Después de ser una de las estrellas más influyentes de Saturday Night Live de principio de los dos mil, y después de crear y dirigir su Portlandia --el show de sketchs que durante cinco años estelarizó junto a la ícono punk Carrie Brownstein por el que desfilaron estrellas musicales como Jack White, Flaming Lips, St. Vincent o Eddie Vedder-- Fred Armisen hizo un viaje reparador a Ciudad de México. Si antes la ciudad norteamericana de Portland y toda su resaca del grunge devenida en la nueva cultura joven con sus cafeterías de especialidad, sus librerías de diseño y sus galanes tatuados paseando perritos había sido el material útil para estirar al extremo --aunque con afecto--, una delirante burla sobre los estereotipos de lo hipster, Fred Armisen encontró en ese viaje a México una nueva subcultura para explorar: los darkies, acá, los góticos latinos. En Ciudad de México, la cultura gótica parece no haberse extinguido jamás y los jóvenes, pasados por el filtro de la tradición latina y el rito mexicano de la muerte, pero fascinados con las películas de terror clase B, el punk, el death metal y el rockabilly, son una tribu urbana de grandes proporciones: “Es una especie de religión en la que los chicos asumen que hay oscuridad en el mundo y a partir de ahí lo afrontan todo con paz y estabilidad, incluso optimismo”, explica el comediante. Por eso, cuando a mediados de julio ese nuevo descubrimiento se convirtió en una comedia de seis capítulos llamada Los Espookys, que es también la primera serie de HBO producida en español, pero ahora, dirigida a un público norteamericano, Armisen arengó diciendo que con ella tenía un solo objetivo: “Que el movimiento gótico renazca y se apodere del mundo; si acaso, ese es el único grupo cuyos derechos estoy defendiendo”.
Fred Armisen, norteamericano de ascendencia venezolana, mucho más amigo del humor blanco, desconcertante y experimental, que del crítico, ácido y, finalmente, con pretensiones de seriedad discursiva --ese que Hollywood, ahora, parece haber habilitado alegremente para las minorías, pero que también parece exigirles en todo lo que hacen bajo sus propias condiciones-- sabía que quería homenajear su historia como latino en Estados Unidos, pero sin condescendencia aleccionadora, ni tampoco con enojo brutal, más bien, ejerciendo un inusual derecho a la comedia más alegre, a la más específica, ni siquiera apelando a un sentimiento masivo o generacional, sino atípico, e incluso críptico: “Quería una comedia que no fuera una explicación más de la cultura latina, y que fuera más allá de considerar lo latino como una otredad. Porque, de hecho, la cultura latina ya es parte de Estados Unidos y no creo que necesite explicarse, en la serie la damos por sentado”, comenta Armisen, que además, insistió en filmarla enteramente en español y después agregar subtítulos para el público angloparlante. ¿Y por qué no? ¿Si todos sus protagonistas, incluso él, que en la serie hace gala de su perfecto español como un estacionador de autos en L.A, son latinos?.
Los Espookys es una extraña y absurda apuesta de capítulos cortos sobre un grupo de amigos amantes de las películas de terror que, con sus habilidades especiales y su amor por el misterio y el exotismo, se gana la vida creando sustos a pedido: como una productora hazlo-tu-mismo del terror. Sus clientes son sacerdotes que buscan hacerse famosos por practicar exorcismos en televisión, millonarios excéntricos que quieren dejar su herencia a quien resista una noche de horror en su mansión, o alcaldesas que necesitan atraer turistas a su pueblo costero usando monstruos marinos como principal atracción, (sin olvidar, la producción de fiestas de quince para jovencitas góticas). Usando el bajo presupuesto casi como consigna filosófica, al igual que en Portlandia, y un humor fluido, extraño y no discursivo --o sí, pero no de manera declamatoria-- que va desde el deadpan al absurdo total, Los Espookys apuesta más por el desconcierto que por las carcajadas manifiestas o los punchlines obvios, y propone mucho más entrar a su universo extrañado con reglas propias. “Está dirigida a una audiencia tan grande como sea posible, pero con una sensibilidad muy específica y única”, explica Armisen.
Los Espookys está ambientada en un país latinoameticano indeterminado, sin exteriores, sin contexto, donde todos los acentos co-existen e incluso la diversidad sexual está dada por sentado: existe como realidad en el cotidiano de sus protagonistas pero jamás se tematiza como tal. La serie fue filmada en Santiago, y en ella participó un puñado de personajes secundarios chilenos, todos estrellas de telenovelas locales, a cargo de la productora Fábula (entre otras, responsable de la película ganadora del Oscar, Una Mujer Fantástica). Pero a ellos se les suman sus cuatro peculiares protagonistas, también de procedencias y acentos mixtos: Cassandra Ciangherotti y Bernardo Velasco, mexicanos, Julio Torres de El Salvador, y Ana Fabrega, de ascendencia panameña. Estos dos últimos, dos nuevas revelaciones latinas de la comedia norteamericana, también son las estrellas de la serie como co-creadores y guionistas, que cranearon el proyecto junto a Armisen después de ese viaje iniciático a Ciudad de México. Ella, una joven de 27 años --estrella indiscutida de Los Espookys con un personaje alienado y absurdo-- que empezó en micrófonos abiertos en Nueva York, ya lo había acompañado como guionista en Portlandia y At Home With Amy Sedaris, y él --que interpreta a un extraño jóven de cabello azul eléctrico heredero de un imperio de chocolates-- uno de las más jóvenes adquisciones en los guiones de Saturday Night Live, hace tiempo compartía su visión sobre generar un proyecto con personajes latinos pero haciéndoles justicia de forma integral: “¿Por qué filmaríamos algo diciendo que todos somos hispanos sin que nadie hable español?”, dijo Torres en el estreno de la serie. “Parece que 90% del mundo puede mirar Transformers con subtítulos en su propio idioma. Los niños no tienen ningún problema en hacerlo. Vamos a ver cuan maleable es un adulto norteamericano con esto, supongo que no será mucho desafío”.
La serie viene además con un envión inicial especial ya que tiene como protector al todopoderoso Lorne Michaels, el creador de Saturday Night Live, que los adoptó y asumió el rol de productor ejecutivo. La apuesta parece ir con las nuevas tendencias de la comedia, una que busca dejar lugar también para lo discursivo, lo absurdo, o lo sentimental, sin buscar necesariamente la risa grabada: mientras más particular, mejor. “Lo más común era que las televisoras te preguntaran cómo se podía hacer una comedia que atrajera a absolutamente todos”, asegura Michaels. “Sin embargo, ya no vivimos en ese mundo. La audiencia es mucho más osada y abierta. La gente encontrará lo que encaja con ella”. Según Armisen, hace tiempo que él venía pensando en hacer una serie que tuviese fundamentalmente una perspectiva optimista sobre la vida, y por eso, eligió a sus Espookys, un grupo de chicos vestidos de negro pero siempre optimistas y luminosos a pesar de su simpatía por el horror : “No me gusta el conflicto en la televisión. Cada vez que veo un problema en una serie —un problema dramático, un problema narrativo— siempre pienso: ‘¡Ya pasen a lo bueno, por favor!’”.