Leí con asombro y molestia “La Jaula de las fachas” de Franco Torchia en el SOY pasado. Más allá del poco feliz título y bajada estereotipados a la antigua (Torchia respondió mi mensaje alegando que no son propios sino de la edición del admirable Suplemento), sentí que el texto resulta una opinión intolerante y autoritaria. Franco no es un intolerante y menos autoritario. Lo admiro y le tengo especial cariño. Pero lo que escribió, creo que sí. Torchia sentencia que la homobofia argentina me mantuvo “en este silencio obligado”. Salvo que el colega me hubiese preguntado antes de escribir -jamás lo hizo-, como suele hacerse en el periodismo cuando se relata un hecho tan personal, la afirmación es cuanto menos, juzgamiento entrometido.
¿Torchia tiene el manual del “deber ser correcto” al respecto? ¿Baraja las infinitas instancias de deseo y realidad personal, convicciones sobre el derecho individual y personalísimo según las circunstancias y momentos del caso? ¿Cree que hacerlo en tal o cual momento degrada el hacerlo o, cómo no, a no hacerlo? Para defender el derecho a la libertad por la diversidad hay que reconocer primero la libertad diversa que se mide con el sinfín de deseos personales intransferibles.
Se agravia luego por las invitaciones “vitalicias” de personas “antiderecho” como Gómez Centurión, Serra Lima o Amalia Granta. Torchia sabe dos cosas: a lo largo de mis 30 años de laburo en los medios (más de 20 de ellos en Rosario) he hecho un culto de convocar a todos los que tienen algo para decir sin el prejuicio de solo sentar a la mesa a los que coinciden conmigo. “Debo decir” es un living de 6 personas promedio por programa: 25 al mes, 300 al año, casi mil en lo que va del ciclo. Torchia sabe la lógica de la tele porque compartió set mucho, pero mucho, con personas como las que ahora le resultan agraviantes (incluso los aludidos ahora por él) en ciclos en los que trabajó en Canal 9 o América, por ejemplificar. No recuerdo diatriba contra esas producciones. En “Debo” también se sentaron las mujeres por el aborto legal (sin contar que este cronista expuso a favor de la ley el primer día del debate en el Congreso), referentes de la diversidad como Flor de la V, Miss Bolivia, Buika, Jay Mamon, Muscari, Osvaldo Bazán y tantos y tantos otros. Sólo dialogar con los que piensan como uno, creo es autodesignarse metro patrón intolerante de “lo que está bien”.
Centurión (única vez invitado) fue echado de su cargo por sus dichos gracias a Romina Manguel y al conductor que lo cruzaron ahí mismo. Serra Lima (una sola visita), pidió disculpas por su lesbianofobia y Granata jamás habló en nuestras emisiones de derogar leyes del matrimonio igualitario o de la diversidad. Lo que sí es impactante es proponer no dejar hablar a los que a priori, Torchia metro patrón, no merecen ser escuchados. Eso en la democracia se llama censura previa. Si alguien hace apología del delito o delinque, se lo sanciona luego de expresarse. Antes, cualquier periodista atento a la constitución, sabe que es censura a la libertad más defendida desde Alberdi: la libre expresión.
Quizá estas líneas sirvan para reflexionar todos (en especial quien escribe) sobre qué es defensa de derechos y qué un inadmisible juzgamiento de la privacidad ajena. Más: un desconocimiento de cómo reclamar derechos justificando cualquier fin utilizando medios poco amigables sino ilegítimos para hacerlo.