Desde el 13 de marzo de 2013, cuando fue elegido Papa, Francisco se convirtió en constante noticia. En su libro La elección del Papa Francisco: un relato íntimo del cónclave que cambió la historia, el periodista irlandés Gerard O’Conell relató que los cardenales prefirieron no votar a los italianos, muchos implicados en los Vatileaks y en cambio confiar en alguien que dijo haber llegado a Roma sólo con su valija y que pronunció un notable discurso en la Capilla Sixtina. Lo cual no sorprende, porque la singularidad de Francisco radica no sólo en ser el primer latinoamericano, sino además el primer Papa jesuita. Uno de los tres mosqueteros, el jesuita Aramís, lo intentó y ni aun en la novela de Alejandro Dumas lo logró. No pocas veces la Orden ha estado presente en novelas y filmes, entre ellos La montaña mágica de Thomas Mann o Retrato del artista adolescente de James Joyce. La película La misión muestra a los jesuitas defendiendo a los indios, mientras que el film italiano In nome del Papa Re (En nombre del Papa Rey) aborda los manejos del Superior cuando Garibaldi avanzaba sobre el Vaticano.
El fundador de la Compañía de Jesús, San Ignacio de Loyola, yace en la deslumbrante y barroca Iglesia del Gesú, en Roma, no lejos de la Santa Sede. Los jesuitas –inicialmente apodo peyorativo- jugaron un rol central en tiempos de la Contrarreforma al producirse en el siglo XVI la Reforma protestante, opuesta al poder papal, lo cual iba en contra de la Orden que además de los tres votos habituales (pobreza, obediencia y castidad) sumaba un cuarto, el reconocimiento del Papa como suprema autoridad. Famosos por sus establecimientos educativos y su formación intelectual, “santos y eruditos”, como decía Joyce, fueron consejeros de gobernantes. Por su influencia en la Iglesia el Superior General es conocido como “el Papa Negro”, lugar que ocupa actualmente el venezolano Arturo Sosa.
La acción evangelizadora los llevó a establecerse en Asia, América del Norte y Sur y Africa, y a extenderse en Europa. Con el advenimiento de la Ilustración fueron países europeos católicos los que arremetieron contra ellos. La defensa del Papado los enfrentaba a protestantes y reyes absolutistas deseosos de forjar una iglesia nacional bajo su control, lo que chocaba con la teoría política de los jesuitas para quienes el poder lo concedía Dios al pueblo que lo delegaba en el rey, o sea lo contrario a la teoría del “derecho divino sobrenatural” por el que Dios designaba al rey. Por otro lado, su “laxitud” se oponía a la moral rígida de los jansenitas, quienes además discutían la teoría del libre albedrío según la cual el hombre puede decidir si obtiene la gracia divina o si la rechaza. El dramaturgo español Pedro Calderón, que había estudiado en el Colegio Imperial de los jesuitas de Madrid , puso en escena ese conflicto en La vida es sueño.
Portugal los expulsó en 1759, Francia, en 1762 y España en 1767, acusados de instigar motines y hasta regicidios. Al iniciarse en España el reinado de los Borbones (los antepasados de los actuales), en el clima del naciente predominio capitalista, estos proponen reformas a las que se opusieron los jesuitas, quienes nunca se llevaron bien con los liberales. Como golpe de gracia, el Papa Clemente XIV (ironía del destino, era franciscano) disolvió la Compañía en 1773. Cuarenta años después Pío VII la restauró. Ante la embestida de los intelectuales anticlericales, la Orden con su formación y espíritu de lucha podía ser un valioso recurso para la Iglesia.
Jorge Mario Bergoglio, completó la extensa formación que exige la Orden en 1973, cuando ya estaban en vigencia los cambios impulsados por el Concilio Vaticano II. Paulo VI había iniciado la tradición de pontífices viajeros y tanto la encíclica Populorum Progressio como los Documentos de Medellín favorecían el compromiso de la Iglesia con la sociedad a través del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo y la Teología de la Liberación. Bergoglio fue entonces considerado un reaccionario por los más radicalizados jesuitas. Comenzaban para él las apologías y rechazos, que se incrementaron, pero en sentido contrario, cuando se convirtió en Francisco.
Ha dado sobrados motivos a los conservadores para sus diatribas. En 2015, ante los congresistas del Capitolio norteamericano, señaló algo que describe bien su modo de actuar: “Un buen líder político es el que, teniendo en cuenta el interés de todos, mide el momento con espíritu de apertura y pragmatismo. Un buen líder político siempre opta por iniciar procesos más que por poseer espacios”.
Fraternal con los pobres y duro con los poderosos, criticó abiertamente a Trump, viajó a países periféricos, recibió a militantes populares y muy recientemente prologó el libro de Juan Grabois, La irrupción de los Movimientos Populares: Rerum novarum de nuestro tiempo.
El complot contra el Papa comenzó en Estados Unidos y se propagó. Uno de sus principales oponentes es el Arzobispo Raymond Leo Burke, vinculado con la extrema derecha estadounidense, multinacionales y asociaciones antiinmigrantes. El clero ultraderechista lo considera un hereje y pide su renuncia.
Por el otro lado, está el anuncio de un Sínodo por parte de obispos alemanes, que tratarían la modificación del celibato, la ordenación sacerdotal de mujeres, la moral sexual y matrimonial, temas que espantan a los reaccionarios. Francisco les hizo ciertas observaciones temiendo la conformación de una iglesia nacional, asunto que remonta al enfrentamiento de la Orden con los monarcas. Tiene entonces que maniobrar también en este terreno y poner en juego la proverbial diplomacia de la Orden.
Los conservadores también expresaron sus “dudas” por lo expuesto en la encíclica Laudato si, referida al medio ambiente, y por el documento que se debatirá en el Sínodo “Amazonia: nuevos caminos para la Iglesia por una ecología integral” a realizarse en el Vaticano entre el 6 y 27 de octubre de este año. Los convocados son mayoritariamente brasileros, peruanos, bolivianos, ecuatorianos, venezolanos y caribeños junto con laicos habitantes de la región y profesionales.
Para Francisco el agua es un derecho humano y “condición para el ejercicio de los demás derechos". Por este Sínodo encontró otro contrincante, el ultraderechista Jair Bolsonaro.
Pero además están circulando rumores acerca de otras cuestiones que se abordarían, por ejemplo el matrimonio homosexual, el acceso de las mujeres a cargos eclesiásticos, y otras “herejías” por el estilo. Se habla de un posible cisma en la Iglesia, al que Francisco dijo no temerle. Al fin y al cabo es un jesuita.