La materia como materia. Y una obra escénico musical que el compositor holandés Louis Andriessen comenzó a imaginar por primera vez en 1981, compuso entre 1984 y 1988 y estrenó, con puesta de Bob Wilson, el año siguiente. La composición, concebida como cuatro partes que guardan una relativa independencia entre sí, tuvo su estreno local en agosto del año pasado, en el Teatro Argentino de La Plata. Y hoy a las 20 y mañana a las 17 será la encargada de abrir la temporada del ciclo Colón Contemporáneo en esa sala.
Con puesta del compositor y director alemán Heiner Goebbels –aquí se vio un impactante Eraritjaritjaka en 2011 y, el año pasado, Stifters Dinge– De materie tendrá dirección musical del argentino Pablo Druker y subirá a escena con un elenco encabezado por la notable soprano argentina Oriana Favaro y el tenor inglés Robin Tritschler junto a la actriz Analía Couceiro, el grupo vocal Nonsense, Samanta Vibart como recitante y el cuarteto de saxos español Sigma Project, que ya brindó un excelente concierto en el CCK y dio una conferencia-concierto dentro del ciclo Música por la Memoria. Para esta puesta, Goebbels coordinó un grupo de personas convocado por el Argentino de La Plata y Colón Contemporáneo -ambos coproducen estas funciones-, que trabajó en las distintas secciones de la obra. Edgardo Mercado estuvo a cargo del diseño coreográfico de la Escena III, Minou Maguna –en colaboración con Gastón Luciani– y Andrés Denegri fueron responsables de puestas de video en las Escenas I y IV y Matías Sendón participó en la iluminación.
Con un orgánico de soprano, tenor, dos oradores, ocho voces y una atípica orquesta, De materie reflexiona sobre las conexiones entre la materia y el espíritu. Los textos, cantados o leídos, están extraídos de distintos momentos históricos de los últimos 800 años: la Declaración de la Independencia de Holanda, de 1581, un libro sobre construcción naval publicado en 1690, un ensayo filosófico y científico de 1651, la visión religiosa y erótica de una monja del Siglo XIII, un manifiesto sobre historia del arte; una nota privada sobre Piet Mondrian y diarios de Marie Curie. En rigor, los protagonistas son más las ideas que los personajes y la obra se constituye en una suerte de ensayo musical acerca de la relación entre pensamiento exacto, intuición artística y emoción.
“Es una obra compleja, y significa una inmersión en un mundo en particular, el de Andriessen pero, en particular, el de Die Materie”, dice Druker. “Y es una obra que representa caminos distintos dentro de lo que es el panorama de las músicas contemporáneas. Desde el punto de vista rítmico, y sobre todo en el primer movimiento, que es de una radicalidad extrema, plantea grandes exigencias, incluso físicas”, afirma. Nacido en Utrecht en 1939, hijo de otro compositor (Hendrik Andriessen) y discípulo de Kees Van Baren en el Conservatorio de La Haya y de Luciano Berio en Milán y Berlín, Louis Andriessen pertenece a una camada de autores que, aunque cercanos al minimalismo, toman estos preceptos estilísticos con mucha flexibilidad. En realidad, su música, que ejerció un papel tutelar para toda una generación de compositores, en especial en los Estados Unidos –el grupo Bang On a Can es una buena muestra– se acerca, por momentos, mucho más a algunas experiencias del jazz europeo o a cierta posible etapa superior del rock inglés de los 70 que a la tradición diseñada a partir de la herencia de Darmstadt. Ni a Stochhausen, ni a Nono ni a Boulez. Ni siquiera a Van Baren, su maestro, que fue un dodecafónico bastante estricto.
Andriessen recurre, en cada una de sus obras, a una referencia distinta: Charles Ives en Anachromie I, el arte de Piet Mondrian en De Stijl y la poética medieval de las visiones de Hadewijch, las instrucciones para la construcción de barcos y las teorías atómicas en Die Materie. También las temáticas son variadas: la relación entre música y política en De Staat, la naturaleza del tiempo y la velocidad en De Tijd y la mortalidad en Trilogy of the Last Day. El Kronos Quartet, el Ensemble Modern y el Ensemble Intercontemporain, entre otros grupos de primer nivel, han tocado sus obras. Con el cineasta Peter Greenaway, además de la ópera Rosa produjo Writing to Vermeer, que se estrenó en Amsterdam en diciembre de 1999 y tuvo su estreno en los Estados Unidos en el Lincoln Center de Nueva York. Según su colega John Adams, Andriessen “junta dos lenguajes que hacen a la quintaesencia norteamericana: el minimalismo y el be-bop, fltrados a través de las técnicas rítmicas de Stravinsky”. Pero las preocupaciones del propio compositor circulan, también, por otros carriles. Desde 1972 no escribe obras para orquesta sinfónica. “La orquesta –dice– sólo le interesa al capitalismo y a las compañías de discos”. En cuestiones de estilo es aún más taxativo: “Ahora hay una moda neorromántica; si yo siento que me ronda, corro en la dirección contraria lo más rápido que puedo.”