La actriz María Laura Cali tiene una larga trayectoria en el cine y el teatro independiente. En el 2009 ingresó el Centro de Producción e Investigación Audiovisual de la Secretaría de Cultura de Nación (CePIA). Producto del brutal ajuste del entonces ministro y actual secretario de Cultura, Pablo Avelluto, Cali fue despedida en enero de 2016 junto a casi 500 compañeros del organismo. Ella luego fue reincoporarada. Era el comienzo del vaciamiento que Cambiemos tenía en mente al poco tiempo de haber asumido Mauricio Macri la presidencia. “Hace más de un año surgió la necesidad de hablar de esta temática que estábamos viviendo los que trabajamos en el Estado”, cuenta Cali a PáginaI12. Y lo concretó dirigiendo el documental Los ñoquis, crónica de una resistencia presente, un trabajo realizado de forma independiente -sin subsidios de ningún tipo- por un equipo técnico integrado por trabajadores y trabajadoras en funciones y despedidos/as en los últimos años de Cultura. El film se estrenará hoy martes a las 19.30 en el Centro Cultural Padre Mugica (Piedras 720). Se repetirá a lo largo de las próximas semanas en distintos centros culturales (ver Facebook de la película para más proyecciones). A su vez, la directora de Los ñoquis fue invitada a presentar el documental en un ciclo de cine en Bolivia, organizado por Red-Forma con el auspicio del Ministerio de Culturas y Turismo del Estado Plurinacional de Bolivia.
No conforme con haber estigmatizado, calumniado y humillado a trabajadoras y trabajadores estatales que fueron despedidos durante este gobierno, el actual secretario Avellutto se jactó hace unos días de su “coraje para despedir 1600” empleados de su cartera. Cali sostiene que lo que vino después de los despidos “no fue fácil”. “Hubo muchas asambleas de autoconvocados, nos redujeron el sueldo. Al no haber presupuesto para la cultura hubo muchos programas que quedaron sin efecto y la gente no tenía nada para hacer. A partir de esa angustia propia (en mi caso estuve siete años en el CePIA y en menos de tres años fui girando por lugares distintos y cada vez mi tarea fue disminuyendo a nivel de calidad), pensé: ‘O renuncio o hago algo con todo esto’”.
El CePIA era una productora de contenidos que alimentaba a distintos programas de la Televisión Pública, Paka-Paka, Encuentro e, incluso, generaba series a través de concursos. Hace unas semanas, un fragmento del documental de Cali se hizo viral antes de su estreno. Eran imágenes que mostraban a la pareja de Avelluto, Carolina Azzi –que no era empleada ni funcionaria- sacando equipos del CePIA
. “Los que Azzi retiró eran equipos valiosísimos de la productora de contenidos del Estado: cuatro islas completas de edición, una de sonido, micrófonos, consolas, monitores para mezcla de color, parlantes, juegos de luces y corbateros. La mayoría de estas herramientas fueron destinadas al área de Prensa ubicada en la calle Alsina, como consta en un inventario elaborado el día del hecho, con firma de Azzi. Lo que se desconoce es dónde está el archivo del CePIA”, informó la periodista María Daniela Yaccar en una nota de PáginaI12
. El episodio ocurrió el 5 de enero de 2016, días antes de la ola de 494 despidos en el ex Ministerio y registrado por las cámaras de seguridad del Centro de Producción. “Ese día vinieron a retirar los equipos. Esta persona no estaba designada a nivel oficial. Y sin previo aviso, sin un expediente electrónico, sin una nota: para poder trasladar cualquier tipo de cosa en el Estado desde una silla hasta equipos hay un protocolo administrativo que hay que seguir. Esto no fue así”, denuncia Cali.
-¿Cuáles fueron los argumentos por los cuales te despidieron y cuáles por los que te reincorporaron?
-Ninguno. Nos despidieron de un día para el otro cerrándonos las puertas del trabajo. Habían dicho que nos iban a tomar a prueba dependiendo de la antigüedad, que unos iban a estar dos meses, otros tres, a los de más de dos años era un año de contrato como para reubicarnos. Lo cierto es que cerraron las puertas y echaron a 500 personas. El sindicato intervino, reincorporaron a más o menos 70 personas; del CePIA a varios productores y muy poquitos del área técnica. Después nos pidieron los currículums, teníamos unas entrevistas en las que nos preguntaban dónde queríamos "ser felices en el Estado". Esa pregunta me llamó mucho la atención. En base al currículum y a la formación de cada uno, distintas áreas te tomaban entrevistas como para ver si uno se podía incorporar. Actualmente estoy en la Casa del Bicentenario haciendo tareas bastante básicas como coordinar los eventos que suceden allí.
-¿El documental busca mostrar la injusticia de los despidos en el ex Ministerio de Cultura?
-No solamente la injusticia sino cómo se aplica un modelo neoliberal con un discurso de que “había muchos ñoquis en el Estado”. Esto fue fogoneado por los medios de comunicación, salió en las tapas de diarios y en muchísimos noticieros que el Estado estaba inflado, que había que reducirlo y que el 50 por ciento éramos ñoquis. Puertas adentro no era así. Nosotros no éramos ñoquis, trabajábamos muchísimo y nadie nos preguntó cómo habíamos llegado, cuál era nuestra formación hasta después de que estuvimos algunos reincorporados. Esa estigmatización es lo que tratamos de reflejar. Y lo digo en plural porque somos un equipo. Quizás, yo di el primer paso al decir “Quiero registrar este momento”, pero se me unieron un montón de voces, no solamente los que testimonian sino también el equipo técnico. Incluso, ahora, después de toda esta repercusión que hay una cantidad de personas que me escriben de áreas que no tienen que ver con la cultura pero que vivieron esa misma estigmatización, ese mismo vaciamiento en el área donde se desarrollaban. .
-¿Por qué crees que Cultura fue el primer ministerio en echar gente?
-En las últimas declaraciones de quien ahora es el actual secretario, que en ese momento era ministro, dijo el 13 de agosto: “De las secretarías actuales, Cultura es el lugar donde el presupuesto es más marginal”. Si el propio secretario de Cultura dice eso es porque consideraban que era una de las primeras áreas. “La cultura no afecta tanto al ciudadano”, piensan ellos. Por eso es el primer lugar donde se recorta. Yo soy defensora de que la cultura es transformadora de la realidad, sobre todo en los sectores más vulnerables y cómo puede transformar la vida de la gente. Además, tiene que ver con la preservación de la identidad, las tradiciones. El acceso a la cultura es fundamental en la vida de un país, y también el fomento a la cultura. Pienso en el Incaa, en el Instituto del Teatro, en los museos. Es fundamental contener todo eso para que un país tenga identidad. También creo que Cultura fue el primero, en relación con el CePIA, porque fue un lugar donde se generaban series “con tendencia ideológica”, según ellos decían. Nos llamaron en algún momento “la grasa militante”. Y me encantaría que se vieran todos los contenidos que se produjeron en el CePIA. La verdad es que eran trabajos de primera calidad y mucho de ellos fueron premiados internacionalmente.