Desde Medellín, Colombia
Historias, historias y más historias: la cabeza es un hervidero, no hay manera de abarcarlo todo. El Festival Gabo
solo está consumiendo sus primeras horas, pero lo que sucede es un buen concentrado de lo que significa el encuentro más importante de periodistas de Iberoamérica, convocado por la Fundación Gabo en la capital del departamento de Antioquia. Y el lema “Las historias continúan” es una buena síntesis: aquí nada parece detenerse.
La primera mañana es más que un precalentamiento: por el escenario dispuesto en el Orquideorama del Jardín Botánico desfilaron los 12 finalistas del Premio Gabo . Si definir a esa docena entre 1730 postulantes fue difícil para los 53 jurados, la tarea de definir un ganador por cada rubro –Texto, Imagen, Cobertura, Innovación- parece tarea imposible. Hay grandes trabajos en cada área, producto de elaboraciones colectivas, esfuerzos combinados para retratar temas de alto voltaje. La trata de mujeres, el esfuerzo de los políticos y empresarios por ocultar los efectos de sus acciones en el calentamiento global, las marcas de la “guerra contra el narcotráfico”, la persecución de Donald Trump a los inmigrantes, la explotación laboral: si los postulados de la Fundación buscan honrar a Gabriel García Márquez en la búsqueda de excelencia periodística, también hay una clara intención de agarrar fierros calientes en cuanto a los temas a exponer. Todos tienen algún favorito personal, pero nadie se atreve a hacer un pronóstico con respecto al anuncio del jueves por la noche.
Pero el Premio es apenas una de las facetas de tres días que ofrecen un abigarrado panorama de actividades, que obliga a elastizar al máximo la agenda. La tarde incluyó algunas opciones del apartado “La cocina del periodismo” que prometían su miga. Libertad de expresión: la batalla por contar historias presentó a la brasileña Patricia Campos Mello, la nicaragüense Lucía Pineda y el venezolano Alonso Moleiro en conversación con la colombiana Jineth Bedoya, en una charla que dio detalles de la difícil situación de la prensa en esos países; resultó especialmente escalofriante el video que presentó Pineda, un recuento de los incontables atropellos sufridos por la prensa en los últimos tiempos a manos del gobierno de Daniel Ortega.
El mismo apartado que busca analizar la vida interna del oficio presentó inmediatamente después una charla de título provocativo. Periodismo, ¿para qué?, fue la pregunta que repitió Jaime Abello Banfi, director de la Fundación Gabo, a los participantes del panel en el mismo Orquideorama del Jardín Botánico. Soledad Gallego-Díaz, directora del diario El País; Carmen Aristegui, de larga trayectoria en medios de México y editorialista del diario Reforma; y el brasileño Pedro Doria, ex editor de Globo y O estado de Sao Paulo y fundador de la plataforma Meio, le pusieron el cuerpo a un ida y vuelta por demás interesante sobre los desafíos de la profesión. “El otro día subí en un ascensor que, hasta llegar al piso 22, me relató un montón de noticias”, contó Gallego-Díaz. “Pero no puedo decir que al llegar arriba estuviera mejor informada: solo me llenaron de datos inconexos. Se seguirá necesitando un periodista que vincule cosas que aparentemente no están vinculadas”.
Doria, a su vez, hizo un jugoso recuento del modo en que Jair Bolsonaro interpeló a diferentes tipos de votantes a través de sus cadenas de Whatsapp, lo que llevó a la conclusión de Aristegui: “Con esa fragmentación parece claro que cada quien, los evangelistas, los nostálgicos de la dictadura, los militaristas, votaron a un Bolsonaro diferente, hecho a su medida”. Quizá nadie pudo responder cabalmente a la pregunta de Abello, pero quedó claro que la profesión sigue siendo necesaria para aclarar los tantos, en una era en la que la explosión digital abrió infinidad de frentes en los que el periodismo se diluye.
Alrededor del Orquideorama, el Festival diseñó un panorama en el que cada visitante puede elegir su propia aventura. El Salón Restrepo del Botánico es el lugar por donde desfilan las propuestas innovadoras, que en un tiempo de profundas transformaciones abren nuevos caminos, como Civil Foundation –que busca soluciones para el periodismo independiente- o Ruedas Creando Redes (un contenedor que recorre departamentos de Colombia ofreciendo herramientas y formación para generar sistemas locales de ejercicio del periodismo). Pero también ideas que tienden a saltar las limitaciones que existen en un tiempo de medios hiperconcentrados: el periodista francés Jules Bisson presentó America, una revista que desde su país cuenta con las plumas de Paul Auster, John Irving, Toni Morrison y Joyce Carol Oates para dar cuenta de los turbulentos tiempos que vive Estados Unidos.
Pero cuando se dice “inabarcable” hay que tomarlo de manera literal. Enfrente del Botánico está el Parque Explora, otro gran complejo en el que se desarrollan talleres especificos –fue especialmente interesante el que dictó la brasileña Luiza Bandeira, Investigando desinformación: Más allá del fact checking- pero donde hay más charlas para darle espesor al Festival. Allí, los representantes de la Asociación Nacional de Periodistas Hispanos dieron detalles de la difícil situación del gremio en un Estados Unidos presidido por alguien que mira con malos ojos -por decirlo de manera elegante- a la comunidad hispana. En el Explora, también, los colombianos Martín von Hildebrand y Carlos Castaño-Uribe dialogaron con la brasileña Natalia Viana sobre un tema de urgente actualidad, los incendios en la Amazonía colombiana.
Después de semejante trajín, hubo que redoblar esfuerzos para la noche, pero valió la pena: en el Museo de Arte Moderno, Alvaro Restrepo, pionero de la danza contemporánea en Colombia, presentó Dos volcanes (y un laberinto), pieza realizada junto a la Compañía del Cuerpo de Indias que sirvió de tributo a dos gigantes de las letras colombianas como Alvaro Mutis y el mismo Gabriel García Márquez. Aunque por momentos se notó que se trataba de un preestreno y faltaba ajustar algunos movimientos, el monólogo inicial de Restrepo, recreando el capítulo 68 de Rayuela, fue una performance demoledora en la palabra y el movimiento. Digno final para una primera jornada no apta para espíritus flojos.