Maira Jalil un día quiso imprimir su faceta más guerrera y expulsar fantasmas. Así nació Tita Print, la cantante de cumbia que se planta en el escenario y larga versos que la hacen más libre. “Mi primer disco solista, Encuéntrate (2015), habla de un momento de mi vida en el que tenía que salir a guerrearla; es un disco medio de salvataje. Sentía que tenía que canalizar todo lo que me estaba pasando. Las letras y muchas de las músicas son muy power, con la actitud de alguien que está corriendo desesperada o escapando”, precisa Print, quien hoy a las 21.30 le dará fin a la gira del disco en el Teatro Roma (Sarmiento 109) de Avellaneda, con entrada gratuita, y el cantautor Pablo Sartori de invitado. “Ahora hubo una maduración en las canciones. Y esas composiciones más salvajes se volvieron más empoderadas. Entonces, en el próximo disco va a cambiar la estética general”, adelanta la cantante. Print elige cantar y contar desde un lugar poco transitado en el universo de la cumbia: a través de una mirada femenina y sensible a las problemáticas de género. De hecho, es la única mujer en la cumbia que toca el controlador (teclado keytar), instrumento popularizado por músicos como Pablo Lescano o Néstor en Bloque. “Me es muy significativo tocar ese instrumento. Si bien ya tocaba el acordeón y el piano, elegí el controlador porque tiene un sonido muy poderoso y además es un instrumento que lo venían tocando solo varones. Y en el contexto en el que estamos no es menor”, fundamenta.
Desde lo estrictamente musical, se para desde un lugar amplio. Prefiere hablar de “cumbias”, en plural. Por eso, en sus canciones se filtran influencias de la cumbia norteña (andina), santafesina, peruana, colombiana, villera y elementos del rock, el reggae, la salsa y el hip hop, entre otros. “Soy de familia cumbiera. Mi familia es del Bajo Flores y yo vivo en Mataderos. Mi viejo me cantaba cumbia cuando iba al jardín de infantes, es un género que escuché siempre. Después, de adolescente me fui volcando al rock. Pero cuando entré a estudiar en la Escuela de Música Popular de Avellaneda, me encontré con toda la música folklórica argentina y latinoamericana. Toqué, por ejemplo, folklore boliviano y peruano. Pero cuando tuve que definirme, volví a mi raíz, que es la cumbia”, cuenta. “No pienso a la hora de componer si estoy haciendo una cumbia o la otra, me dejo llevar los las melodías que me gustan”. En el disco debut, el groove cumbiero del keytar encuentra su momento más alto en canciones como “Tiki tiki” y “Así”, que se pueden escuchar en Spotify, YouTube y Bandcamp. “El keytar aparece en la cumbia villera, pero no me siento representada por su letrística”.
–¿Cómo afronta la responsabilidad social que implica expresarse con la música?
–Creo que los músicos y las músicas tenemos que tener un gran compromiso en el discurso de lo que cantamos. O poder nombrar también a las mujeres cuando le hablamos al público. Hay que trabajar no solo con los músicos que ya están, sino también con la formación de nuevos músicos. Transmitir una perspectiva de género, por ejemplo, para que no dé lo mismo si un tema es misógino o no lo es. Y poder entender que ser músicos no nos exime de la responsabilidad que tenemos para frenar la violencia machista. Está bueno, para las mujeres, entender si se están sintiendo respetadas o identificadas. A veces no nos damos cuenta del poder que tiene la música. Y cuando ocurren femicidios, que es el último eslabón de la cadena, omitimos que ése eslabón comenzó mucho antes, como cuando se transmiten canciones que son violentas con las mujeres. Parece muy pequeño, pero no lo es. No es solo una canción, no es solo música “para divertirse”. No hay que dejar pasar ciertas cosas y creo que no somos del todo conscientes como oyentes. Es cierto que las letras de la cumbia villera son bastante picantes con respecto a las mujeres, pero la cumbia que hacen Marama o Rombai también ponen a la mujer en un lugar discutible. Y no solo aparecen esas letras en el lenguaje de la cumbia, sino también en el rock, en el folklore y otros géneros.
–Ha participado en el Encuentro Nacional de Mujeres y en la segunda edición del #NiUnaMenos. ¿Urge en este contexto participar activamente?
–Algo que me hace inscribirme dentro del movimiento de mujeres, además de mi condición de mujer y del momento histórico, es la perspectiva de la pelea, el abordaje. Las mujeres no estamos de luto, estamos en lucha. A lo largo de la historia, las mujeres hemos atravesado las tragedias más grandes. En la Argentina, las Madres de Plaza de Mayo son un claro ejemplo de ello. Pero lo hemos hecho con dignidad y fortaleza, derrotando el miedo y rompiendo con el aislamiento, como decía (Rodolfo) Walsh. Por eso nos organizamos, nos unimos en la pelea. Y es justamente esa capacidad guerrera la que me hizo sentido para atravesar las tristezas, desde la cumbia, bailando. Y aportando desde mi lugar de música y compositora.