Estar en el ojo del huracán tiene consecuencias. La Academia Sueca es como un ave fénix demasiado convencida de que puede resurgir de sus propias cenizas con el regreso del Premio Nobel de Literatura, que se anunciará el jueves 10 por partida doble porque habrá dos ganadores: el que corresponde al 2018 –año que se decidió no entregar el galardón- y el de 2019. “El Harvey Weinstein de la Literatura”, el francés Jean-Claude Arnault, marido de la entonces académica sueca Katarina Frostenson, fue condenado por un tribunal de Estocolmo a dos años de prisión por violación. Las denuncias por abusos sexuales en su contra, además que en tres ocasiones habría revelado antes de tiempo el nombre del ganador del premio para beneficiar a casas de apuestas, desencadenaron una crisis mayúscula que puso en jaque al establishment literario nórdico. Ocho de los dieciocho académicos presentaron su dimisión. Este “dos por uno” paliativo tal vez sea el nudo del problema. Para no perder la costumbre, la acrobacia verbal de los rumores vuelve a escena con “candidatos” más o menos estables como la canadiense Margaret Atwood, el japonés Haruki Murakami y el rumano Mircea Cartarescu.
La academia –bajo el arduo esfuerzo de modificar su dudosa imagen- tomó un puñado de medidas para superar la crisis y fomentar “buenas oportunidades para restaurar la confianza”, declaró la Fundación Nobel en un comunicado donde impera el lenguaje “optimista” del emprendedorismo neoliberal. Más allá de las palabras -que no pueden ser un detalle menor si se habla de literatura, de un premio que reconoce el valor de una obra escrita o “cantada”, como el caso de Bob Dylan-, los cambios están orientados hacia la manera en que se elegirá a los ganadores durante los próximos años.
Cinco expertos independientes, entre ellos autores y críticos literarios, participarán en el proceso de selección. “Dadas las reformas que se han implementado y planificado, la Academia Sueca tiene la oportunidad no solo de dejar atrás el año pasado, sino también de convertirse en una organización que funcione mejor en el futuro”, argumentó la Academia en un polémico comunicado que visibiliza más lo que disimula con eufemismos: los abusos sexuales y las denuncias por filtraciones. "No habrá premio de Literatura mientras la Academia no recobre su credibilidad", dijo el director de la Fundación Nobel, Lars Heikensten.
“El problema es que la sociedad ya no confía en la academia; de verdad es vergonzoso”, planteó la periodista Alexandra Pascaliou, fundadora del Premio de la Nueva Academia, que se organizó el año pasado para sustituir al Premio Nobel de Literatura. Esa iniciativa involucró al público y a los bibliotecarios suecos en la elección de la ganadora del Premio Nobel de Literatura Alternativo: la escritora guadalupeña Maryse Condé, “una narradora mágica con una voz única”, que en su obra narrativa describe de manera precisa y con humor los estragos del colonialismo así como la caótica época del poscolonialismo.
La apuesta por una transparencia en todos los procesos podría ser una condición necesaria, pero no suficiente para la Academia Sueca. Los próximos dos ganadores, que se anunciarán el próximo jueves a la una del mediodía en Suecia –a las 8 hora Argentina-, sucederán al último premio Nobel de Literatura: el británico Kazuo Ishiguro, galardonado en 2017. El nudo del problema –o la trampa- es que los próximos ganadores pueden quedar atrapados en la controversia y el escándalo. Si lo obtuvieran dos mujeres, por ejemplo Atwood –veterana en las quinielas que acaba de publicar Los testamentos, la continuación de El cuento de la criada- y Condé –que se quedó con el premio Alternativo-, podrían aparecer objeciones que califiquen de “oportunista” y “políticamente correcta” esta opción por el género. Pero no viene mal recordar el número de la vergüenza de la cultura patriarcal: sólo 14 mujeres ganaron el Premio Nobel de Literatura, desde que se empezó a entregar en 1901. Las últimas premiadas fueron la periodista bielorrusa Svetlana Alexiévich (2015) y la cuentista canadiense Alice Munro (2013).
La danza de nombres podría incluir, si de mujeres se trata, también a la canadiense Anne Carson, a la polaca Olga Tokarczuk, a la estadounidense Joyce Carol Oates, a la novelista china Can Xue y a la narradora rusa Lyudmila Ulitskaya, entre otras. En las casas de apuestas suelen aparecer también bien posicionados el keniano Ngugi wa Thiong’o, el rumano Mircea Cartarescu y el japonés Haruki Murakami. Desde la Argentina se podría agregar a César Aira. Más allá de las expectativas que genera este regreso, algo en el ambiente sugiere que el Nobel de literatura será femenino o no será nada.