líneas pero también las de la computadora.

-En canciones como "Punta Cana" y "Mario Neta" aparece una mirada sobre el consumismo. ¿Son canciones con denuncia o hay también dando vueltas cierto placer asociado a la idea del consumo?

-Me siento partícipe del problema, tengo un costado de Mario Neta y de querer ir a Punta Cana. Siento que formo parte de los personajes de las canciones; si no fuera así, no podría transmitir emoción. Me siento identificado con el lado más ingenuo de Mario Neta, que escucha voces filosóficas en la radio, que madruga o que se rompe el lomo para poder comprarse algo. El de "Punta Cana" es más heavy, hay un diálogo entre interpelador e interpelado en el que entra en juego la envidia por lo que el otro se va comprando, las dudas sobre cómo se gana la plata el otro. ¿Cómo hace el vecino para comprarse todo eso si trabaja más o menos de lo mismo que yo? Y me encanta que nombrar un viaje a Punta Cana te haga explotar la cabeza.

-El consumismo, el hombre versus la máquina… Puede sonar ambicioso hablar de sabiduría cuando se alude a música popular, pero, ¿hay algo sabiduría en estas canciones? ¿Algún mensaje a transmitir más allá de la experiencia placentera, musical de una canción?

-Sí, suena pretencioso... No me animaría a decirlo. Creo que, en todo caso, el diablo, más que nada, sabe por viejo. Lo cierto es que nosotros somos muy observadores de la realidad, somos muy libres para componer y pensar arreglos, y eso nos da una visión amplia sobre las canciones. Buscamos, además, cierta autoridad y conocimiento para hablar de lo que estamos hablando. Por ejemplo, en la canción "21 de septiembre", del disco Habla tu espejo, que hablaba sobre el Alzheimer, no era por sabiduría sino porque era la enfermedad de mi mamá, era un tema que me había tocado de cerca y por eso podía escribir sobre él con cierto conocimiento. La paternidad es otro ejemplo. O el hiperconsumismo. O las realidades latinoamericanas, las cosas feas que vemos.

-Por el ritmo y la estructura de tus canciones –letras extensas, con poco aire–, los shows de El Cuarteto de Nos son muy intensos desde lo vocal. En ese sentido, ¿las canciones que canta el bajista Santiago Tavella son un respiro en lo físico para vos?

-Sí, nuestros shows ahora son mucho más exigentes que cuando teníamos 20, 25 años. Estamos haciendo todo al revés: la exigencia física es cada vez mayor. En los shows de aquella época gastábamos un diez por ciento de la energía que gastamos ahora. No soy un gran intérprete, recién ahora empecé a tomar clases de canto (por Skype, porque mi profesor vive en Irlanda) y los ejercicios me ayudan muchísimo para no gastar la voz. De viejo empecé a aprender. Las canciones de Santiago causan un cambio estilístico en el repertorio, son un corte, van por otro lado. Son un respiro para mí y también para la gente, un cambio en el tinte de voz, una escena muy distinta, y eso enriquece muchísimo al Cuarteto. Me encanta el cambio, sacarme la responsabilidad del frontman. Hasta descansé un poco en "Contrapunto…", cuando la computadora me respondía era un alivio para mí.

-Si escribir canciones es un proceso largo, ¿significa que tenés ideas de canciones inconclusas, a las que aún no les encontraste el cierre?

-No escribo mucho, en general me concentro en algún concepto. Si en este disco hay nueve canciones, yo sólo había compuesto 12. Y lo que queda afuera nunca ha reflotado. A veces me pongo a escuchar las canciones que quedaron afuera de discos anteriores, de Porfiado o Habla tu espejo, y veo que tuvimos razón en no incluirlas. Lo que sí hago a veces es reciclar alguna frase o verso, hacer un copy/ paste de alguna línea vieja y la reutilizo. Pero no, siempre escribo desde cero. Lamentablemente, no tengo back up de canciones, sería como tener plata en el banco.