Trece meses del gobierno de Cambiemos ha sido tiempo suficiente para entender su naturaleza. La gestión que encabeza Mauricio Macri puso en crisis el trabajo, la producción, la industria, el comercio y el consumo. Este recorrido hizo descender dramáticamente los ingresos de los argentinos y fulminó el corazón productivo de nuestra patria. Paralelamente, estas políticas se acompañan con una deliberada criminalización de la pobreza, de los jóvenes, de los inmigrantes y, por último, del adversario político. Y esto pone en riesgo el equilibrio institucional a punto tal que hoy sería una desmesura decir que vivimos en las mismas condiciones de una dictadura como igualmente desmesurado sostener que vivimos en un estado de derecho pleno.
A esta altura hay que, definitivamente, entender que el problema no es la “pesada herencia” sino los herederos.
Ustedes no pueden seguir manteniendo la ficción de una coalición política que no gobierna, sencillamente porque, en realidad, la que gobierna es una coalición corporativa. Y particularmente en el centro de ese dispositivo, las empresas del presidente y sus asociados que, como en el caso del correo, la política aerocomercial y la obra pública, revelan que en lugar de un plan de gobierno hay un plan de negocios.
Nuestro espacio político no se conforma, frente a este escenario, sólo con decir que teníamos razón cuando nos oponíamos tenazmente a que una cultura y una tradición política, como la del radicalismo, terminara siendo furgón de cola de un proyecto de restauración conservadora.
Todavía tenemos la esperanza –fundada o no– de que muchos radicales retomen los ejemplos de gobiernos como los de Hipólito Yrigoyen, Arturo Illia o Raúl Alfonsín.
Están ante una instancia decisiva que, indudablemente, los pone frente a un dilema: o se deciden a recuperar el contenido nacional, popular, progresista y democrático del radicalismo o se destruye la identidad histórica de una sigla que transitó décadas de la historia de nuestra patria. No hay lugar para medias tintas. Es ingenuo, o al menos contradictorio, suponer que se puede ser el ala progresista de una fuerza de derecha empeñada en reponer la exclusión social, la concentración económica y el sometimiento de la política a esos objetivos.
* Referente del Movimiento Alfonsinista.