Cuando era chico los papás no le decían Libertadorito. Libertador no es el primer nombre del general San Martín sino una distinción, un calificativo por el lugar que ocupó en la historia argentina y de Sudamérica. Otorgarle la Orden del Libertador que nos liberó del yugo del Rey de España, al Rey de España, tiene salsa. La palabra Libertador, unida a San Martín, tiene un significado exactamente inverso al que le asignó Mauricio Macri con esa condecoración. Su gobierno se propuso deshacer todo lo que hizo el gobierno anterior, que estaba en sus antípodas. Quiere deshacer la industria nacional, las paritarias, las jubilaciones públicas y así, pero con esta medida protocolar se remonta 200 años atrás como si quisiera deshacer también la independencia o, como hizo en el bicentenario, casi pedir perdón por ella. El rey Juan Carlos, padre de Felipe, había sido condecorado antes con la misma Orden del Libertador por el dictador Jorge Rafael Videla, otro conocedor en materia de yugos.
Algunos dirán que es una pavada protocolar. Pero hay detalles que conspiran como si hubiera un subconsciente de la historia. Algunos no les dan importancia, pero si se leen las crónicas de Clarín y La Nación, relamidas por los zapatos de 3000 euros de Juliana Awada y la prestancia de Mauri y su séquito, todos de frac y moñito, incluyendo a dos o tres sindicalistas, y los gestos del Rey y la Reina hacia la pareja presidencial, aparece como otra hilacha de la idiosincrasia de esta gestión, el regodeo con el boato monárquico y hasta una fan-dependencia del efecto que puedan causar en los Reyes.
El viaje le permitió a Macri escabullirse del escándalo por su autocondonación de una deuda millonaria por el Correo. El massismo, el Bloque Justicialista y otros bloques no respaldaron el pedido de juicio político que pidió el Frente para la Victoria. Los mismos que se negaron a apoyar ese pedido, aprobaron la reforma a la ley de ART que significó otro retroceso para los derechos de los trabajadores.
Ese sector es el que está más representado en la actual conducción de la CGT que, en pocos meses –desde su designación hasta ahora–, ha perdido rápidamente sintonía con una realidad que los excede. La convocatoria a la movilización del 7 de marzo salió con fórceps, y el sector combativo, que fue el que más la fogoneó, no tiene representación en una conducción donde dos de sus integrantes están alineados abiertamente con el diseño de tercera vía opoficialista del massismo, y Carlos Schmid representa a un moyanismo que comienza a diluirse entre las demás corrientes. En estos meses de tregua, la política económica del gobierno demostró que no deja lugar a una “tercera vía” entre los trabajadores, donde los ánimos están cada vez más polarizados. El clima es diferente entre una CABA con predominio de clase media y el conurbano con predominio de trabajadores. Para las bases, la pelea es con el macrismo. Para la conducción de la CGT todavía son más importantes sus diferencias con el gobierno anterior.
La CGT hizo el anuncio de la convocatoria el 2 de febrero. Al otro día, el 3, el juez Claudio Bonadio citó a Cristina Kirchner para la misma fecha que la convocatoria de la CGT. La intención de hacer coincidir las fechas fue evidente y la versión de que la ex mandataria podía quedar detenida circuló con mucha fuerza en el ámbito judicial. La intención del oficialismo a través del juez Bonadio fue dividir la protesta, lo que se hubiera convertido en un antecedente difícil de recomponer. En los círculos políticos circularon versiones de todos los colores. Hubo una reunión postergada del PJ bonaerense que se prestó para elucubraciones de los que apostaban a una división a partir de un endurecimiento del kirchnerismo. Dirigentes cercanos al massismo señalaron a Máximo Kirchner como responsable del fracaso. La versión que hicieron circular fue que la reunión fracasó por la supuesta exigencia de Máximo Kirchner para que la reunión expresara su solidaridad con la ex presidenta y con Milagro Sala. Finalmente la reunión se hizo y el comunicado del PJ bonaerense fue más duro que el de la convocatoria de la CGT y expresó, al igual que en el documento anterior, su solidaridad con Cristina Kirchner y Milagro Sala.
La confusión siguió hasta el miércoles. No era claro si habría dos concentraciones: la de la CGT y la de Comodoro Py. El miércoles, en el Instituto Patria, Oscar Parrilli indicó que el kirchnerismo no estaba convocando a Comodoro Py, sino que había que concurrir a la cita de la CGT. Esa noche circuló un video en las redes donde Cristina Kirchner decía lo mismo a un grupo de simpatizantes. Y el jueves emitió un comunicado oficial: “marchen junto a los trabajadores y trabajadoras... en serio, no caigamos en la trampa”.
Si el oficialismo contaba con la división de la protesta y el aislamiento del kirchnerismo, como lo ha hecho desde que asumió el gobierno, la convocatoria de acompañar a la CGT neutralizó esa estrategia.
La dirigencia de la CGT pidió entonces públicamente que no se “politice” el acto, como si hubiera alguna intención en ese sentido. Los agrupamientos que participan se reúnen y se acuerdan las condiciones. La declaración pública no era necesaria, pero fue una forma de politizar la convocatoria y marcar la cancha.
En la convocatoria de Cristina Kirchner no existen el menor indicio ni señal oculta de alguna supuesta intención de copar el acto. Ni siquiera hubo una mención crítica a los sectores cegetistas que la confrontaron o que respaldaron a Macri. Desde la estrategia de la ex presidenta, esta protesta masiva contra el gobierno constituye de por sí un hecho positivo. La disputa política se desarrolla en otro andarivel.
Pero puede haber una provocación de Bonadio. Si el juez la mete presa el mismo día de la concentración, a la conducción cegetista no le quedará más remedio que incluirla en sus demandas porque gran parte de los asistentes se lo requerirá. Si el oficialismo apostó a la división de la oposición o al aislamiento de Cristina Kirchner, la convocatoria contundente y muy clara de la ex presidente a sumarse al acto del movimiento obrero puso la pelota en la cancha de los dirigentes de la CGT.
Esta marcha hacia el acto del movimiento obrero se vio atravesada permanentemente por cierres de fábricas y suspensiones. El miércoles cerraron dos plantas de Atanor y ayer la planta de Volkswagen en Pacheco fue invadida por cientos de gendarmes ante el anuncio de que serían suspendidos por un año y medio 600 trabajadores. Al mismo tiempo, la gobernadora María Eugenia Vidal abría con los docentes la primera línea de fuego para que las paritarias no superen el aumento del 18 por ciento.
Los docentes convocaron al paro. Y este gobierno lanzó la herramienta que mejor sabe usar: la difamación en los medios y en los redes. En las redes, la táctica fue extremista. Lanzó una ofensiva y entre las 21 horas del jueves y las tres de la mañana del viernes, el HashTag #VoluntarioDocenteNoAlParo se convirtió en Trending Topic, o sea el más difundido. La idea fue mostrar a la sociedad que existe una gran cantidad de personas dispuestas a reemplazar a los maestros que hagan paro. Se saturan las redes con estos mensajes, lo que rebota en los medios y extiende la sensación de una mayoría en contra de los maestros. Para evitar que se devele la existencia de las granjas de trolls oficialistas, se presentan a algunos de los protagonistas.
La consultora Digamos difundió un informe que demuestra cómo se viralizó la consigna por un “call center PRO”. Entre las 21 y las 3 de la madrugada se dispararon 22.500 tweets desde 3084 cuentas. Hubo 10 cuentas vinculadas al PRO que durante el ataque twitearon entre 235 y 157 veces. Son más de 300 cuentas las que generaron entre 200 y 20 tweets cada una. El informe concluye que “el call center del PRO generó al menos 17.000 tweets de los 22.500 tweets que tuvo el HT”.
Ese fue el trabajo de las granjas de trolls del oficialismo. Además eligieron para mostrar al personaje que supuestamente mandó el primer mensaje, que resultó un teniente coronel de inteligencia retirado, con residencia en Mar del Plata y por supuesto votante de Cambiemos.
Esta durísima negociación con los docentes con un tope del 18 por ciento de aumento, cuando se proyecta una inflación anual por arriba del 25 por ciento, es la paritaria testigo para las que vienen después. Y es de esperar que se usen los mismos recursos retrógrados. Paritarias con techo de aumentos muy por abajo de la inflación, campañas de deslegitimación de las huelgas de los trabajadores y el estímulo para la aparición de los carneros: un retroceso en la calidad democrática ciudadana de casi un siglo.