Uno de los títulos con los que estrena catálogo la editorial Llantén es una nutrida antología titulada Sin pelaje, sin sombra que pertenece a una de las mayores poetas argentinas, Susana Villalba . Desde Oficiante de sombras, de 1982, hasta textos de hechura reciente, Sin pelaje… nos invita a recorrer una obra donde los tópicos femeninos van mostrando sus diferentes caras, cuestionando los arquetipos instalados desde el imaginario de cada época y vaciando los lugares comunes de un machismo que si se lo dejara ser, mataría toda posibilidad poética.
Entre los inéditos aquí incluidos, está La muerte de la primogénita, el inmenso monólogo teatral de 2005 donde Villalba le dio a Romina Tejerina la voz que no tuvo: “Es un monólogo muy poético, con seis autoras nos juntamos para hacer un proyecto, trabajamos la idea de las plagas. Cada una tomó una del antiguo testamento, yo elegí la muerte del primogénito. Y aparece mucho el imaginario bíblico. Si leés el antiguo testamento te darás cuenta que tiene frases muy crueles, como “hay que matar a todos los primogénitos”. Jujuy es muy religioso y la condena a Romina de catorce años, tuvo que ver con un criterio falsamente religioso, hipócrita. La religión en la que podríamos creer es en la de la piedad no en la de este castigo”.
--El lenguaje que usás en este monólogo es muy alocado…
--Sí, va mezclando lo bíblico con lo judicial, el lenguaje al que tenía que enfrentarse. Y también con referencias a los pueblos originarios. Y para hablar de algo tan complicado de decir poéticamente como es una violación, traté de encontrar un modo algo alucinado para hablar de la enorme conmoción que debe ser tener en el vientre un hijo que no deseaste. Todo el lenguaje es alocado para poder decir algo tan tremendo. Yo leí las entrevistas y las notas y Romina dijo que vio en el bebé la cara del violador, algo muy frecuente, que muchas mujeres dicen. Esto aparece todo el tiempo en el texto, que por fin el violador que se había quedado adentro de su cuerpo, salió chiquitito y ella lo pudo castigar. Y después, para defenderse del delirio que la rodea, para adaptarse a una moral que se le pide, dijo que, ya muerta, bautizó a la bebé Milagros y todo eso fue tratando de cumplir con la iglesia que la castigaba.
--En ese momento Romina era una adolescente soñando con la fiesta de egresada, ¿no?
--En las entrevistas ella cuenta que su gran ilusión era ir a esa fiesta para la que la mamá estaba haciendo el vestido blanco. Una ceremonia del final del colegio que la ilusionaba y de pronto tuvo que ocuparse de una panza que la sacaba completamente de su edad. Me impresionó el hecho de que no podía contárselo a nadie y hasta no comía para que no se le notara la barriga; hizo esa barbaridad de tomar no sé cuántos laxantes, una cosa de una gran ignorancia de confundir un agujero con otro. Evidentemente no tenía contención, ni ayuda, y termina presa porque la hermana tuvo que llevarla a un hospital, porque quedó físicamente muy mal y ahí se descubrió lo que hizo. Cuando la ayuda llega, es tarde y para castigarla.
--Es notorio en esta antología los diferentes tratamientos que hacés del lenguaje en cada libro o texto. Pienso en tu novela Marina sobre el personaje de “la malinche”, de la cual incluiste un fragmento...
--Es una novela poética qué va siguiendo la historia de la conquista. A ella se le consideraba la traidora, el malinchismo en México es la tradición, lo que acá llamamos el cipayismo, el ayudar al invasor. Pero en realidad, es una historia en la que estaba condenada como mujer desde muy chica. Había sido vendida para que pudieran quedarse con el poder el hermano y el marido de su madre, con lo cual termina en un lugar más abajo socialmente que el que le hubiese correspondido y luego, cuando llega Cortez, se la regalan, como le podrían regalar gallinas. Como había aprendido distintos idiomas, puede ser su traductora cuando va llegando a México, donde parece que ha sido su intermediaria ante Moctezuma y ante Cholula. Entonces, en vez de seguir la historia oficial de México, lo que me imaginé es que ella, algo que ha sido sugerido en algunas historias, se enamora de Cortez y como su propia familia la había entregado siente que él viene a vengarla. Y es por amor que ella aprende su lengua y trata de entenderlo. Mi texto es una mezcolanza de una náhuatl que pasó por los mayas y trata de hablar castellano. Leí las gramáticas náhuatl para entender el tipo de construcción y traté de hacer juegos, para decir serpiente en plural es como si ellos dijeran “serpienpientes”. Yo uso a veces eso en el castellano, pero además de la cuestión del lenguaje, me interesó su lugar como mujer: sobrevivir en el lugar dónde podía, estar junto al conquistador y ser su traductora y amante le dio un lugar mínimamente privilegiado. Ese pueblo fue diezmado y ella mínimamente tuvo su lugar.
--Otro de los tópicos femeninos que aparece en esta antología es uno mucho más moderno, es el de tu libro Susy, secretos del corazón inspirado en aquella historieta de los años 60 o 70…
--Es del año 89. Yo creo que tengo una sintonía con el espíritu de cada época. En ese momento era un patchwork, un trabajo de retazos con canciones que escuchábamos de chicas, programas de televisión, películas, que van haciendo un tópico cultural. La revista “Susy, secretos del corazón” es de mi infancia. En esas historietas, apenas lo veía a él, ella decía “Oh, ¡lo amo, sí!”. La pregunta es, ¿de qué te enamorás, de lo que viste? Y además el amor trágico, siempre el obstáculo como algo que enciende más. Y otra cosa, la figura del hombre seductor. Cuando era chica, yo veía una serie con Robert Wagner que se llamaba “Ladrón sin destino”, era un pícaro. Esta es la construcción de una imagen de hombre. Por suerte, en los últimos años hay cierta reflexión que se puede decir y discutir en voz alta. Hay padres de ahora que tienen las mismas funciones que las madres, que cambian a los chicos, que los llevan a la escuela, que son cariñosos; cosas que antes no podían, como si eso fuera ser menos machos.
--Por supuesto que en Sin pelaje… hay poemas de otro de tus libros más difundidos: Matar a un animal, donde también incluiste algunas mujeres dentro de la serie de asesinxs.
--Es un libro editado en varios países, como en España y Costa Rica. Trabajé sobre casos reales y tomé toda una idea general: la época, los ’90, hacía que la figura del asesino estuviera cobrando demasiada importancia. Con respecto a las mujeres que elegí creo que la época también las aplastó a ellas. La colo del abasto, por ejemplo, había sido adicta, no tenía un hogar, se tuvo que ir de la casa y vivir en la calle, prostituirse desde muy chica. Y lo que la hace matar a una rival, es “que estaba con mi hombre”, pero su hombre era su rufián. Una ingenuidad llamarlo así. Es como con la Malinche: dar con una forma de sobrevivir y protegerse en un mundo donde creer que ese es tu hombre te va a poner en un lugar más cercano al poder. Cuando se siente amenazada, la mata. Otro personaje de los que elegí es La viuda negra, que se ganaba la vida seduciendo a los tipos y robándoles: yo sentí que la suya era una suerte de revancha.