La eliminación de la edad máxima para asumir el cargo podría haber sido un gesto para estar a tono con las reformas previsionales que recomienda el organismo, pero se hizo a medida de la economista búlgara que inicia su carrera con dos hechos inéditos: asumir con más de 65 años y ser la primera proveniente de un país emergente. La relación con la Argentina será, sin dudas, el mayor desafío para Kristalina Georgieva. Su antecesora, Christine Lagarde, no estableció con qué criterio quería que se evaluara su gestión pero le deja a la siguiente una pesada herencia: el préstamo más grande jamás otorgado, la decisión sobre los próximos desembolsos y un acuerdo que ya es letra muerta.
El que sí estableció criterios fue Mauricio Macri. En 2016 pidió que se lo juzgara según sus resultados en materia de pobreza. Los datos hasta junio son alarmantes: más de 15 millones de personas son pobres (35,4 por ciento) y más de 3 millones, indigentes (7,7 por ciento). Según distintas estimaciones, cuando se consideren los efectos de la devaluación de agosto y la inflación de los últimos meses, la cifra superará al 40 por ciento.
Mientras Lagarde aspira a un ascenso en el Banco Central Europeo, Macri parece tener que conformarse con un #sísepuede devaluado: ser una minoría intensa que llena plazas en las zonas más ricas del país, donde el odio es moneda corriente y pareciera que se acepta “estar peor” con tal de que quienes “creían que podían consumir”, vuelvan al fango. No hay peor insensible que el que quiere ver sufrir.
Que sepa coser, que sepa ajustar
En el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT-Cambridge), de donde egresó Kristalina Georgieva en 1991, preparan un ágape al que ya fueron invitados otros ex alumnxs para festejar su designación. ¿Asistirán también quienes en el último año participaron en charlas para las nuevas camadas: Patricia Bullrich, el ministro bonaerense de Desarrollo Social Santiago López Medrano y el ex secretario de política económica, Sebastián Galiani?
El CV de Kristalina es extenso. Se autodenomina feminista y subraya cada vez que puede que el mundo sería mejor si hubiese más mujeres en lugares de toma de decisiones. Ella ese el ejemplo perfecto de alguien que superó el techo de cristal, como se le dice a la dificultad que tienen las mujeres para escalar posiciones en puestos jerárquicos. Kristalina llegó y a juzgar por su sonrisa, no parece dar cuenta de lo que tiene debajo. O sí. Desde febrero de 2010, se desempeñaba como miembro de la Comisión Europea para la cooperación internacional, ayuda humanitaria y respuesta a situaciones de crisis. Y desembarca en un país que acaba de asumir que se encuentra en estado de emergencia alimentaria.
¿Quién barre los cristales?
La contracara de esa carrera exitosa y de las mesas de acreedores felices, son el 25 por ciento de los hogares que no cubren la canasta básica y peor aún, el 5,5 por ciento que no alcanza los requerimientos alimenticios mínimos. La probabilidad de ser un hogar pobre aumenta cuando hay menores: uno de cada dos niñxs tiene necesidades básicas insatisfechas. A pesar de los discursos del odio que hablan de “vagxs”, lo que muestran las estadísticas es que en esos hogares, más mujeres salieron a buscar trabajo ante la insuficiencia de ingresos. Y no lo encontraron. Son sobre todo las mujeres jóvenes: el desempleo afecta a un 23,4 por ciento. Eso que llamamos pobreza infantil, no sólo es futuro hipotecado para lxs niñxs sino un presente de tristeza y sobrecarga para los cuerpos feminizados.
Christine Lagarde parecía muy convencida e incluso mostraba cierta apertura a considerar los errores pasados del organismo que dirigió durante nueve años. Apenas Argentina suscribió el acuerdo Stand By, la economista francesa explicaba que nuestro país había cambiado desde la crisis de 2001 y que el FMI también: “... nos aseguramos de que haya una red de seguridad social y protección para aquellas poblaciones que están más expuestas (...) para que estén protegidas bajo cualquier programa que hagamos” decía en una entrevista que concedió a Jorge Lanata el 21 de mayo de 2018.
A pesar de esa frase, el aumento de un 8 por ciento en los índices de pobreza desde la aplicación de sus metas fiscales no parece contar como un fracaso de gestión ni como una mancha en su carrera. Al menos no por ahora.
La división de tareas “domésticas” es clara: mientras las mayorías en el sur inventamos recetas para estirar la comida y alimentar a más bocas, a las mujeres del FMI les toca hacer un lavado que ni siquiera implica mojarse las manos: los famosos pink y green washing. A una semana de la marcha por el cambio climático y del discurso que conmovió al mundo entero en el que Greta Thunberg acusaba a líderes mundiales de robarle el futuro a su generación, cabe preguntarse qué opinión tendrá Kristalina, que se dice feminista y ambientalista, sobre los efectos de los recortes durante el año de vigencia del préstamo: entre junio 2018 y junio 2019, en términos reales, el presupuesto en educación y cultura cayó un 22 por ciento, el de vivienda un 59 por ciento y el de agua potable y alcantarillado (caballito de batalla del organismo), un 51 por ciento. “Y sé que estoy entre las privilegiadas” dijo Greta. Es probable que ella sí sepa que de este lado del océano, a lxs jóvenes y las mujeres, también nos han arrebatado el presente.
Miseria de la política
En contraste con la deliberación que implicó el proyecto de interrupción voluntaria del embarazo que tras su paso por las dos Cámaras abrió debates en cada escuela, en cada casa, en cada lugar de trabajo, se naturaliza que las condiciones de endeudamiento que tanto afectan nuestras vidas cotidianas, se firmen a puertas cerradas y sin ningún tipo de aval de la sociedad. Cuánto bien nos haría un proceso de participación política como el que lideró el movimiento feminista por el aborto legal, seguro y gratuito.
El programa que trae Kristalina bajo el brazo es el viejo y conocido triple pack de reformas: laboral, tributaria y previsional. La plata para pagarle a los acreedores no saldrá de otro lugar más que del sudor de nuestros cuerpos. Tenemos un mensaje para Georgieva: es demasiado cristalino el efecto del endeudamiento y los recortes que propicia su organismo. Mientras ella rompe el techo de cristal, a nosotras se nos clavan las esquirlas. Desempleo, hambre y el siempre solicitado sacrificio para un futuro que nunca llega. ¿Hasta cuándo permitiremos la infantilización que supone la imposibilidad de exigir a lxs dirigentes que rindan cuentas por sus actos, que adelanten sus posicionamientos sobre los temas importantes a tratar?
A Macri se lo juzgó en las urnas ¿Y a Christine Lagarde? El 8 de marzo las feministas tenemos una cita: un nuevo Paro Internacional. Será una oportunidad para un grito masivo que se escuche en las oficinas de los organismos internacionales, donde el feminismo del 1% seguro estará mirando las movilizaciones a través de una pantalla. Tendremos que gritar que ya no queremos barrer más sus vidrios rotos.